El Papa del cambio: a un año de la elección de Francisco

Hace exactamente un año el país se estremecía con la sorpresiva elección del cardenal Jorge Bergoglio como Sumo Pontífice de la Iglesia Católica. Fue un hecho histórico que, 12 meses después, ha marcado una era transformadora desde la cúspide del Vaticano

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El Papa del fin del mundo desató en apenas un año una “revolución espiritual” que inyectó aires de renovación en una Iglesia sumida en los escándalos y con sangría de fieles, y evidenció su idea de “una Iglesia pobre y para los pobres” con la elección de Francisco como nombre pontificio.

Jorge Bergoglio marcó su estilo desde el primer minuto de aquel 13 de marzo al presentarse como Obispo de Roma desde el balcón del Vaticano con un simple “buenas noches” e interactuar con los fieles reunidos en la plaza de San Pedro, con quienes compartió una plegaria y pidió que rezaran por él.

“La Iglesia necesita con mayor urgencia una capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad. Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas”, diagnosticó más tarde en una entrevista a la revista jesuita La Civiltá Cattolica.

LA AUSTERIDAD DEL PRIMER JESUITA

Austeridad, tolerancia, cercanía, pero sobre todo misericordia para comprender antes que juzgar, fue el camino de renovación propuesto por el primer papa americano y jesuita de la historia.

Francisco subrayó esa necesidad de comprensión hacia el otro que pregona al responder “¿quién soy yo para juzgar a un gay?”, y su preocupación por los marginados al visitar la isla italiana de Lampedusa, donde condenó la “globalización de la indiferencia” ante el drama los inmigrantes que suelen llegar a bordo de pateras desde Africa.

El Papa también priorizó en este período el diálogo interreligioso. Destacó la persistencia en fe de la comunidad judía pese a las “terribles pruebas” sufridas y advirtió que por sus raíces un cristiano “no puede ser antisemita”. Y tuvo un trato amable con los musulmanes, En este primer año de pontificado, Bergoglio tomó decisiones importantes en orden a la reclamada reforma de la Curia Romana y la transparencia de las finanzas vaticanas. Movió de la secretaría de Estado al cardenal Tarcisio Bertone, hombre fuerte de la cuestionada vieja guardia, y nombró un equipo de asesores para reformarla y otro para supervisar el funcionamiento del Instituto para Obras de Religión (IOR ) o Banco Vaticano, además de crear un ministerio de Economía.

Además, abrió al debate temas espinosos en la Iglesia como el papel de la mujer o las nuevas realidades familiares, además de reforzar la política de “tolerancia cero” con los clérigos acusados de pederastas.

El Pontífice argentino también dejó innumerables definiciones, escribió una encíclica a “cuatro manos” con su antecesor, el papa emérito Benedicto XVI, y publicó su primera exhortación apostólica que constituye su plan de acción.

El papa argentino consiguió en este año cautivar al mundo con sus gestos, palabras, simplicidad y acciones

En Brasil, en el marco de la Jornada Mundial de la Juventud, sorprendió al llamar a los jóvenes a “hacer lío” en las parroquias y salir a las calles para evangelizar.

Hechos, además de gestos, que posicionaron al pontífice argentino como un líder global e hicieron que fuera considerado como la figura del año, además de aparecer en las tapas de Time, The New York Times o Le Monde, publicaciones poco proclives a otorgar espacio a un Papa.

La guerra civil en Siria y una posible intervención armada de Estados Unidos pusieron al Papa al frente de una cruzada diplomática y religiosa a favor de la paz. Por esa intervención, creció en la consideración mundial y fue propuesto para el Premio Nobel.

La cercanía fue otro punto alto del primer año de pontificado de Bergoglio, en el que tampoco se olvidó de su tierra natal.

Llamó por teléfono y escribió cartas a amigos en la Argentina, a desconocidos y también a quienes no lo consideraban “un amigo”.

Francisco se preocupó en este sentido por la salud de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien dio un giro de 180 grados en su percepción del ex arzobispo de Buenos Aires tras la elección pontificia y se comunicó al menos una vez con ella durante su convalecencia.

El papa argentino consiguió en este año cautivar al mundo con sus gestos, palabras, simplicidad y acciones. Un balance, que sólo consigue críticas del sector más conservador de la Iglesia y también de grupos como el Tea Party, que lo acusó de “marxista”, o legisladores republicanos de Estados Unidos que perciben “demasiado a la izquierda” su teoría inclusiva de la economía.


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