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La Ciudad |HISTORIAS PLATENSES

Las jóvenes de La Plata retoman el arte del bordado

Nuevas generaciones de mujeres toman aguja e hilo para recuperar una tradición que parecía olvidada: el bordado

Las jóvenes de La Plata retoman el arte del bordado

Florencia Russi en su taller Border Bordar con alumnas / César Santoro

31 de Marzo de 2018 | 03:41
Edición impresa

Por LUCÍA MEDINA (*)
historiasplatenses@gmail.com

Una noche de 2016 Martina fue a una fiesta con amigos. Hacía meses que estaba incómoda en su trabajo: no le pagaban lo que correspondía, el ambiente no le gustaba y tampoco sentía un crecimiento profesional. Esta fotógrafa de 27 años, nacida en Tapalqué, llegó a La Plata en 2015 buscando un cambio de aire, pero no lograba dedicarse 100 por ciento a su oficio. Hija de diseñadora y amante de la moda, en esos meses había empezado a customizar -decorar o personalizar- con parches bordados su ropa. Rápido sus piezas tuvieron buena llegada entre amigos y conocidos. Le pedían trabajos y la incentivaban a hacer más cosas. Entonces sucedió. En la típica fiesta estudiantil en una casona de La Plata alumbró la idea: crear su propia marca de ropa bordada a mano.

Hoy la mesa del comedor está cubierta de remeras, dibujos e hilos para la nueva colección de Lazarus, su marca de ropa bordada. Martina Manuel (27) convirtió su departamento en un estudio donde trabaja 10 horas por día bordando buzos y remeras a mano. Además de usar el tradicional hilo y bastidor, la mayoría de sus trabajos se distinguen porque emplea la aguja Kantan, una herramienta pensada para bordar pedrería (mostacillas y canutillos, pequeñas piedras de colores) que no se consigue en mercerías sino en sitios de comercio electrónico como E-bay o Amazon, y que le permite hacer líneas y formas orgánicas de manera rápida y precisa.

Además, ella misma saca las fotos de los diseños, gestiona las redes sociales y la tienda online, hace los envíos por correo y responde los mails. “En 2002 yo tenía 12 años, y me acuerdo que estaban de moda las fajas bordadas con mostacillas, corséts bordados, todo eso. Mi vieja, que era la modista del pueblo y la tenía re clara bordando, me empezó a enseñar y yo la ayudaba a salir del apuro en la época de egresos, sobre todo. Pero nunca pensé que iba a tener una marca de bordado ni de ropa. Yo quería ser fotógrafa, soy fotógrafa, y pensaba solo en hacer eso”, recuerda Martina.

LOS CAMINOS DE LA AGUJA

A lo largo de la historia, las ideas y asociaciones en torno al bordado fueron mutando. En el siglo XIX se lo consideraba un arte menor, una actividad del universo femenino, que se enseñaba a las niñas y mujeres tanto en el hogar como en la escuela. Esta labor “propia de su sexo” era un pasatiempo ideal para las mujeres dentro del hogar. Su origen en el seno doméstico hace que aún hoy difícilmente sea reconocido como arte. Se lo considera un trabajo artesano que requiere tiempo y concentración y que en general se transmite de abuela a madres y de madres a hijas.

Pero también fue en ese contexto de conversación y unión, lejos de las tareas domésticas, que las mujeres encontraron no sólo un espacio de vínculo creativo, por fuera de la mirada masculina, sino también una forma de aportar a la economía del hogar. Además, las sufragistas, el movimiento internacional por el derecho al voto femenino del siglo XIX y XX, aprovecharon la popularidad del bordado como medio para comunicar sus mensajes y reclamar sus derechos con banderas y pancartas. Y en los años 70, las artistas feministas retomaron el arte textil como medio de expresión.

Pero el bordado del siglo XXI es una técnica popular que atraviesa clases sociales y no discrimina géneros. Con el renacimiento de los pasatiempos laboriosos nos encontramos con artistas de la talla de Leo Chiacho &Daniel Giannone, una pareja de artistas que expone obras bordadas que pueden llegar a medir tres metros de ancho por circo de largo en museos de Buenos Aires y del mundo. Y también con millenials como Elin (@petronella.art) y Charles (@charleshenry), una joven pareja de bordadores francosuiza que viaja por el mundo dictando talleresy mostrando su vida artística en Instagram.

ESCUELA DE BORDADORAS SIGLO XXI

A Florencia Russi (30) la mudanza a La Plata también la acercó al bordado de manera inesperada. Oriunda de José Mármol, su relación con un platense la trajo a vivir a la ciudad.“Trabajaba en Capital, vivía acá, pero conocía poca gente y empecé un curso porque quería tener algo mío en La Plata. Arranqué pensando: lo dejo en un mes. Nunca había cosido un bolsillo y había arrancado carreras y las había dejado. Era más para estar un rato con un grupo de pibas que otra cosa. Pero la flasheé, me enamoré mal del bordado. Dije: quiero vivir de esto. Todavía no lo logré pero estoy encaminada”.

Después de empezar, Florencia siguió bordando con bastidor, aguja e hilo, mejorando su técnica y profesionalizándose. A mediados de 2015 comenzó a dar cursos intensivos (con duración de algunas horas) y anuales en su casa dos veces por semana. Cuando su novio no estaba, el comedor de su casa se llenaba de hilos, agujas y ocho chicas hablando sin parar. Una pared entera se llenó de bastidores, pero ella se sentía limitada. Se decidió alquilar un espacio propio para dictar los talleres. A fines de 2017 Border Bordar, su marca, se convirtió en el primer espacio en La Plata que dicta talleres de bordado intensivos y proyectuales con diferentes técnicas de lunes a jueves.

¿Es un taller literario?, le preguntaban vecinos cuando abrió el local a pocas cuadras de Parque Saavedra. “Las señoras no lo pueden creer, cuando les cuento automáticamente me empiezan a contar todo lo que hacían y bordaban ellas”, comenta Florencia. Border se distingue del resto de los comercios de la cuadra por su amplia vidriera ilustrada con dibujos de árboles y montañas que simulan el hilo.

Adentro hay una mesa rectangular de madera con ocho sillas blancas y una pared entera está cubierta de bastidores y cuadritos con bordados de Russi y sus alumnas. Por este espacio pasan entre 25 y 30 chicas por mes, en grupos de 8 alumnas. El 95% son mujeres de entre 25 y 35 años, pero también asisten dos señoras del barrio, una de 87 y otra de 90. Y aunque le cuesta convencer a los hombres de que la técnica trasciende al género, hace poco tuvo a su primer alumno en un taller intensivo.

OTRA FORMA DE MEDITACIÓN

En plena era digital el regreso a los saberes ancestrales representa una vuelta a las raíces. Muchas mujeres sub 30 encuentran en la aguja y el hilo un espacio para liberar la mente de las presiones cotidianas, el estrés de la rutina y el trabajo. En una época en la todo nos llega a través de las pantallas, la vuelta a los oficios de nuestras abuelas o madres representa para algunas una nueva forma de meditación a un ritmo distinto al que nos exigen estos tiempos. A la vez, el bordado incentiva la creatividad manual en espacios de intercambio fortaleciendo el lazo social entre mujeres de diferentes edades y contextos.

“La mayoría de las chicas que viene al taller encuentra un espacio de intercambio y de descarga personal. Ya sea del laburo, de las parejas o de lo que sea. Ellas mismas me lo dicen: ´Espero a que sea el miércoles para venir´. Encuentran un lugar fuera de lo habitual. Me pasó a mi cuando hice ese taller como alumna”, comenta Florencia. Es que en los talleres de Border pasan muchas cosas: se comparten saberes, se generan amistades, algunas chicas se han ido de viaje juntas, se llora, se habla de muchos temas, pero siempre con un bordado en la mano.

A Martina el bordado la ayudó a matar su ansiedad. “Yo antes fumaba mucho porque no sabía matar mi ansiedad, pero de pronto estoy 10 hs bordando tranquila, con mis momentos, y no me prendí un solo cigarrillo en todo el día”, reflexiona.

LA MURGA COMO ESCUELA

A los 15 años, Ernestina fue a su primer corso en City Bell. Más allá del baile, la música y todo el despliegue de una murga, le llamó la atención una pollera de tul de colores con mostacillas cosidas que llevaba una murguista. Ese año se unió a la murga Divorciados de la mufa, donde una compañera le enseñó a bordar los apliques, pequeños dibujos hechos de piedras como mostacillas, canutillos o lentejuelas. Así los murgueros decoran sus trajes para los corsos. “Después empecé a recolectar técnicas y fui armando la mía. Me enseñaron murgueros de La Plata y de Mar del Plata. Yo miraba todo, y si estaban bordando les preguntaba cómo lo hacían”, recuerda Ernestina Autino (28).

Con el tiempo se fue profesionalizando en el bordado con pedrería. Hizo algunos cursos en academias de alta costura de la ciudad, pero sus referentes siguen siendo sus compañeros y compañeras de murga, allí hay varones que bordan bien y prolijo. “En la murga hemos hecho cosas muy buenas y se aprende mucho más que en los institutos privados. La murga es escuela. Tengo muchos compañeros que bordan muy bien, hay mucho talento en ese espacio”, afirma.

Después de años de bordar haciendo apliques, charreteras o levas para trajes de compañeros de su murga y de otras, Ernestina se dio cuenta que podía trabajar de lo que sabía. También había hecho un terciario de corte y moldería y podía confeccionar sus propios trajes.“Al ser trabajo independiente tenés que organizarte, sino es un descontrol. Yo me levanto temprano, me preparo el mate y me pongo a bordar, a veces lo hago hasta las 10 de la noche. A veces corto al mediodía. No hago más de un trabajo a la vez, cobro según el tamaño y según cuán realistas sea el diseño que me encargan: si tengo que bordar una cara es más caro que un dibujo animado. Me pongo objetivos diarios y generalmente los cumplo”, explica. A ese ritmo, un aplique de aproximadamente 30 x 30 cm le lleva una semana, bordando entre 8 y 10 hs al día. Después de casi un año de trabajar en forma independiente como bordadora TitaZepán, su marca, tiene entregados trabajos en Jujuy, Córdoba, y, en las ciudades de Rosario, Quilmes, Sarandí, La Plata y CABA, entre otros lugares.

INSTAGRAM, EL NICHO DE LA NUEVAS BORDADORAS

En la era de las redes sociales todo lo que se hace se muestra. En la actualidad, si buscamos tanto en Instagram como en Facebook el hashtag #bordado -o su versión en inglés, #embroidery- encontraremos millones de fotos de diferentes estilos y técnicas hechos por mujeres y hombres, en todos los rincones del mundo. Hoy el bordado es tendencia, tanto para las marcas, que lo venden en todo tipo de prendas, como para las aficionados. Para las bordadoras, Instagram tiene una doble función: ser una fuente de creatividad, de donde sacan ideas y conocen referentes, como una vidriera virtual que les permite montar un negocio sin salir de sus casas.

“Facebook e Instagram te mueven. Sobre todo, pagarle a Facebook te mueve”, ríe Florencia. “Para difundir lo que hago, mi sistema es subir algo todos los días. Cuando hay un taller publicito en Facebook porque me di cuenta de que sino no le llega a la gente, es parte de la inversión. Después está la insistencia y la buena onda de la comunicación: a mí me divierte, yo soy de las redes, soy millenial, no lo voy a negar.

Cuando a Martina se le pregunta por sus influencias creativas, instantáneamente agarra su celular, entra a su cuenta de Instagram y empieza a recorrer su feed -muro de Intagram-. Gucci, Ay not Dead, Hiedra, una bordadora argentina que vive en Inglaterra y le enseñó a usar la aguja Kantan, Big Bad Press, Stelar Luna, Juli Santini, son algunas de las cuentas que sigue como referentes.“A Instagram no lo uso para ver como alguien sube una foto de su desayuno, sino porque me llena de tendencia y de información en lo que es la moda, los estilos, la fotografía: sigo a diseñadores, ilustradores, fotógrafos todo lo que es el arte me llega mucho a través de las redes”.

Para Russi la diferencia con nuestras abuelas que bordaban servilletas, almohadones y cuadritos en punto cruz, y esta nueva generación de bordadoras radica en parte en el acceso a las redes sociales. “En Instagram veo a una persona como yo pero en Japón, en el living de su casa o dando un taller haciendo cosas que no puedo creer. Cosas hermosas: combinación de colores, de técnicas, mil ideas que a uno ni se le ocurren”. Para Ernestina las redes sociales son todo. Ella solo vende por internet, no hace ferias y se hizo conocer desde su casa haciendo marketing en sus cuentas personales de Facebook e Instagram.

Hoy el bordado ya no es una tarea femenina impuesta. Entre la moda y la expresión artística, en un tiempo sabremos si este furor responde a una moda cíclica que vuelve cada 20 años, o si realmente resurgió para quedarse. Son las 7 de la tarde y en una popular cervecería de la ciudad dos amigas se encuentran. Mientras esperan dos pintas cada una saca de su mochila bastidor, aguja e hilo. Llegan las cervezas y las chicas conversan y se ponen a bordar bajo la atenta mirada de los curiosos que entran y salen del bar.

 

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Multimedia

Florencia Russi en su taller Border Bordar con alumnas / César Santoro

El bordado se transformó en una inesperada salida laboral / César Santoro

Martina Manuel bordando con aguja Kantan para Lazarus

Ernestina Autina borda a mano con mostacillas, canutillas y lentejuelas para TitaZepan

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