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La Ciudad |Su estatua o busto sigue en espera

25 años sin Favaloro: un corazón delator que aún acecha a los políticos de La Plata

25 años sin Favaloro: un corazón delator que aún acecha a los políticos de La Plata

Sergio Pomares
spomares@eldia.com

29 de Julio de 2025 | 08:31

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Un cuarto de siglo pasó desde aquel 29 de julio de 2000, cuando la noticia más dolorosa golpeó al país: el doctor René Gerónimo Favaloro había decidido quitarse la vida. El cirujano que revolucionó la medicina cardiovascular con la técnica del bypass aortocoronario no pudo más con la indiferencia estatal ni con el peso de sostener la Fundación que llevaba su nombre. Pero si bien su obra trascendió fronteras, hay una ciudad que lo vio nacer, formarse y partir, y que todavía no termina de estar a la altura de su legado: La Plata.

Nacido el 12 de julio de 1923, aunque algunos cercanos manifestaron el 14, Favaloro vino al mundo en una casa humilde de El Mondongo, en 68 entre 1 y 2. Su padre Juan Bautista era carpintero y su madre, Geni Raffaelli, costurera. "Mi hijo, el dotor". Ellos con orgullo el día en que René se graduó en la Universidad Nacional de La Plata, a sus 26 años. Aquella casa de madera de puerta gris, fue testigo de los primeros pasos del que más tarde sería un referente mundial de la cirugía cardíaca.

La Plata fue su cuna y su primer aula. Allí hizo la primaria, la secundaria y la carrera de Medicina. Pero también fue su primer amor, su identidad. Platense de barrio, hincha y socio del Club de Gimnasia y Esgrima La Plata, nunca ocultó su pasión por los colores azul y blanco ni su añoranza por el pago chico. Aun así, sus regresos a la Ciudad fueron esporádicos. La comunidad científica lo veneraba; las autoridades, no tanto.

Como en “El corazón delator” de Poe, donde el latido persistente no deja en paz al protagonista, las promesas incumplidas hacia René Favaloro siguen resonando bajo la superficie de una Ciudad que lo vio nacer pero aún no termina de honrarlo como se merece. Aunque ya no está, su memoria late fuerte en cada rincón de La Plata, exigiendo justicia simbólica, recordándonos que no basta con recordarlo en palabras o fechas: su legado, como ese corazón enterrado pero ruidoso, reclama ser escuchado con hechos. Porque hay deudas que, aunque invisibles, hacen más ruido que el silencio.

El "olvido" institucional

Pese a haber sido formado en sus aulas, la Universidad Nacional de La Plata nunca le otorgó el título de Doctor Honoris Causa. Solo fue nombrado profesor honorario en 1979, en plena dictadura. En cambio, universidades de Córdoba, Rosario, Cuyo, Tucumán, Río Cuarto, del Litoral, Tel Aviv y Santo Domingo sí lo reconocieron en vida.

En el plano municipal, los homenajes llegaron tarde. Recién en 2016, 16 años después de su muerte, el Concejo Deliberante de La Plata lo declaró Ciudadano Ilustre post mortem. En 1998, durante una cena, hubo un intento de distinguirlo con ese título, pero no quedó registro oficial. Así, los reconocimientos siempre llegaron a destiempo, como si la ciudad no terminara de asumir que uno de los más grandes hombres del siglo XX había salido de sus entrañas.

 

Entre promesas y postergaciones

A lo largo de los años, hubo múltiples iniciativas para homenajearlo, algunas concretadas, muchas otras olvidadas. En 2003, se propuso que el nuevo Estadio Único llevara su nombre. No prosperó. Meses después, surgió el proyecto para rebautizar la plaza de 44 y 25, también sin éxito.

La calle 5, entre 66 y 72, y la calle 116, de 60 a 72, llevan su nombre desde la primera década de este siglo, en reconocimiento a los años que vivió allí. En Lisandro Olmos, una plaza en 43 y 160 también lo recuerda desde 2015. Y finalmente, tras años de idas y vueltas, el Paseo del Bosque fue renombrado en 2018 como “Paseo del Bosque René Favaloro”, en el área comprendida entre las avenidas 1 y 122, desde la calle 50 hasta la 60.

En 2008, el sistema educativo platense adoptó el Premio “René Favaloro”, un reconocimiento a alumnos de sexto año de primaria que se destaquen no solo académicamente, sino en valores solidarios y de compañerismo. Un gesto valioso, aunque simbólicamente insuficiente.

En 2018, el Sindicato de Taxis pidió emplazar una estatua de Favaloro en Plaza Moreno, espacio reservado para próceres: allí solo están Mariano Moreno y Raúl Alfonsín. La propuesta, hasta hoy, duerme en un cajón.

Quizás la omisión más dolorosa sea la del "Paseo de los Sabios" en el Bosque. En 2022, el exintendente Julio Garro anunció que Favaloro sería sumado como el "Sexto Sabio" de La Plata, junto a Carlos Spegazzini, Alejandro Korn, Juan Vucetich, Florentino Ameghino y Almafuerte. Se presentó un boceto escultórico, pero jamás llegó al Concejo Deliberante. Recién en 2024, y gracias a la iniciativa de los concejales Juan Granillo Fernández y Nicolás Morzone -políticamente opuestos y por ende gran gesto-, se presentó un proyecto de ordenanza para oficializarlo. Aún no fue tratado pero la esperanza todavía está.

Gimnasia, el que nunca lo olvidó

En medio de esa falta de institucionalidad, fue el Lobo quien supo mantener viva su figura. Desde las tribunas del estadio del Bosque hasta los discursos de dirigentes, René Favaloro siempre fue motivo de orgullo para la familia albiazul. La platea principal lleva su nombre, la escuela, y en varias oportunidades se realizaron homenajes conmemorativos.

Porque para Favaloro, Gimnasia no era solo una pasión deportiva. Era parte de su identidad. En sus cartas, entrevistas y conversaciones íntimas, siempre aparecía el club de sus amores. Un emblema que lo conectaba con su niñez, con su gente, con su barrio.

Un legado que late

 

Favaloro dejó una huella inmensa en la medicina, pero su legado excede lo técnico. Fue un defensor de la educación pública -pese a no ejercer en el ambiente-, la ética profesional y la justicia social. En su carta de despedida, antes del trágico final, dejó plasmado su dolor por un país que no lo escuchó. Pero también, su amor incondicional por su origen: “Nunca me fui de La Plata, ni de mi gente, ni de mi club”, decía a quienes lo conocían.

Veinticinco años después de su muerte, su recuerdo sigue latiendo en cada gesto de humanidad, en cada vida salvada por su técnica, en cada niño que aprende a ayudar a otro. Pero también resuena en las deudas que La Plata aún tiene con él.

Quizás, el mejor homenaje que esta Ciudad pueda ofrecerle algún día no sea solo una calle rebautizada. Tal vez sea convertir su legado en una estatua para que todos lo vean y quienes no sepan pregunten quién es, por su pasión por la educación en bandera, por su ética como ejemplo. Porque si hay algo que Favaloro enseñó, es que la grandeza se construye con compromiso, con humildad y con amor por los demás.

Y sobre todo, con el corazón.

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