“Si llega a venir, la cosa va a cambiar”, habría anunciado el acusado

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El peso de transitar por la vida se le hizo evidente a muy temprana edad a E.R. Con menos de 20 años, luego de ser víctima de un ataque sexual huyó de su Uruguay natal hacia la Argentina, en busca de paz y de la posibilidad de rehacer su vida.

En La Plata conoció a Gabriel Adrián Landívar, quien sería su marido y el padre de sus dos hijos, y comenzó a desarrollar su profesión como peluquera.

La relación llegaría a su fin a principios de 2018, cuando, cansada de los presuntos celos extremos y actitudes violentas de su esposo, E. R. tomaría la decisión de separarse y comenzar de nuevo.

Así fue como se dieron una oportunidad con Fernando Waldemar Torres (49), “Pelusa”, un uruguayo que sufría de paraplejía y a quien conocía desde hacía 20 años. El hermano de Pelusa había estado casado con la hermana de E.R. y él también venía de una relación terminada.

Poco más de una década después, la joven volvería a ser golpeada por la tragedia.

AMENAZAS Y ATAQUES

La separación entre E.R. y Landívar fue conflictiva desde un comienzo, según indicaron allegados.

El hombre no quería culminar la relación y así se lo hizo saber en más de una oportunidad.

En diálogo con EL DIA, la hermana de E.R., a quien se identifica como A., contó que la mujer “fue amenazada y perseguida muchas veces. Llegó hasta tirarle el auto encima en la puerta de la casa, mientras ella tenía a la nena en brazos”.

Por esos hechos, E.R. realizó una denuncia e incluso contrató a una abogada para iniciar los trámites de divorcio.

Mientras tanto, su vínculo con Torres crecía a través de las redes sociales, y las ganas de verse en persona los motivó a organizar una escapada de él hacia La Plata. La fecha elegida fue el viernes 5 de octubre y Torres debía arribar por la tarde, pero extravió su cédula de identidad y debió realizar una de urgencia en Colonia. Por eso su llegada se dio cerca de la medianoche.

Landívar se enteró de la incipiente relación y expresó su desacuerdo en más de una oportunidad. Incluso habría llegado a advertir: “Mientras estés vos acá y él en Uruguay, sigue todo normal. Si llega a venir, la cosa va a cambiar”.

“AHORA SÍ EMPEZÓ LA FIESTA”

Según el relato de A., en la fatídica noche del viernes, Landívar forzó la primera reja, que da a un pasillo. Para abrir la segunda puerta, utilizó una llave que “no debería haber tenido”. Pasó por una tercera puerta y encontró la escena que estaba buscando. Su ex mujer cenaba una pizza junto a Torres. Apenas habían dado cuenta de una porción cuando lo vieron erguido bajo la luz del comedor, según la reconstrucción que se hizo en base a lo que contó E.R.

Lo primero que notaron fue el arma que traía en su mano derecha. Tal vez por eso no prestaron atención a la bolsa que portaba en la izquierda. De su interior sacó una botella, pastillas, precintos, una picana y guantes de goma, según indicó.

“Ahora sí empezó la fiesta”, les habría dicho. Observando a cada uno, habría agregado: “Te planchaste el pelo, putita. Mirá cómo se te produce para vos, para mí nunca te pusiste así”, contó A. Con la pistola siempre a la vista, los ató, indicó la fuente.

Según la hermana de la víctima, Landívar la acosaba y hasta intentó atropellarla

 

Primero a Torres, a quien le precintó ambas manos a las ruedas de su silla, y luego fue por su ex esposa. “¿No me amás? Disfrutá”, le susurró. Entonces arrancó la manguera de gas de una estufa, le aplicó un “alargue” y, tras acercar el tubo al rostro de Torres, le tapó la cabeza con una bolsa de nylon explicó la mujer, coincidiendo con el relato policial.

Con ambos reducidos, (y siempre según lo expresado por la víctima) comenzó un juego de perversión que se extendió por al menos una hora.

“Si no me amás a mí, no vas a amar a nadie”, le habría dicho a E.R. Mientras habría atacado a Torres con una maniobra de ahogamiento. Éste, por su parte, intentaba calmar a su agresor cada vez que lo dejaba respirar, contó A.

Según la familiar, E.R. contó que Landívar se mostraba furioso y le ordenó a su ex: “Sacáte la ropa”. Ante la negativa, habría tomado otra bolsa y aplicado a la joven el mismo tormento que al hombre.

De tanto en tanto los obligaba a tomar el brebaje que había preparado, añadió A. También les habría revelado la “vigilancia” sobre la casa y la planificación del ataque.

“Boluda, te vi cuando saliste a comprar una coca cola. Y vos boludo, ¿venías marcha atrás? Desde las 7 (de la tarde) te estoy esperando. No podías encontrar la casa, que te tuvo que ir a buscar”, habría tirado.

Por último, según A., al acusado detalló sus intenciones. “Tengo todo planeado, esto va a ser una escena de amor en la que él no aguantó. La rueda se quedó atrancada en la llave de gas y vas a ver cómo no se dan cuenta”, habría dicho.

En todo el tiempo que duraron las torturas (que incluyeron la picana), E.R. le pidió por favor que se detuviese. “Se lo pidió por los hijos, pero él le respondió ‘que se críen solos’. No le importó nada”, aseguró A.

La secuencia culminó con Torres muerto y Landívar detenido por el crimen.

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