Un aniversario para releer a un genio

Un clásico inminente de todos los tiempos, el autor de molinos y gigantes, Cervantes Saavedra, ese escritor, dramaturgo y soldado nacido en Alcalá de Henares el 29 de septiembre de 1547, vuelve a dar qué hablar e investigar cuatro siglos después de la aparición de El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha (1615), editada en aquel entonces por el mítico impresor Juan de la Cuesta. Con ese título, 10 años más tarde se publicó la continuación de la monumental novela polifónica que vio la luz en su primer tomo en 1605 bajo el nombre El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, y que tiempo después -hay quienes dicen que Cervantes nunca vivió el reconocimiento de su obra- se convirtió en el libro más traducido y editado luego de la Biblia.

LA PARODIA SIN FIN

Parodia de los relatos de caballería, Cervantes desmitificó al género de héroes épicos que primaba en las letras y sentó las bases de la literatura moderna junto a Alonso Quijano, el caballero andante que se embarcó en andanzas con su viejo caballo Rocinante y su fiel escudero Sancho Panza, revelando un mundo imaginado, exagerado y carituresco, donde nada es lo que parece ser.

Es que de tanto leer historias epopéyicas, relata Cervantes con su ocurrente pluma, Alonso Quijano cayó en la tentación y decidió lanzarse al mundo tras aventuras; eligió un nombre de honor -don Quijote de la Mancha-, y como todo buen señor, una dama de la cual enamorarse, Aldonza Lorenzo, a la que llamó Dulcinea del Toboso: El caballero hidalgo construyó su propio destino.

Audaz y burlesca, la novela anti romance, objeto de una catarata de análisis, planteó un contraste sin igual entre ficción y realidad: Quijote quiere conquistar tierras con su título de caballero pero olvida que ya no son respetados y que ese asunto se resuelve mediante guerras, o aquella trascendida metáfora cervantina en la que su personaje imagina gigantes donde sólo hay molinos de viento.

Muchos se dice acerca de que las segundas partes no son buenas o por lo menos no tanto como las primeras, pero las peripecias del caballero de la triste figura, como lo bautizó Sancho Panza, contradicen toda teoría, al menos así lo afirman especialistas cervantinos. Las razones: personajes más evolucionados, la quijotización de Sancho y la sanchificación de Don Quijote.

CONTRA LOS MOLINOS DE TIEMPO

Este 2015, con la excusa de los cuatro siglos de la última parte de Don Quijote y los 400 años de su muerte, el escritor español es celebrado en todo el mundo, principalmente en España y más en particular en Castilla-La Mancha (la tierra quijotesca), donde una programación cultural lo homenajea durante todo el año con exposiciones, conferencias y obras de teatro.

Cervantes murió a los 68 años, pobre y sin reconocimiento, pocos días antes de haber puesto punto final a su última obra “Los trabajos de Persiles y Sigismunda”.

En los registros de la parroquia San Sebastián se consigna que su fallecimiento sucedió un 23 de abril, un día después, de acuerdo con la costumbre de la época de fechar el día del entierro, y sus restos fueron inhumados en el convento de las Trinitarias, según documentos históricos.

Ni cuatro siglos ni algunos molinos de viento corrieron de escena al escritor español, clásico de clásicos -él y su creación- que zanjó la historia literaria de una vez y para siempre, allá por el 1605. Encontrar su féretro, exhumar sus restos y sepultarlo con honores es la deuda que por estos días se intenta saldar. Revisitar su obra es sin dudas el mejor homenaje.

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