Muchos viajes por el mundo pero sin una visita a su país

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Francisco ya hizo miles de kilómetros por el mundo en su lustro de pontificado. Pero hay un lugar que aún lo espera: Argentina, su país natal, que este año tampoco tiene en agenda. Y el próximo probablemente menos porque es electoral.

Estuvo cerca varias veces: pasó por Brasil y recientemente por Chile y Perú, pero sólo sobrevoló el cielo argentino. Nunca bajó a tierra desde que fuera consagrado jefe de la Iglesia Católica.

¿Razones políticas?. Nunca se va a reconocer públicamente pero su ausencia apuntaría para ese lado. Por la grieta, sospechan muchos. Otros de un supuesto recelo con el gobierno de Mauricio Macri -una suspicacia que sale principalmente de fuentes kirchneristas-. Lo cierto es que en 5 años, Francisco desistió de volver a su país, al contrario de otros Pontífices, como Juan Pablo II (que visitó varias veces su tierra, Polonia) y Benedicto XVI (Alemania).

FLORES LO EXTRAÑA

Mientras, Flores lo recuerda así: un niño correteando por las calles, un joven madurando su vocación, un sacerdote cercano a la gente del barrio, su barrio, el que lo vio nacer y que, cinco años después, no pierde la esperanza de que el padre Jorge regrese al terruño.

El barrio porteño de clase media trabajadora, forjado por inmigrantes y sin atractivos turísticos a la vista, vio alterado su ritmo apacible cuando aquel 13 de marzo de 2013 resonó por todo el orbe el “habemus papam”.

“La gente entraba a la iglesia corriendo desde la calle. Empezaron a sonar las campanas. Una señora me abraza y me dice: ‘¡Bergoglio es el Papa!’”, recuerda Luis Avellaneda, secretario de la Basílica San José de Flores, la iglesia que el sumo pontífice frecuentó hasta abrazar la vida religiosa.

Fue allí mismo, en un confesionario a pasos de la puerta, donde Jorge Mario Bergoglio sintió que Dios lo llamaba, un punto hasta el que desde hace cinco años peregrinan turistas y feligreses para intentar comprender -a fuerza de esos “pequeños detalles”, como los llama Avellaneda- cómo un hombre cualquiera llega un día a ocupar la Cátedra de San Pedro.

Avellaneda cuenta a Efe que, tras unos “meses agitados de visitas masivas” al templo, ahora todo está más calmo, aunque hay gente que sigue viniendo a conocer “los detalles de esta historia” y un sitio que es “un hito” para la vida personal y sacerdotal de Bergoglio.

La basílica, de reciente restauración, es parada obligada del “tour papal” que organiza el Gobierno porteño para los turistas, quienes, como recuerdo, se llevan estampas, pegatinas y libros de Francisco de una tienda contigua.

A pocas cuadras de allí, el gallego Ramón Casabella sale sonriente a abrir la puerta tras escuchar el timbrazo cotidiano de los curiosos que se detienen en la casa que vio nacer al papa.

Casabella cuenta a Efe que, a través de un amigo en común, llegó a conocer a Bergoglio, a quien define como “una persona más”, con quien “se puede hablar de cualquier tema” y con un “carácter espectacular”. Admite que le da “un poco de pena” que Francisco no visite Argentina, pero que no pierde la fe y se ilusiona con que un día sea el propio Bergoglio el que le toque el timbre.

No se olvidan de rezar por él, especialmente cuando emprende viajes apostólicos, y comprenden, asegura Marta, que de momento el destino no sea Argentina porque “no somos egoístas y está ocupado con los problemas del mundo”.

 

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