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Información General |PROPONEN ALTERNATIVAS PARA LAS ZONAS SIN RED CLOACAL

La proliferación de pozos ciegos sin control amenaza la calidad del Puelche

Investigadores de la Comisión de Investigaciones Científicas advierten que las napas de la Región están cada vez más contaminadas con materia fecal

La proliferación de pozos ciegos sin control amenaza la calidad del Puelche

Cuando los pozos ciegos están mal hechos se impermeabilizan y para evitar tener que vaciarlos constantemente, muchos vecinos colocan caños para descargar sus efluentes en las zanjas

Por NICOLAS MALDONADO

29 de Octubre de 2017 | 03:58
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Como en casi todas las ciudades de la Provincia, en La Plata las cloacas son un lujo de quienes viven en el casco urbano y unos pocos barrios aledaños a él. El resto de los vecinos deben ocuparse de sus propios residuos cloacales y la solución excluyente es el pozo ciego. Es así que a medida que la población se extendió territorialmente sin un acompañamiento proporcional de redes cloacales, los pozos ciegos domiciliarios crecieron en forma exponencial. Nadie sabe qué cantidad de ellos hay; lo que sí se sabe es que en su gran mayoría funcionan mal por el tipo de contaminación que se registra en las napas, arroyos y zanjas de la Región.

“Hace treinta años que venimos sacando muestras de agua de arroyos, lagunas y pozos, y hoy en casi todos hay indicadores de contaminación fecal, porque se están volcando residuos cloacales sin tratar. Un estudio hecho por hidrogeólogos de nuestra Facultad comprobó que debajo de La Plata hay un manchón de aguas subterráneas donde la concentración de nitratos supera lo permitido para consumo humano por el Código Alimentario Nacional. Y no estamos hablando del Pampeano, sino del propio Puelche, un regalo de la naturaleza que deberíamos cuidar”, alertan desde el Laboratorio de Microbiología del Instituto de Limnología Raúl Ringuelet.

“El mayor problema que tenemos son los pozos ciegos porque hoy hay tantos como casas que se han construido en zonas donde no llega la red cloacal; y la mayoría de ellos tienen el fondo por debajo de la napa o fueron construidos mal”, sostiene el doctor Alejandro Mariñelarena, jefe de ese laboratorio -que depende del CONICET y la Facultad de Ciencias Naturales- además de investigador de la CIC.

Conscientes de que se trata de una carrera contrareloj, Mariñelarena y un pequeño equipo de investigadores del Laboratorio vienen ensayando desde hace años diversas alternativas suficientemente prácticas y accesibles para reemplazar a los pozos ciegos. Pero aseguran que con eso solo no alcanza para salvar un bien tan preciado y de tanto valor estratégico para la Región como el acuífero Puelche: afirman que hace falta además que la disposición de residuos cloacales en zonas sin red comience a estar regulada y haya un órgano de contralor.

SIN CONTROL

“Cuando alguien construye su casa, la empresa concesionaria del servicio eléctrico no le da luz si no aprueba la instalación, y lo mismo con el gas, pero nadie se ocupa de controlar si el pozo ciego cumple con los requerimientos básicos ni hay, como en otros países, una normativa que regule cómo y dónde se lo puede hacer. Uno simplemente llama a un pocero que lo hace como aprendió, y si puede ahorrarse unos pesos, mejor. Es así que la mayoría de los pozos ciegos no cumple con su finalidad”, comenta Mariñelarena al explicar cómo la mayoría de ellos se han vuelto focos de contaminación fecal.

El problema –explica el doctor en microbiología- no son los pozos ciegos en sí, sino cómo y dónde están hechos. Cuando un pozo está construido con los requerimientos y en el lugar adecuado, las aguas residuales que caen en él son absorbidas lentamente por la tierra del fondo. Y al ser el suelo virgen una matriz de filtrado muy fina, basta que haya poco más de un metro desde el fondo del pozo hasta la napa freática, para que esas aguas lleguen a ella prácticamente purificadas. El problema –dice Mariñelarena- es que esto ocurre rara vez.

Cualquier innovación por efectiva que sea “no va servir de mucho si no se implementa un riguroso marco legal y de contralor” y hoy los pozos ciegos están fuera de toda jurisdicción

“Lo que sucede generalmente es que se aplica mal la tecnología –afirma-. En un alto porcentaje de los casos no se coloca una cámara séptica entre la casa y el pozo para que intercepte los sólidos y otros contaminantes. Es así que los jabones y las grasas que provienen de las piletas y los lavarropas se vuelcan directamente al pozo impermeabilizándolo. Y al dejar de absorber, el pozo a la larga se llena, lo que obliga a llamar a un camión atmósférico para vaciarlo. Para evitarse ese trámite, la gente suele poner un caño desde la cabecera del pozo a la zanja. En el mejor de los casos deja conectado sólo el inodoro al pozo, pero esto no siempre es así, lo que ha llevado a que en muchos barrios las zanjas contenga materia fecal”.

Pero las falencias en las construcción de los pozos ciegos no son el único inconveniente, también lo es su ubicación. “Si bien la altura de la napa freática es variable, hay lugares como la zona que va desde la avenida 122 hasta el Río, donde la napa está a menos de un metro de la superficie, y otras, como Romero, donde tal vez esté a tres. Por eso, si partimos de la base de que los pozos ciegos tienen en general tres o cuatro metros de profundidad, se sobreentiende que el fondo de muchos de ellos esté dentro en la napa lo que implica volcar directamente en ella la materia fecal”.

Si bien no es una novedad que la napa más superficial, el acuífero Pampeano, se encuentra en gran medida contaminado ya en la Región, Mariñelarena asegura que el problema va mucho más allá. “Desde que en la década del setenta comenzaron a realizarse pozos de extracción de agua al Puelche (el acuífero más preservado por su mayor profundidad) la presión que ejerce esa explotación al deprimirlo en ciertos puntos hace que las aguas más contaminadas que están arriba desciendan hacia él. Y si bien en el medio hay un acuitardo que ejerce como filtro existen ciertas moléculas contaminantes muy pequeñas, los nitratos, que aun así logran pasar”,.

QUE HACER

Frente a este panorama, el Laboratorio de Microbiología del ILPLA comenzó hace años a buscar soluciones alternativas para la disposición de residuos cloacales basándose para ello en tecnologías no convencionales que aplican diversos países europeos desde mediados de la década del ochenta. Y en esa búsqueda se enfocaron en principio en pensar opciones para pequeñas localidades, de hasta 10 mil habitantes, donde las plantas de tratamientos convencionales suelen no funcionar bien porque tienen un costo de mantenimiento alto que sus usuarios no están dispuestos a pagar. De ahí que muchas de esas plantas a menudo caen en situaciones de abandono que derivaban en focos de contaminación.

“Para tratar los residuos cloacales de pequeñas localidades una alternativa es lo que se conoce como un `humedal construido`, una cava impermeabilizada, rellena con materia porosa y con plantas acuáticas que sobreviven con su raíces en el agua., Tras pasar por una cámara séptica que intercepta los sólidos, las aguas cloacales circulan por el humedal, las bacterias se alimentan de sus residuos, y el agua sale por el otro extremo en condiciones de ser volcada a un cauce sin contaminar. La gran ventaja de esta alternativa es que no requiere bombas ni aireadores por lo que casi no demanda mantenimiento; y no ocupa mucho más lugar que una planta tradicional”, explican en el Laboratorio.

A una escala domiciliaria, “la mejor alternativa depende de la cantidad de terreno del que se dispone y su ubicación. Porque si el lote se encuentra ubicado en una zona donde la napa está a poca profundidad, lo aconsejable es hacer lo que se llama un `terreno de infiltración”. Se trata de una tecnología muy efectiva pero requiere contar con bastante superficie”, comentan los investigadores del Instituto Ringuelet.

Un terreno de infiltración consiste en una serie de zanjas paralelas de 50 centímetros de ancho por 50 centímetros de profundidad, con un lecho de piedra por donde corren caños perforados provenientes de la cámara séptica. Esos caños, que están cubiertos de tierra y sobre los cuales se puede hacer un jardín, distribuyen los líquidos cloacales a lo largo de una amplia superficie sin producir ningún tipo de olor ni contaminar. “Si bien es un sistema sencillo y efectivo, tiene el inconveniente de que requiere contar con bastante terreno: para hacerse una idea, una familia con cinco integrantes requeriría disponer de 64 metros cuadrados para hacer un terreno de infiltración”.

Dado que muchas familias no cuentan con tanto espacio para una solución así, en el Laboratorio de Microbiologia están analizando ahora un modelo de pozo ciego con un filtro de arena y carbono tras la cámara séptica que podría disminuir en forma significativa la cantidad de nitratos que llegan a las napas. Por lo pronto y mientras avanzan en este desarrollo, señalan que cualquier innovación por efectiva que sea “no va servir de mucho si no se implementa un riguroso marco legal y de contralor”.

Manual

Para difundir la utilización de tecnologías sencillas y económicas para depurar las aguas residuales domiciliarias, desde el Laboratorio de Microbiología del ILPLA se redactó un manual de autoconstrucción de acceso público que puede descargarse tanto desde internet (http://www.ilpla.edu.ar/manual_sistemas_tratamiento.pdf) como verse a través de un tutorial en YouTube (http://www.youtube.com/watch?v=wssKv2WyjaM)

 

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