La aparición de los monopatines eléctricos en la Ciudad

Edición Impresa

La vía pública de la Ciudad se encuentra ahora desafiada por la aparición de los primeros monopatines eléctricos, a los que se intenta transformar en una alternativa para sortear los densos embotellamientos de automotores y las enormes dificultades para lograr estacionamiento. De a poco, estos vehículos virtualmente portátiles, livianos, impulsados por baterías y que pueden levantar una velocidad de hasta 30 kilómetros por hora, pese a su relativo alto costo -unos 700 dólares- se están convirtiendo en un vehículo predilecto, sobre todo para los jóvenes.

Inclusive se ha detectado en los últimos tiempos que algunas personas que viven en las afueras del casco urbano, dejan el auto en esos barrios cercanos, extraen del baúl la pequeña estructura, la despliegan y se lanzan por las calles céntricas de la Ciudad.

Tal como se reseñó en el artículo publicado ayer en este diario, se habla, claro está, de un vehículo no contemplado en el Código de Tránsito y esa suerte de vacío legal, entonces, plantea controversias y aspectos que deberían dilucidarse cuanto antes. Lo mismo ocurrió primero con los cuatriciclos y, luego, con los skaters y los rollers.

Se sabe que la tendencia se ha convertido ya en un boom en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en donde los monopatines eléctricos van y vienen, zigzaguean esquivando el tránsito, y avanzan sin demoras, como si el pavimento les perteneciera. Ocurre que son vehículos livianos, que no ocupan casi espacio, y que alcanza con mover la mano para que arranquen y se deslicen.

Las scooters, como también se llama a este mini vehículo, ganaron terreno en los últimos meses; tanto es así que parecen competir en ese sentido con el sistema de “Eco Bici”, con la diferencia que ese es un programa del gobierno de CABA, gratuito y con distintas terminales donde se retira el rodado, y el de los monopatines es un servicio pago de alquiler que brindan empresas privadas y que funciona no con las unidades a la espera que las retiren en estaciones fijas sino que pueden encontrarse en las veredas de cualquier calle.

Por un lado, se ha dicho que se está frente a modalidades de los tiempos modernos que requieren de un cambio cultural, con la obvia salvedad de que todo uso de la vía público debe encontrarse legislado, señalándose que son cómodos para viajes cortos. Aunque también se ha advertido, como se lo ha hecho de la Asociación Luchemos por la Vida, que son inestables y poco visibles para los conductores de automotores.

La experiencia acumulada enseña que estos tipos de rodados pequeños, comandados por jóvenes y hasta adolescentes, suelen avanzar por las calles en zigzag, esquivando en forma riesgosa autos, motos, camiones y colectivos, sin protección ni sistema de frenos y que la irrupción de estos nuevos protagonistas del tránsito no está, siquiera, contemplada en las leyes.

No obstante, es incontrastable que la vía pública de nuestra ciudad expone la creciente presencia de estos nuevos usuarios y que, por consiguiente, tanto el poder público como la sociedad misma están comprometidos por el desafío que plantean.

La opinión de los especialistas, los antecedentes existentes en ciudades de otros países y en la de Buenos Aires, los conceptos que puedan aportar todos los actores y expertos en el tránsito, las eventuales derivaciones judiciales y los replanteos urbanísticos, deberán ser consultados por las autoridades y los concejales, en procura de hallar no sólo un instrumento legal sino, en su caso, la adopción de medidas que resulten eficaces para reglamentar y poner bajo jurisdicción a estos nuevos medios de transporte.

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE