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Información General |EL TEMA DE LA SEMANA - EL ESCENARIO POSTELECTORAL

El ballotage, con raíces históricas en Francia

Aseguran que fue creado en Francia en 1832. Otros lo remiten a la pasada década del 50. El sistema vigente en la Argentina. Testimonios de un constitucionalista y de una lingüista

El ballotage, con raíces históricas en Francia

El domingo 22 de este mes los argentinos votaremos por primera vez en un ballotage. Se trata de un antiguo sistema electoral con raíces en Francia

1 de Noviembre de 2015 | 02:49

El ballotage es un sistema electoral de origen francés, cuya finalidad institucional y etimología permiten interpretaciones tan diversas como cargadas de múltiples significados. Ahora se ha puesto casi sorpresivamente de moda en nuestro país, donde a pesar de estar vigente desde la reforma constitucional de 1994 –casi un cuarto de siglo- es la primera vez que se empleará, ya que ninguna elección en el orden nacional exigió, como esta de 2015, la realización de una segunda vuelta.

Hace pocos días el analista político Carlos Pagni destacó que Daniel Scioli y Mauricio Macri se encuentran convocados a este desconocido juego que, afirma, “no se trata de un método inocente”. La elección con segunda ronda, sostiene, “resulta atractiva en las sociedades que creen cobijar algún demonio”. Se trata, concluye, de “una estrategia destinada no tanto a promover sino a impedir que gane alguien. Por eso fascinó a los franceses, cuando temían un gobierno comunista”. La regla es que “todos voten contra el mal mayor” y “cuando no existe ese demonio, debe ser creado. Cada candidato debe estigmatizar a su rival”. Como se sabe, en los tiempos modernos el ballotage se impuso en Francia, en la década del 50. Pero su origen es mucho más remoto

“El ballotage es un procedimiento electoral que se utiliza en el caso no obtenerse una determinada mayoría en la primera votación. Consiste en repetir una segunda vuelta electoral para lograr que alguna de las fórmulas finalmente reúna la mayoría exigida. Fue incorporado en nuestra Constitución Nacional en el año 1994 para la elección del presidente y vicepresidente, bajo el nombre de doble vuelta o segunda vuelta electoral, dice el doctor Juan José Herrero Doucloux, profesor adjunto de Derecho Constitucional de la facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la UNLP.

El docente recuerda que la Constitución del 53 establecía un sistema de elección “indirecto”, por el cual la ciudadanía votaba “electores” en las distintas provincias y también en la capital federal. “Estos electores, una vez nominados por la voluntad popular se debían reunir en lo que se denominaba colegio electoral y, en este ámbito finalmente. se elegía al presidente y al vicepresidente”.

Después, detalla, “la Constitución de 1949 eliminó la elección indirecta antes señalada, y estableció el “voto directo” a simple pluralidad de sufragios. Es decir, la fórmula presidencial ganadora era la que más votos obtenía, independientemente del porcentaje alcanzado. La Constitución de 1949 fue derogada por medio de un decreto proveniente de un gobierno de facto en abril de 1956”.

Herrero Doucloux consigna que “en 1972 por decisión de un gobierno producto de otro golpe de estado, se sancionó el “Estatuto Fundamental”, que introdujo el sistema de “Balotaje” para la elección de la fórmula presidencial. Este sistema rigió en las dos elecciones presidenciales llevadas a cabo en el año 1973. Se dispuso que se proclamarían ganadores los candidatos que obtuvieren la mayoría absoluta de los votos válidos emitidos. En el supuesto de no alcanzarse esta mayoría calificada (más del 50 % de los votos), debían volver a competir las dos fórmulas más votadas”.

En 1973 la fórmula Cámpora- Solano Lima obtuvo el 49.59 % de los votos, seguida por la fórmula integrada por Balbín-Gamond con el 21%. Sin embargo estos últimos renunciaron a presentarse a esta segunda vuelta, quedando proclamada, por lo tanto la primera de las fórmulas. Este sistema volvió a aplicarse en septiembre de 1973, pero la fórmula Perón-Martínez de Perón superó el 60 % de los sufragios, seguido muy de lejos por sus contrincantes Balbín-De la Rúa.

Con posterioridad, dice, como producto del Pacto de Olivos, “en la reforma constitucional de 1994 se estableció para la elección del presidente y del vicepresidente el voto directo del ciudadano –como en 1949 y 1972- pero se exigió una mayoría especial para ser electo en la primera vuelta electoral. Caso contrario se pasaría a una segunda vuelta, circunscripta a las dos fórmulas más votadas”.

Concretamente, añade Herrero Doucloux, la Constitución vigente prevé dos situaciones para poder consagrar una fórmula presidencial: a) si una de las fórmulas obtuviere más del 45 % de los votos (art. 97); b) si una de las fórmulas fuere favorecida por más del 40% de los sufragios y además tuviere una diferencia superior al 10 % de los votos respecto a la fórmula que le siguiere en cantidad de sufragios (art. 98).

DIFERENCIA

Aquí, el sistema argentino se aparta de la regla tradicional del ballotage, “ya que se elude esta instancia si una fórmula superara el 50 % de los votos en la primera vuelta electoral. Este sistema rige en países como Francia, Perú, Brasil, Ecuador, Bolivia, Portugal, Colombia y Chile”.

En cuanto a las provincias, sostiene Herrero Doucloux que en el derecho constitucional provincial “se estableció la regla de elección del gobernador por simple mayoría de votos, es decir, que es nominada como ganadora aquella fórmula que obtenga mayor cantidad de votos, independientemente del porcentaje. Sólo existen tres excepciones: Por un lado, Corrientes y Tierra del Fuego, que exigen mayoría absoluta de votos para evitar la segunda vuelta, y por el otro Chaco, donde se diseñó un sistema similar al adoptado por la Constitución Nacional en 1994. Por su parte la Ciudad Autónoma de Buenos Aires estableció la misma fórmula que Corrientes y Tierra del Fuego para elegir a su jefe de gobierno”.

ORIGEN HISTORICO

La mayoría de los tratadistas hace remontar el ballotage a la pasada década del 50, pero una conocida profesora de francés de nuestra ciudad, que estudió el origen etimológico de esa palabra, asegura que el ballotage está expresamente definido en el Decreto Orgánico del 2 de febrero de 1832 del gobierno de Francia, como elección de segunda vuelta “cuando ninguno de los candidatos reúna la mayoría absoluta de sufragios”. Si realizada la segunda vuelta “no se desempata, se le asignará el triunfo al candidato de mayor edad”, dice la documentación original probatoria que exhibe.

Tal es una de las acepciones –desde luego que la más significativa- de la palabra “ballotage” que contiene el Nouveau Larousse Ilustré, obra de VII tomos dirigida por Claude Augé, editado en París en 1898, obra que la docente preserva en su biblioteca particular.

“Hay muchas versiones y algunas de ellas enfrentadas. Algunos dicen que ballotage viene de “ballote”, que quiere decir bolillas y tiene que ver con las bolillas blancas y negras que usaban muchas instituciones europeas para votar. Pero en todo caso esa interpretación carece de la significación política o específicamente electoral que hoy tiene”

La otra palabra francesa es “baloter”, cuya primera acepción “significa agitar un líquido en un sentido o en otro. Según los principales lingüistas, de aquí vendría la palabra “ballotage” ya que “baloter” establece dos opciones. Esta discusión es muy antigua, pero lo cierto es que el Larousse editado a fines del siglo XIX se acerca más a la raíz de “baloter”. Se habla de la necesidad de que exista una gran división de los sufragios”, dijo.

Para el idioma español, las palabras que corresponden son “balota” y “balotaje”, términos acuñados y lexicalizados en español desde larga data y así figuran en las últimas ediciones de la Real Academia Española: “Balota: (del francés ballote) f. Bolilla que algunas comunidades usan para votar; “Balotaje: Escrutinio, recuento de votos”. Aquí vuelven a predominar las bolillas sobre el “agitar un líquido de un lado a otro”.

Los lingüistas insisten que en el siglo XIX se produce un cambio semántico en el término francés “ballottage”, que pasa a adquirir el sentido que tiene actualmente en la terminología político-electoral presente, a saber: “segundo escrutinio o segunda vuelta electoral entre los dos candidatos que obtuvieron más votos en el primer escrutinio tras una elección con resultado negativo en la primera vuelta, al no haber obtenido ningún candidato el número de votos necesarios para resultar electo”.

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