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Policiales |EN MEDIO DEL HORROR

El desconcierto entre los amigos de Campos: “Ese mismo día estuvo haciendo chistes”

El perfil y los últimos días de un hombre que pisó Malvinas, tuvo un grave accidente y se mató antes de enfrentar a la Justicia

El desconcierto entre los amigos de Campos: “Ese mismo día estuvo haciendo chistes”

Campos en el servicio militar, antes de ir a Malvinas/historias presentes

30 de Enero de 2019 | 03:49
Edición impresa

“No podemos creerlo”, dice un amigo de Abel Campos, antes de preguntar y preguntarse, “¿quién era realmente Campitos?”

Casado y padre de dos hijos de 16 y 21 años, se había radicado en un paraje rural de Lobería porque lo “atrapó la paz de ese lugar”, reveló hace casi 4 años en una entrevista que le hicieron para un libro que cuenta las historias de los ex combatientes que integraron el Departamento de Veteranos de Malvinas en IOMA.

En la sede central de la obra social conoció hace unos 8 años a Gissella Solis Calle (47), quien por entonces vendía joyas de plata entre los empleados. Porque le gustaban las alhajas, o le gustaba Gissella, Abel solía comprarle, lo que le valió el apodo de “Mario Baracus devaluado”, confió un allegado.

La relación no se dio enseguida, pero cuando comenzó, nunca más se cortó del todo, más allá de muchas idas y vueltas. “No era un secreto para nadie- amplió el amigo, a condición de no revelar su identidad-, como tampoco era un secreto para ella que Abel era casado. Quizás no lo supieran sus familiares, pero Gissella lo sabía”.

Campos, que percibía alrededor de 130 mil pesos mensuales por su condición de ex combatiente, “ayudaba económicamente a Gissella con algunas cosas. El consultorio se lo puso prácticamente él”, aseguró la misma fuente, en referencia al emprendimiento que planeaba montar la odontóloga en la planta baja de su dúplex. Para eso también habría retirado Campos, el lunes 14 de enero, 60 mil pesos de un préstamo preacordado en el Banco Provincia.

Un par de días después, sus allegados lo vieron con 1.600 dólares.

“¿Le dio la plata y se la quitó?”, se preguntó el amigo de Campos, que ayer aún no podía terminar de asumir que Abel era el responsable del femicidio: “Tenemos que reconocer que convivimos 20 años con alguien al que no conocimos nunca. Ese día (por el miércoles) hizo chistes; venía de matar a alguien que amaba, de enterrarla en un pozo, y hacía chistes. Es decepcionante”.

“Hasta hoy (por ayer), yo quería creer que lo había hecho otra persona y que él se mató por la exposición, pero fuimos unos boludos”, reflexionó, enumerando los indicios que mantuvieron vivas sus dudas hasta último momento. “Nunca entendí por qué habría dejado el celular, con el chip, en un paredón, o por qué se fue a su casa. Se supone que un tipo acorralado se va o se mata el mismo día. Él presentó la nota para jubilarse, hizo bromas, llevó la camioneta a lavar, tomó café con nosotros”.

Los amigos de Campos recordaron ayer que Abel “tenía fuerzas en un solo brazo, porque al otro lo tenía lleno de clavos” por un accidente que sufrió después de su paso por la guerra de Malvinas, cuando “se cayó de una torre”.

A eso adjudican que haya excavado apenas 40 centímetros para ocultar el cuerpo y alguno hasta especuló con la posibilidad de que “lo haya hecho unos días antes, porque estuvo poco tiempo en el Camino Negro”, a juzgar por los registros de las cámaras de seguridad (ver página 15).

SU PASO POR MALVINAS

En ese libro de 2015, Campos recordó de su paso por las Islas que “vivíamos en un estado de tensión permanente, muy lejos y desconectados del resto. Cuando íbamos a buscar comida nuestros compañeros nos pedían la contraseña, pero como sólo sabíamos la del día anterior, nos tiraban y a los gritos les explicábamos que éramos nosotros. Nos replegamos un día antes de la rendición”.

Contó también que “hoy soy un desastre para dormir: duermo 15 o 20 minutos y no más. Me levanto a mirar televisión, pero ya no puedo volver a dormir. No volví ni quiero volver a Malvinas. No tengo ninguna asignatura pendiente. Fui, me cagué de frío, me cagué de hambre, me cagaron a tiros. ¿Para qué voy a ir?”.

 

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