“Su ejemplo y su testimonio están vivos entre nosotros”,
| 11 de Abril de 2015 | 23:58

Por PRESBITERO RUBEN MARCHIONI (*)
“Ninguno de nosotros podrá olvidar como en el último domingo de Pascua de su vida, el Santo Padre, marcado por el sufrimiento, se asomó una vez más a la ventana del Palacio Apostólico Vaticano y dio la bendición Urbi et Orbi por última vez. Podemos estar seguros de que nuestro amado Papa está ahora en la ventana de la casa del Padre, nos ve y nos bendice.” Con estas sentidas palabras el entonces cardenal Joseph Ratzinger despedía los restos mortales del Papa Juan Pablo II en la misa exequial que se celebrara en Roma el 8 de abril del 2005.
10 años han pasado desde entonces y sin embargo el pontificado de este magnánimo sacerdote ha dejado en nosotros un recuerdo siempre vivo, el recuerdo de cómo la vida de un hombre puede ser como una llama que penetra, anima y transfigura todo su entorno; esa llama que irradió Juan Pablo II es la imagen de aquel que ancló su vida en Dios y se convirtió para toda la humanidad en ejemplo de santidad, de entrega cotidiana, de apertura de corazón para todos.
El dolor y el sufrimiento formaron parte de su vida desde muy pequeño. La guerra y los estragos provocados por el comunismo en su Polonia natal no amilanaron su espíritu sino que templaron su personalidad, convirtiéndolo en un pastor cercano, aportando a la vida de la Iglesia una frescura nueva, una actualidad nueva, una atracción nueva al anuncio del Evangelio.
Profunda gratitud es lo que sentimos por la vida y misión de Juan Pablo II al servicio de la Iglesia de Cristo. Gratitud por aquel que hizo suyas las palabras del Señor: “Quien pretenda guardar su vida la perderá; y quien la pierda la conservará viva”.
(*) Párroco de Cristo Rey
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