Como hace cuatro años, el pibe de barrio que era discutido, volvió a dar la nota

El tiempo se agotaba y todos miraban a Lionel Messi. Jorge Sampaoli movía el banco, daba entrada a Sergio Agüero y todos observaban al "Kun" y también a Gonzalo Higuaín. Pero, contra todo pronóstico, el que apareció adentro del área y definiendo como un 9 de clase fue Marcos Rojo. Otra vez. Como en 2014 y ante el mismo rival africano.

 

Ese pibe de barrio, resistido cuando incursionó con la celeste y blanca de la mano de Alejandro Sabella, le salvó las papas a una generación que se encuentra en el ojo de la tormenta por codearse con la gloria pero que no puede alcanzarla.

Tras una temporada complicada, marcada por las lesiones, Rojo entró en la lista final de Sampaoli para la competición sin hacer ruido y se metió en el once titular para debutar contra Islandia.

El defensor es uno de los preferidos del técnico, ya que entiende que como segundo central puede darle una salida correcta y limpia desde el fondo. Y si bien en su rol defensivo no tuvo un buen comienzo de Mundial, participaría en el gol de Sergio Agüero, quien tras un remate del zurdo, dominó y la clavó en un ángulo.

Esas fallas que tuvo en el fondo lo condenaron y perdió su lugar contra Croacia, partido que terminaría en una derrota catastrófica. Pero no bajó los brazos y, fiel a su estilo, siguió peleando para recuperar su puesto. Y lo consiguió.

El técnico dudó un rato pero volvió a confirmarlo entre los once para enfrentar a Nigeria, un rival que le traía buenos recuerdos. Así fue que a los 86 minutos empalmó un centro de Gabriel Mercado desde la derecha y la mandó a guardar para que Lio Messi termine subido a "caballito" suyo festejando que se seguía con vida. Celebrando que el chico resistido del barrio El Triunfo, surgido del semillero del conjunto liguista Las Malvinas y con su sangre pincha que nunca olvida, metía al equipo en octavos de final.
 

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