Acorazado Potemkin: “Los músicos tienen que abrir los ojos y dejarse interrumpir por lo que pasa”

El vuelo del trío llega a la Ciudad para repasar su discografía, en un regreso compartido con amigos: Las Armas Bs. As.

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Tras un 2017 marcado por el lanzamiento de su tercer trabajo de estudio, “Labios del río”, Acorazado Potemkin vuelve a la Ciudad esta noche, a las 21, para repasar su discografía en una velada compartida con amigos: Las Armas Bs. As.

“Para nosotros es una alegría ir a La Plata: hay una cultura de rock alucinante”, lanza Juan Pablo Fernández, cantante y guitarrista, sobre este nuevo regreso a la Ciudad, que se dará en el Club Cultura (61 entre 23 y 24)

Fernández formó en 2009 el combo con Luciano Esain y Federico Ghazarossian: el guitarrista venía de la Pequeña Orquesta Reincidentes; Esain, baterista, también forma parte de Valle de Muñecas y Motorama tras pasar por proyectos como Flopa-Manza-Minimal y Plaimobyl; Ghazarossian, bajista, participó de bandas como Don Cornelio y la zona, Los Visitantes y Me darás mil hijos.

Todos venían de proyectos bastante disímiles entre sí y, confiesa Fernández, “no nos pondríamos de acuerdo nunca” charlando de música: Lulo está enamorado del rockabilly, Motown y los Pixies, Fede de Zeppelin y Pappo, Fernández de REM, Talking Heads…

“Pero fuimos construyendo un idioma común, una forma de trabajo común, y eso que al principio ni siquiera éramos tan amigos: nos hicimos amigos de compartir cosas juntos”, revela quien conoció a su bajista cuando fue a verlo a un recital, y convocó a su baterista tras tocar con él en un Día de la Música en un jardín de infantes: “Juntaron a varios papás y nos vistieron con unas pelucas ridículas”, se ríe.

El resultado de esta mescolanza de paladares e influencias es un sonido híbrido, pero muy reconocible, marca de la música del siglo XXI que ha determinado el fin de los compartimientos estancos y ¿le ha puesto fecha de vencimiento a la noción de rock?

“Ojalá”, dispara: “te acordás cuando en los festivales se cagaban a piñas, se insultaban, Soda Stereo son putos, el Indio que se yo… Todo eso me parece tan horrible, que celebro que por suerte se fueron dejando de lado” .“Siempre hubo conservadores en la música, gente sectaria, facha, cerrada”, sigue Fernández, que por eso celebra el espíritu del post-punk, de la mezcla, la experimentación y afirma que ese espíritu está presente en el público hoy: “Cada vez queda más claro cuál es el público del rock hoy. El público del rock va a a ver muchas bandas, y muchas bandas distintas, porque le gusta ver rock y lo escucha muy poco en la radio, está corrido del sistema. Entonces, no aparece esa cosa de la hinchada, de la necesidad de mantener un grupo contra otro”.Fernández fue parte de una generación que se movió al costado de los divismos del rock, con bandas como Suárez, Massacre, Estelares, Los Gorriones: trascendieron el under, pero se manejaron siempre desde los márgenes. Por eso, dice, “es la generación que tiene menos vicios aristocráticos: lo independiente nos obligó a ser muy lúcidos, y le quitó esa pátina aristocrática y hasta caprichosa”.

La apertura de Acorazado y su rechazo a los sectarismos se refleja en hechos: tocaron con grupos de tango y música electrónica, le dejaron el escenario a talentos emergentes, telonearon y fueron teloneados. Y, dice Fernández, esa apertura la comparten con su público que comprenden y “celebran” que sigan tocando en tiempos de crisis.

“Pero la crisis se nota: desde el aspecto más duro, la pelea por la entrada, el que no puede pagar un disco, el que no puede venir, al aspecto más esperanzador, que es el que agradece que sigamos en carrera, que no aflojemos, que nos dicen que lo necesitan. La gente necesita encontrarse, y el músico necesita expresarse”, afirma.

Y agrega: “La gente se identifica mucho con el trabajo del artista, nosotros hemos sufrido mucho. No somos un grupo comprometido como en las épocas setentosas, no somos militantes, pero hemos sido partes de esas luchas, de ciertos sufrimientos, nos han echado del Estado, hemos acompañado luchas de gente en común, como la campaña por el aborto o los despedidos del CCK. Eso le ha dado un vuelo y un sentido a lo que hacemos para muchos: yo no siento que eso sea un plus de la banda, a lo sumo puede hablar de nosotros como personas, aunque no desde lo musical. Pero sí creo que todos los músicos tienen que abrir los ojos y dejarse interrumpir por lo que está pasando”.

 

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