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Por PABLO JULIANO (*)
En estos días vimos la imagen de un fotógrafo en Siria corriendo con un niño en brazos, que finalmente no pudo salvarse en la explosión de un coche bomba donde murieron más de 60 niños y niñas. Esas imágenes torturan la mente y el corazón de todo ser que es “humano”. Los chicos, según solemos escuchar, “son el futuro al que todos apuestan”, “los que deben ser preservados de los conflictos de los mayores”. Estas y muchas frases más intentan mostrarlos como aquello por lo que se desvelan los mayores; sin dudas son destinatarios de bellas palabras y los mejores sentimientos.
Sin embargo, lejos de ese extremo de los horrores de la guerra, los mayores encuentran formas de apropiarse de sus derechos. Pareciera ser que la corrupción aún no es lo suficientemente condenada y expuesta como la peor forma de robar y terminar con la proyección de una generación entera. Los niños y las niñas son alabados con adjetivos y mal usados en los hechos.
Los niños y las niñas son alabados con adjetivos y mal usados en los hechos
Pero, si esto es así, ¿por qué las guerras, el hambre, la corrupción, la explotación, y el uso indebido de su imagen son la moneda corriente que vemos circular sin distinción de fronteras?
Ellos, en su recorrido a la adultez, son los principales destinatarios de mensajes consumistas, de la droga y el alcohol. Son el objetivo de muchos negocios legales e ilegales. También son las principales víctimas de la violencia en general y muy especialmente de la de género.
Pese a que no tienen voz ni voto, deberíamos recurrir a un pacto de la política en donde todos podamos poner un freno al uso y abuso que la política hace de los niños y niñas como escudo protectores de los intereses de los adultos.
Todos recordamos cuando los chicos fueron utilizados como títeres para escupir e insultar figuras de periodistas y opositores. Y últimamente hemos visto cómo son usados para ponerlos al frente junto a mujeres en la ocupación de espacios públicos. Esas situaciones no se contemplaban ni en las guerras de la antigüedad. No hay ideología ni estrategia que disculpe el hecho de usar a los chicos como avanzada en la toma de calles.
También debemos rechazar su uso en la propaganda política. Esto lo hizo la CGT promocionando en un spot televisivo el paro general que se concretó el 6 de abril.
Lamentablemente, aquí debemos también citar el conflicto docente por reclamos salariales y cómo algunos gremialistas evidenciaron estar más comprometidos con intereses políticos que con el legítimo interés de los maestros y los niños que perdieron días de clases.
Los casos citados merecen algunas preguntas:
¿Qué los motiva a usar la imagen y el cuerpo presente de niños en las luchas políticas y sociales de los adultos?
¿Qué fuerza moral y de legitimidad puede invocarse si necesitan de niños para exponerla o concretarla?
¿Cuál es el límite que debemos imponer los que ejercemos responsabilidades sociales y políticas?
Se puede considerar que la “Convención de las Naciones Unidas de los Derechos del Niño” y la ley 26.061 de “Protección Integral de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes” no le imponen al Estado ningún tipo de acciones para actuar ante este uso de los menores; por eso nada impide que podamos celebrar un acuerdo entre distintas instituciones, actores sociales y políticos con el objetivo de terminar con el uso que se hace de los niños y niñas en las “batallas” de los adultos.
Todos recordamos cuando los chicos fueron utilizados como títeres para escupir e insultar figuras de periodistas y opositores
Los partidos políticos, los movimientos sociales que reciben fondos públicos, las iglesias de distintos credos son claves en esta propuesta de acuerdo. Todos ocupan espacios relevantes en la interacción social, y deberían avanzar en la pacificación, mínimamente, protegiéndolos o quitándolos de toda disputa, disenso o conflicto. Los chicos deberían crecer en un ámbito de esparcimiento, paz y amor. Bastante sufren la violencia de las calles, a veces la intrafamiliar, y el hambre, como para sumar a sus vidas los enfrentamientos de los mayores. Es por esto que sostengo que en la política con los chicos no se juega.
(*) Abogado. Presidente de la Juventud Radical de la Provincia
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