Fachadas desprotegidas ante la incontrolable ola de grafitis y de pintadas

Edición Impresa

Una nota realizada en este diario reflejó detalles y referencias sobre el verdadero flagelo que enfrentan los propietarios de viviendas de nuestra ciudad, sometidos al constante pintado de grafitis con aerosol en los frentes de esos domicilios, en base a una práctica que se reitera hace muchos años sin que las autoridades atinen a erradicarla o a reducirla a su mínima expresión. Desde luego que los primeros y principales perjudicados son los dueños de esas casas particulares, obligados, en la medida de sus posibilidades, a repintar sus propiedades y a afrontar los costos emergentes.

Según se señaló, el deterioro del espacio urbano es extremo. Ya se pinta sobre lo pintado. En muchos casos se utilizan materiales que corroen las paredes o impiden la limpieza, tal como lo indicaron especialistas de la cátedra de Muralismo y Arte Público de la facultad de Bellas Artes. Añadieron que, cuando se habla de grafitis es preciso diferenciar al grafiti artístico de los llamados tags (firmas) o marcas que sólo ensucian, que persiguen un objetivo que está lejos del arte y que hoy en La Plata ha copado todo.

Esa modalidad la diferenciaron de algunas pinturas que concretan artistas urbanos reconocidos. Asimismo una especialista marcó las diferencias existentes entre el centro y las barrios, ya que por ser una expresión urbana, el grafiti prefiere las zonas más céntricas. Asimismo, se señaló que el espacio público platense está invadido por leyendas, aunque aseguraron que la salida punitiva no sirve.

Entre tanto, la dueña platense de una propiedad puso de relieve que debió repintar una puerta del frente en cuatro oportunidades, y que por el repintado de todo el frente le pasaron hace dos meses un presupuesto de 30 mil pesos. Indicó que las paredes del frente son de granito, de modo que su restauración exige trabajos muy exhaustivos de limpieza. Se agregó que el dueño de la dietética ubicada en cercanías del Pasaje Dardo Rocha debió gastar esa suma para pintar la fachada del comercio, aunque muy pronto los grafitis volvieron a echar todo a perder.

Lo cierto es que desde hace mucho tiempo, nuestra ciudad asiste indefensa a una verdadera puja competitiva en materia de pintadas, en la que no sólo han quedado involucrados en esa suerte de competencia los frentes particulares, sino sedes gubernamentales, escuelas, hospitales y establecimientos de toda índole, que muestran los testimonios de grafitis y todo tipo de leyendas.

Cabe recordar que rigen en la materia ordenanzas que determinan cuáles son las superficies que pueden utilizarse, pero resulta evidente que nadie respeta tales condiciones y emprende, aerosol en mano, contra cualquier pared sin que nadie intervenga para evitarlo.

Si bien la modalidad más dañina la constituyen las inscripciones con aerosoles, la mayoría de ellas indelebles, que obligan a una costosa reparación, también la pegatina de carteles resulta nociva cuando no se ajusta a las especificaciones contenidas en las reglamentaciones vigentes.

Estos verdaderos atentados que afean el espacio público no sólo requieren de una mayor fiscalización municipal, en el sentido de aplicar las reglamentaciones vigentes a los autores de estas agresiones, sino que reclama asimismo la realización de campañas educativas -que puedan ser tan persistentes como persuasivas- destinadas a que se tome conciencia de que los frentes de los edificios forman parte del patrimonio urbanístico y que éste pertenece a todos, no a quienes deciden por cuenta propia, en base a un erróneo concepto de lo que debe ser la libertad, utilizarlos para hacer propaganda.

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE