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La Ciudad |Historias platenses

La ciudad escrita

Una camada de escritores sitúa su trabajo en el contexto local e intenta darle impulso al boom literario platense

La ciudad escrita

Eric Schierloh; escritor, traductor y director de la editorial artesanal Barba de abejas

3 de Marzo de 2018 | 02:11
Edición impresa

Por FACUNDO ARROYO
historiasplatenses@gmail.com

El escritor Daniel Krupa está subido a un árbol. Quiere entrar al zoológico de La Plata y escaparse arriba de la jirafa. En realidad quien hace eso es Klausen, el protagonista de su nueva novela El sobretodo metafísico (Club Hem). Pero es difícil diferenciarlos, aunque Krupa sea pelado y el personaje, según él, tenga pelo. La distopía de la obra que transcurre en La Plata es un punto de partida posible para pensar la nueva narrativa local. Esa que tuvo un punto de inflexión hace unos años y que, como si fuera Moby Dick avanzando hacia la embarcación del Capitán Ahab, no disminuye su embestida.

“Me llevó un tiempo sacar conclusiones sobre el por qué hacer de la ciudad en la que vivo el escenario de mis textos de ficción. La primera cuestión sería que La Plata es una ficción en sí misma; ese relato iluminista sobre el que se funda, donde lo que primaba era la razón y nada más, es casi una provocación para rescribirlo de una y mil maneras”, explica Daniel Krupa, que nació en 1977 y lleva editadas cinco novelas. “El solo hecho de que haya sido planificada por un par de muchachos que perseguían la idea de una ciudad perfecta, -agrega- ya implica un poco de agua para tirarnos de cabeza desde la ficción”.

Además, el escritor afincado en la localidad rural de Ignacio Correas explica que “le resulta al menos llamativo que una ciudad en la que sobran rincones arquitectónicos a partir de los que se asientan fuertes intencionalidades políticas, culturales, económicas, represivas y hasta celestiales, no se haya transformado con mayor ímpetu en materia prima para los prosistas locales”.

Con el comienzo del nuevo siglo la narrativa platense comenzó a proliferar

 

Pero eso está cambiando. Recién con el comienzo del nuevo siglo la narrativa de la ciudad comenzó a proliferar. Es verdad que la crisis institucional del 2001 generó nuevas metodologías de producción y ahí también estuvo la gestión independiente de la literatura. Pero hubo un gesto fundador que provocó un cambio en la producción literaria de la ciudad: la creación de la editorial independiente Mil Botellas. Además de estar integrada por actores importantes del circuito como Ramón Tarruela (su director), el emprendimiento no sólo trató de editar a autores locales y aumentar la producción escrita, también generó ciclos de lectura y presentaciones, talleres y hasta una forma nueva de llevar adelante un proyecto cultural.

Juan Bautista Duizeide es escritor y navegante. Gracias a una extensa carrera literaria y a su nivel de lecturas críticas se convirtió en un referente de la narrativa para la ciudad. Aunque hace tres años se mudó al Delta, sigue estrictamente vinculado al desarrollo local de la literatura.

“Mil Botellas fue la pionera, pero sobre todo el surgimiento de un grupo de editoriales –Club Hem, Pixel, Malisia, Eme- no sólo produjo un cambio cuantitativo, más libros de autores platenses, sino sobre cualitativo: otras políticas editoriales”, opina y agrega: “resulta notable que durante un par de décadas prácticamente hubo un solo novelista platense que publicara de manera regular: Gabriel Bañez, y lo hacía en una editorial porteña, Sudamericana. Hoy se han multiplicado los autores y las propuestas estéticas”.

En la actualidad hay muchos escritores en La Plata produciendo obra. Pero uno de los puntos fuertes de esa proliferación es el foco en la ciudad. Esas historias que transcurren en territorio local son diversas; alternan el tiempo, los lugares, las temáticas y las clases sociales. Se hace hincapié en la narrativa pero esto también sucede con la poesía, los libros históricos y ensayísticos y hasta con las producciones que se enmarcan en otras ciencias sociales como la antropología, la sociología y la psicología.

Eric Schierloh (escritor, traductor y director de la editorial Barba de Abejas) repasa algunos nombres históricos de la ciudad escrita: Behety, López Merino, Ameghino, Almafuerte, Speroni, Preler, Castillo, Mux, Bañez, Ríos, Fiebelkorn, Axat, Arteca, Duizeide. “Esos y los autores de cientos de artículos en las viejas publicaciones del Museo de Ciencias Naturales sobre el origen del territorio, poblaciones nativas, flora y fauna, cursos fluviales, etc.”, explica y a los que JB Duizeide agrega dos más: “Desde la fundación de la ciudad, hasta que entran a tallar las pequeñas editoriales, tengo identificado un mapa de narradores apreciables que no escribieron directamente acerca de la ciudad, sino que escribieron desde ella. Dos casos paradigmáticos: Benito Lynch y Tavie Mariani”.

ENSAYOS FICCIONADOS

“Era una noche de abril de 1973, y había enorme cola frente al Estadio Atenas (…) El 11 de marzo se había votado tras la dictadura que empezó Onganía y concluyó Lanusse, y el FREJULI ganó en forma arrolladora (…) De cosas así se hablaba en la cola. El más viejo tenía 30 años. Los más jóvenes, 13 o 14. Nadie usaba zapatos. Había vaqueros, camperas, túnicas indias, sandalias, montgomery, zapatillas, pañuelos, vinchas, collares, pelo largo (…) Había parejas abrazadas, clima relajado y predisposición a gozar lo que iban a ofrecer Aquelarre y Pescado Rabioso”.

Lo que hace el escritor Horacio Fiebelkorn en Cerrá cuando te vayas (Club Hem) -digamos: pequeños ensayos ficcionados- es volver a contar lugares, emociones y acontecimientos perdidos en la memoria de los que estuvieron. En este caso, por ejemplo, retoma la presentación casi olvidada de una de las formaciones del Flaco (Luis Alberto) Spinetta en la ciudad. Un hecho que no quedó registrado en ningún libro de música. Una historia que se transmitía en forma oral, de vez en cuando, por algún bar o centro cultural.

“Fue escrito luego de constatar que nadie -repito, nadie- había escrito jamás sobre eso. Es más: en algún momento, en alguna reunión social, me tocó conocer a Ripoll, que fue director de la revista Pelo. Como al pasar, le pregunté si recordaba ese recital del 73. No lo recordaba, y prometió buscar en sus archivos. No sucedió”, explica el también poeta Fiebelkorn. De modo tal que asumió que debía escribir esa “crónica” –así la define él– 40 años después del concierto.

“Alguien tenía que hacerlo -aclara-y decidí que iba a ser yo. Lo hermoso fue comprobar luego cuánta gente conocida estuvo en ese concierto, y lo importante que fue para todos nosotros”.

“La gente iba y venía por las veredas internas de Plaza San Martín. Algunos se daban vuelta y me miraban. Por el olor, supongo. Y porque no eran más de las tres de la tarde (…) Me había colgado con las palomas que revoloteaban sobre los pañuelos blancos, pintados en círculo alrededor de la estatua por las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo cuando a lo lejos vi venir a una morocha. Tardé un poco en caer que era la misma chica que había conocido ese fin de semana en el Tinto Bar (…)”.

LAS PLAZAS

Canción familiar (independiente), del periodista cultural Juan Andrade empieza en una plaza. Las plazas –se sabe, La Plata tiene una cada seis cuadras- son un mundo simbólico de historias que comienzan a ser contadas. Reales y ficticias, narrativas. “No creo que se pueda escribir sobre una ciudad, como si fuera una totalidad abarcable, sino sobre ciertos lugares y personajes que se podrían encontrar en sus calles. Cuando escribí la novela no tenía presentes muchas ficciones ambientadas en la ciudad, salvo casos como el de Bioy Casares con La aventura de un fotógrafo en La Plata”, explica Andrade. Dice que en su momento le pareció raro ese aspecto porque para él tenía y sigue teniendo escenarios y rincones que son muy característicos y que funcionan a nivel literario.

En las novelas hay escenas que se desarrollan en diferentes plazas de la ciudad

 

Andrade cuenta que en su novela hay varias escenas en las plazas: Moreno, San Martín, Rocha. Quería que alguien que nunca hubiera pisado La Plata pudiera encontrar algún detalle particular, un indicio de cómo podía ser la vida de un joven en la ciudad en los 90. “Y que al mismo tiempo, si caía en las manos de un platense, no le resultara un embole, una lista de lugares comunes”, concluye.

“Una cortina de humo espeso se adueñó del aire y propagó un tufo áspero, seguido por una lluvia de cenizas verdosas y grises; según para dónde corría el viento el barrio entero se veía invadido los domingos por la quema del basural en el descampado de la vía vieja, frente a la escuela; a veces no se podía estar por la fetidez, a campo abierto los olores corren por pasillos, son indisimulables”, describe Esteban López Brusa en El lecho (EME), su novela que se corre del casco urbano y enfoca el suburbio platense bajo la sombra de una tragedia. Un barrio que, como muchos, fue arrasado por la inundación del 2 de abril.

“No sé por qué elegí ese contexto de la ciudad inundada”, comenta López Brusa. Se adaptó a su deseo de narrar una historia que involucrara a una madre joven y pobre con su bebé, que vino más por ahí, que por allí se organizó la trama. “Uno de mis hijos y su madre padecieron de cerca la invasión del agua, tuvieron dos metros de agua en la casa. Pero me parece que la catástrofe en la novela funciona como una temporalidad acotada, y que no es la única: la vida en el barrio viene de antes y sigue después. Hay un quiebre entre lo que se visibiliza en la tragedia y lo que permanece oculto el resto del tiempo social”.

López Brusa dice que las ciudades muchas veces son meras excusas para la literatura. “A cualquier ciudad se la puede versionar de mil maneras inimaginables (¡imaginables!). Por suerte aparecen año a año narradores y poetas que irán tomándole el pulso a La Plata”, explica y además aclara que lo bueno es que se enriquezca la circulación de literatura, y no de otra cosa.

BOOM LITERARIO

Otros autores forman parte del boom literario de la ciudad. Son nóbeles escritores que sitúan sus historias en La Plata: Francisco Magallanes, Franco Dall´Oste, José Supera y Camila Sadi. Por supuesto, están los reconocidos Leopoldo Brizuela y Aurora Venturini. Y dos inevitables de la poesía, aunque haya un gran número de poetas, como Julián Axat y Mariano Dubín.

No se escribe sobre la ciudad, se escriben historias que ocurren aquí”, dice Fiebelkorn

 

¿Qué se viene? Duizeide lanza una novedad en potencial sobre Brizuela y además reflexiona: “Sé que está escribiendo acerca de Ensenada, lo cual me parece otra forma de desplazamiento interesante: un mínimo desplazamiento espacial que es un máximo desplazamiento social, cultural, ideológico”. De la ciudad capital, poblada por funcionarios, burócratas, profesionales que pretenden parecerse a los de Buenos Aires, estudiantes hijos de las familias prósperas del llamado interior -piensa-, a una ciudad portuaria, cosmopolita y decididamente proletaria.

Horacio Fiebelkorn piensa y levanta el mentón para hacer una aclaración: “Pensemos a la ciudad como una trama joven, cuya narrativa despunta en estos años con solidez en términos colectivos y a través de editoriales locales. No se escribe sobre la ciudad. Se escriben historias que transcurren aquí. De eso se trata”.

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Eric Schierloh; escritor, traductor y director de la editorial artesanal Barba de abejas

Horacio Fiebelkorn y Daniel Krupa en el Teatro de la UNLP.

Juan Andrade, autor de Canción familiar

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