El riesgoso aumento de la obesidad por el consumo de comidas rápidas

La advertencia formulada recientemente por la Organización Mundial de la Salud, en el sentido de que el comprobado crecimiento en el mundo del consumo de las llamadas comidas rápidas en América Latina se ve correspondido por un incremento en las tasas de obesidad en esta región, debiera suscitar, por las graves implicancias médicas que esa referencia implica, una pronta respuesta sanitaria por parte de las diversas administraciones.

Tal como se informó, las ventas de alimentos procesados industrialmente, incluyendo las comidas rápidas y las bebidas azucaradas, aumentaron de manera constante en nuestro país y en el resto del continente latinoamericano, tal como quedó documentado en el nuevo informe de la OMS denominado “Alimentos y bebidas ultraprocesados en América Latina: tendencias, efecto sobre la obesidad e implicaciones para las políticas públicas”.

El informe, muestra que entre 2000 y 2013 las ventas per cápita de estos alimentos aumentaron en América Latina, aun cuando disminuyeron en América del Norte. El organismo afirmó que ese incremento se relaciona con el aumento del peso corporal promedio, lo que indica que esos productos son un motor en el crecimiento de las tasas de sobrepeso y obesidad en toda la región.

Los alimentos ultra procesados y las comidas rápidas representan una parte cada vez mayor de lo que las personas comen y beben en América Latina, con resultados muy negativos, afirmó en este sentido un asesor sobre Nutrición y Actividad Física de la OMS. Según el especialista, esos productos no están diseñados para satisfacer las necesidades nutricionales de las personas, sino para que se conserven por mucho tiempo en los estantes y generen deseos incontrolados de consumo.

Se indicó que los productos abarcan a las bebidas no alcohólicas, refrigerios dulces y salados, cereales de desayuno y barras, golosinas, helados, bebidas deportivas y energéticas, jugos de frutas y vegetales, té y café embotellados, pastas para untar, salsas y comidas preparadas, con las clásicas hamburguesas y papas fritas a la cabeza.

En numerosas oportunidades se ha alertado en esta columna sobre la necesidad de que muchas personas cambien sus tendencias y hábitos alimentarios, basándose en comidas realizadas en familia y con alimentos naturales, no procesados o mínimamente procesados. Además de un mayor consumo de frutas y verduras, las últimas estadísticas conocidas, de alcances universales, son reveladoras de que la mayor parte de los niños y adolescentes no realizan actividades físicas y exhiben, en forma creciente, costumbres sedentarias.

En este sentido, los especialistas apuntan a señalar que, mientras en las últimas décadas se vino experimentando un revolucionario crecimiento en las expectativas de vida –reflejado en la mayor presencia de personas con muchos años de edad- la obesidad está empezando a actuar como un fenómeno global adverso, pues tiende a acortar en forma prematura la vida de muchas personas.

La obesidad se ha convertido en uno de los principales factores de riesgo para una muerte temprana. Resulta necesario, entonces que se promuevan -especialmente desde los ámbitos oficiales de salud- programas tendientes a evitar la mala alimentación, el excesivo consumo de hidratos, la adicción a las golosinas y a las llamadas comidas basura que, al igual que el sedentarismo, influyen en la propagación de la obesidad.

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