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El caso de la literatura argentina

Un lúcido y riguroso repaso por la producción nacional y la descalificación, desinformación y revalorización que suele girar en torno a ella

El caso de la literatura argentina

Ricardo Piglia

Adrián Ferrero

13 de Enero de 2019 | 02:47
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Resulta curioso encontrarse con críticos, críticas, escritores, escritoras, docentes de distintos niveles, lectoras y lectores, tanto residentes en el país como en el extranjero, que descalifican o ignoran a la producción literaria argentina, bien a la contemporánea, bien a la del siglo XIX. Existen sin embargo sutiles abordajes, como lo ha demostrado la crítica argentina Josefina Ludmer, por citar sólo un caso, de la gauchesca o la Generación del ‘80, que de modo incuestionable constituyen un corpus y un sustrato discursivo riquísimo del que somos herederos que no conviene desatender, en especial haciendo sistema con la lectura de esa misma crítica. Pero ¿es realmente una literatura pobre, poco calificada o se trata de desinformación, desactualización de lecturas y escasa profundidad en los análisis?

Igual parecer respecto de la literatura del siglo XIX me merece la figura de Sarmiento, sobre la que han insistido plumas como las de Piglia, David Viñas y Noé Jitrik, nombres lo suficientemente persuasivos como para no dudar acerca de su talla. Y Echeverría, en tanto que autor fundante de nuestra literatura, ha sido interrogado medulosamente por críticos destacados, como Martín Kohan, quien además escribió una notable novela sobre él. Precisamente Piglia, Viñas, Jitrik y Kohan, entre otros y otras, son críticos y también escritores que han interpretado como pocos nuestro patrimonio. Estas miradas resultan primordiales para comprender nuestra identidad cultural. Sus refinadas lecturas desde autores canónicos hasta otros de generaciones más jóvenes o secretas, constituyen un aporte sin precedentes para entender nuestra literatura, si bien todos sabemos de su juventud. Y críticos, críticas, autoras y autores fundamentales los hay también para leer con sagacidad poéticas como las de Macedonio Fernández, Arlt, Borges, Walsh, Puig, Saer o bien revistas literarias. No hace falta más que acudir al libro de Viñas Literatura argentina y realidad política para poner en diálogo producción crítica, valoración de las poéticas nacionales y análisis ideológico. Finalmente, me detengo en dos casos paradigmáticos: el del crítico Jorge Dubatti y la crítica Beatriz Trastoy, académicos que han consagrado sus vidas a la investigación en torno de la dramaturgia, no exclusivamente la nacional. Una vertiente literaria por lo general desatendida.

Todas estas lecturas, entre otras, han indagado en nuestro corpus nacional, poniendo el acento en sus méritos éticos, estéticos, políticos y sus aristas más polémicas. Visibilizaron la complejidad de las tramas discursivas literarias en correlación con la serie social que supone el desarrollo de la literatura en Argentina desde sus comienzos en todo su alcance y el proyecto de la Historia crítica de la literatura argentina coordinado por Noé Jitrik, sistematiza y aglutina lecturas agudas desde las más diversas especialidades, nombres y orientaciones. Allí se concentran, también, distintas generaciones académicas.

El siglo XX ya despliega el fresco de la modernidad con una variedad de contornos de poéticas importantísimas. No sólo en sus comienzos, con revistas como “Prisma”, “Martín Fierro” y los productores culturales que en torno de ellas se nuclearon sino luego la revista “Sur”, foco de irradiación también editorial y de traducciones. Los años sesenta con proyectos creadores revulsivos tanto en publicaciones periódicas como propiamente literarias. Los ’70 (con la macabra etapa de la dictadura) en que, pese a la censura y la persecución, fue posible que en las entrelíneas autores y autoras pusieran palabras al silencio y al horror.

Más tarde, hacia la recuperación del Estado de derecho, llegaría el panorama de un esplendor pujante que evidenció una producción nacional de excelencia en todos los géneros. Una narrativa que exploró los contenidos más variados así como las más dispares economías de la representación: el humor, la sexualidad, la especulación metafísica, el horror, la parodia, la denuncia, la memoria, el testimonio, la política, la Historia, el fantástico y la ciencia ficción, junto con proyectos experimentales.

Diría que puede percibirse una literatura que no ha cesado tampoco de proponer revisiones, relecturas, intertextos, a los que sumo la inclusión de una teoría literaria que estimo desde los cincuenta y sesenta ya desde revistas como “Contorno” y luego “Punto de vista”, entre otras, había impactado y lo seguiría haciendo en el campo intelectual argentino inaugurando miradas insospechadas que replantearon las premisas mismas de la crítica literaria y cultural así como la literatura.

Hay referentes nítidos en la dramaturgia, con énfasis en la relación entre poética, política y sociedad, si bien no exclusivamente, hasta casos más recientes en los que se advierten producciones altamente cuestionadoras del género, algunos y algunas también narradores, narradoras o traductores. Incluso guionistas.

Y, los siglos XX y XXI que asisten a la novedad de la épica fantástica, probablemente a instancias de ciertas puntas locales inauguradas por el fantástico o la ficción especulativa de Borges, Bioy, Wilcock y Silvina Ocampo a las que se suman lecturas internacionales del género, con una mirada, no obstante severa hacia sus modelos.

Sumo a ello las inmensas posibilidades que introdujo la lírica argentina que lo exploró todo y lo sigue haciendo, desde sus aristas políticas y socialmente más transgresoras hasta otras no menos innovadoras en orden a técnicas, procedimientos, introduciendo perspectivas sobre el género que remozó tradiciones. Varios y varias de ellos y ellas traductores, traductoras, ensayistas, narradores y narradoras.

La literatura infantil y juvenil que no sólo se consagró a temas de actualidad, difíciles pero sin concesiones, manteniendo sentido de elaboración y al mismo tiempo formas pioneras, sin pedagogías. A todo ello sumaría la literatura argentina producida desde el extranjero en sus distintas épocas y matices. Una literatura, la argentina, insoslayable para argentinos, argentinas y para el mundo.

 

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