La ansiedad de Bernanke

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Por ROBERT SAMUELSON

WASHINGTON.- Ben Bernanke está preocupado, y quizás todos deberíamos estarlo.

Como presidente de la Reserva Federal (Fed) entre 2006 y 2014, Bernanke, junto con otros, fue el que impidió que la peor recesión desde la Segunda Guerra Mundial se convirtiera en la Gran Depresión No.2. Ahora teme que, si se produjera otra gran recesión, la Fed no podría contenerla.

Tradicionalmente, la Fed intentó influir en la economía cambiando las tasas de interés a corto plazo. Si se cierne una recesión, la Fed recorta la tasa de los “fondos de la Fed” para estimular la demanda. Si el peligro es la inflación, la Fed eleva la tasa para aliviar las presiones sobre salarios y precios. Se supone que los cambios en la tasa de los fondos de la Fed modifican levemente las tasas de las hipotecas, los bonos corporativos y los valores del Tesoro en la misma dirección.

DEFLACION

Pero hay un límite práctico en este enfoque: una vez que la Fed cortó la tasa a cero, no puede hacer mucho más. Si la recesión es profunda, puede prolongarse más que la terapia de la Fed. Para muchos economistas, el fracaso trae consecuencias aciagas: deflación (la caída de los precios). Demasiada poca demanda en busca de demasiada oferta.

La deflación fue galopante durante la Gran Depresión. Entre 1929 y 1933, los precios al consumidor cayeron un 24 por ciento. A primera vista, la deflación parece una ventaja; el poder adquisitivo de los consumidores aumenta. Pero más allá de esos modestos beneficios, una deflación obcecada amenaza con causar un círculo vicioso de declinación económica. Los consumidores retrasan sus compras porque piensan que los precios caerán. Las cargas de las deudas se vuelven mayores, ya que los prestatarios deben pagar en dólares más caros. El desempleo se eleva y la Fed es impotente.

Para evitar esa trampa, Bernanke -mientras era presidente de la Fed- adoptó lo que se denominó una “política monetaria poco convencional”. Primero, la Fed inundó la economía con dinero al comprar lo que se estima que son 3,7 billones de dólares en bonos de hipotecas y títulos del Tesoro de Estados Unidos; el objetivo era reducir las tasas de interés a largo plazo aun más. Y segundo, la Fed dio una “guía futura”-en efecto, un compromiso no-legal- de que las tasas de interés a corto plazo permanecerían bajas por un período largo.

En un estudio presentado recientemente en el Peterson Institute, un centro de investigaciones de Washington, Bernanke juzgó que esas medidas en cierta medida ayudaron a acabar con la Gran Recesión y a sostener la recuperación. Lo que le perturba en este momento es la posibilidad de que las mismas medidas no funcionen en una recesión o crisis financiera severa en el futuro.

Ya vivimos en “un entorno de baja inflación y tasas de interés bajas”, nos dice Bernanke. La inflación de los precios al consumidor ha estado por debajo de un 2 por ciento anual, objetivo oficial de la Fed, durante más de nueve años. La tasa de interés de los fondos de la Fed está ahora en un pico de un 1,25 por ciento. Las tasas en los títulos del Tesoro a 10 años están a un 2,3 por ciento. Esos niveles bajos se producen a pesar de ocho años de recuperación y una tasa de desempleo del 4,2 por ciento.

Los economistas debaten por qué las tasas de interés y la inflación están tan bajas. Las teorías abundan: a causa de la resaca psicológica de la Gran Recesión las empresas frenan los aumentos de salarios y precios; la competición global y las nuevas tecnologías reducen las presiones ascendentes de salarios y precios; una sociedad que envejece ahorra más que una sociedad más joven.

Pero cualesquiera sean las causas, la inflación y las tasas de interés ya bajas -que son agradables mientras la economía está sana- dificultan el rescate de la Fed de una economía enfermiza que repentinamente se desliza a una crisis aguda.

COMPARACION

Consideremos una comparación entre entonces y ahora.

En 2007 y 2008, cuando la economía se estaba debilitando, la Fed recortó las tasas de los fondos federales 5,25 puntos porcentuales a cero en un poco más de un año. Ahora un recorte plausible sería entre un 1 y un 3 por ciento (la cifra más alta supone que la Fed continúa elevando la tasa de los fondos federales de sus niveles actuales sumamente bajos). La misma aritmética socava otra ronda de políticas monetarias “poco convencionales”.

Después está la deflación. Una recesión dura deprimiría los precios, amenazaría una espiral descendente de gastos e inversiones de las empresas.

En su estudio, Bernanke presenta una propuesta para permitir que la Fed escape de esa situación. Su plan es complicado y, en la práctica, involucraría que la Fed echara más dinero a una economía titubeante con la esperanza de que se recuperara y estabilizara. (Las complejidades del plan de Bernanke se extienden a su título ”Temporary Price-Level Targeting” (Apuntar temporalmente al nivel de precios). Hay otros planes sobre la mesa; queda por verse si la Fed los adoptará.

Aún así, el plan de Bernanke y su análisis representan un agregado útil al debate sobre la política económica. Sin duda habrá otra recesión, aunque no podemos saber cuándo será ni cuán severa. Bernanke se preocupa de que no estaremos listos para ella. Si no se utiliza su propuesta, ¿entonces la de quién y por qué? Son buenas preguntas sin respuesta. Quizás estemos llegando a los límites del poder de la Fed sobre la economía.

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