Transporte con “muchas virtudes”
| 26 de Diciembre de 2016 | 02:09

“La dotación de personal de cada tranvía consistía en dos personas; el motorman y el guarda. El primero conducía, y realizaba los cambios de vía necesarios operando con una pértiga de hierro, sin bajarse de la unidad: El segundo cobraba los boletos, y accionaba una campanilla que le indicaba al motorman cuándo detenerse o continuar la marcha, ya que los pasajeros ascendían por la parte trasera de los coches”.
Así lo recuerda Jorge Raúl Girbal, un platense de 86 años que pasó buena parte de su vida investigando la historia de los tranvías de la Ciudad. Prefecto con vasta trayectoria en el Servicio Penitenciario bonaerense, primer secretario del instituto educativo MacKay, Girbal volcó sus conclusiones en el libro “Los tranvías que yo he visto”, que va por su cuarta edición independiente.
“El libro es una forma de reverenciar el tranvía, un medio de transporte con muchas virtudes y al que las ciudades más importantes del mundo procuran volver, si es que no lo han hecho ya” destaca Girbal: “debo haber viajado en todos y cada uno de los coches platenses, se puede decir que los conocí ‘personalmente’”.
“En el exterior estaban pintados con los colores de cada empresa, sobre el techo estaba el número de cada línea, y en el frente una chapa con el recorrido” repasa el experto: “los dos extremos de la unidad podían usarse como frente, por lo que no era indispensable girarla para retomar un trayecto en sentido contrario”.
ANDENES Y BULEVARES
La red de alimentación eléctrica era aérea (a sus cables se enganchaba el “trole” del vagón, pértiga metálica con roldana) y estaba sostenida por columnas de hierro, a menudo ornamentadas y con faroles en los extremos.
Las vías, generalmente de tipo “canaleta”, corrían por el centro de las calles. ramblas o avenidas; en estas últimas, existían plataformas para facilitar el abordaje de los usuarios.
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