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Deco |ARTE MILENARIO

Bonsáis eternos

Según algunas tradiciones orientales, disfrutar de cultivar pequeños árboles y plantas y conservarlos en maceta permite conseguir la eternidad

22 de Marzo de 2016 | 00:51

Para algunas escuelas seguidoras de la filosofía del Tao, el bonsái era símbolo de eternidad y un nexo entre lo divino y lo humano. Según las leyendas, quienes podían conservar un árbol en maceta tenían asegurada la eternidad y, por esa razón, tanto los monjes taoístas como algunos integrantes de la nobleza o la aristocracia china adoraban y cuidaban estos árboles y plantas pequeños.

Para Josep María Miquel, maestro de bonsáis, desde un punto de vista más materialista, “ni los árboles ni los hombres somos eternos, pero quizás lo único eterno sea el amor por la vida, una de cuyas expresiones y propulsores es el arte del bonsái”.

El bonsái se define como una planta ornamental sometida a una técnica de cultivo que impide su crecimiento mediante el corte de sus raíces y las poda de sus ramas.

“Es un arte/técnica que consiste básicamente en concentrar la fuerza de un viejo y gran árbol en un tamaño reducido”, explica Miquel, quien agrega que “casi cualquier árbol que amemos puede ser cultivado como bonsái”.

“Hace ya unos cuantas décadas, cuando empezaba la afición por los bonsáis en Europa, los aficionados al bonsái se interesaban casi exclusivamente por los árboles de Japón y de China, pero actualmente su atención se centra en el cultivo de árboles como los olivos, higueras, olmos, sabinas y pinos, entre otros”, señala.

Para Miquel es lógico que un aficionado se centre en los árboles que conoce y cuyas formas lleva grabadas en su interior. “Por ejemplo, en Europa la mayoría de la gente es capaz de imaginarse un olivo, pero es difícil encontrar aficionados que conozcan las formas que tienen los pinos japoneses en las montañas”, indica.

LA VIDA DE UN ÁRBOL RESUENA EN NUESTRA PROPIA VIDA

Consultado sobre los beneficios de esta disciplina milenaria para la persona que la practica y para el medioambiente, Miquel señala que “la vida es un tejido que no puede verse como algo aislado, y en este sentido la vida de un árbol resuena en nuestra propia vida”.

“La cantidad de oxígeno que desprende un bonsái es ridícula si la comparamos con la de un gran árbol, pero es imposible cultivar bonsáis sin aprender a amar la naturaleza, es inimaginable un aficionado al bonsái que no esté preocupado por conservar la belleza de nuestros bosques”, recalca este bonsaista.

Según Miquel el equipamiento o ‘kit’ básico de herramientas, tierra, productos, macetas, riego y semillas, que se necesita para iniciarse en este arte “es el mismo que necesitamos para cultivar cualquier planta en un balcón o terraza, excepto que las macetas son más planas y que la tierra es más ligera que la común”.

“Cultivar bonsáis es muchísimo más sencillo de lo que parece. Lo único que esta planta necesita de especial para vivir es renovarla periódicamente, lo que incluye podas y trasplantes. Claro que es imprescindible regar y abonar. El riego es muy importante, ya que se secan en pocos días”

“Es verdad que hay muchas herramientas especiales que se utilizan para dar forma a las ramas, como el alambre y las consiguientes tenazas, o para podar sin dejar cicatrices demasiado evidentes, como las podadoras cóncavas a las que llamamos ‘kuikiri’ pero, en realidad, para iniciarse hacen falta muy pocas cosas”, asegura.

“No se trata de una afición cara, aunque como todas las aficiones pueda llegar a serlo: hay herramientas forjadas a mano en Japón, o macetas de extrema calidad que son carísimas. Pero, realmente, no es necesario invertir mucho dinero para cultivar unos pequeños arbolitos”, de acuerdo a este experto.

CULTIVAR LAS PLANTAS CERCANAS

Respecto del espacio mínimo y las condiciones ambientales que requiere este tipo de plantas, Miquel destaca que “dónde crece un geranio crece un bonsái” y, aunque lo ideal es tener un jardín, “se pueden cultivar pequeños árboles en cualquier balcón o terraza. De hecho, en Japón es muy frecuente que los bonsáis se cuiden en azoteas”.

“Lo que no se puede hacer es cultivar un bonsái durante todo el año dentro de casa. Si bien hay algunas especies tropicales, como los ficus, que casi desmienten esta afirmación”, explica.

Para iniciarse en esta práctica y convertirla en una afición duradera y no pasajera, Miquel recomienda “pensar en los árboles más que en uno mismo y hacer posible y agradable su existencia. Por eso, es imprescindible cultivar especies que se adapten bien al lugar donde vivimos”.

“Dos especies especialmente resistentes son los olivos y los ficus, aunque haya que protegerlos de las heladas. Con el tiempo, cada aficionado desarrolla preferencias por un tipo de árbol: hay quienes adoran los pinos o las sabinas, y otros que prefieren la finura de los árboles de hoja caduca. Para empezar, es imprescindible cultivar bonsáis ‘fáciles’”, indica este profesional.

“Cultivar bonsáis es muchísimo más sencillo de lo que parece. Lo único que esta planta necesita de especial para vivir es renovarla periódicamente, lo que incluye podas y trasplantes. Claro que es imprescindible regar y abonar. El riego es muy importante, ya que las macetas son pequeñas y se secan en pocos días”, enfatiza.

“Hoy en día existen numerosos sistemas automáticos que facilitan el cultivo de cualquier planta y los bonsái no son una excepción. Estos sistemas antes eran muy caros y costosos, pero ahora están al alcance de cualquiera. En cuanto al abonado, no tiene ninguna dificultad especial: debe ser poco y frecuente”, señala.

MI AMIGO, EL JARDINERO DEL EMPERADOR

Josep María Miquel destaca que “los árboles interpelan a los hombres en todas las partes del mundo de la misma manera. El amor por ellos es directo y lo sienten, casi del mismo modo, desde el más profundo bonsaista hasta el más humilde aficionado”, y a continuación este maestro comparte una anécdota especialmente querida.

Miquel relata el caso de un amigo japonés quien, a causa de la especulación urbanística, perdió la mitad de su jardín.

Muchos de sus árboles eran muy valiosos y los interesados hacían cola para comprarlos, pero él regaló unos pocos a los amigos y plantó los otros en el jardín de un hospital de Oomiya, para que su alegría se transmitiera a los enfermos.

“Este señor se llama Murata Isamu, y es el cuidador de la colección de bonsáis del emperador de Japón”, señala.

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