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Policiales |TERROR 35 ENTRE 141 Y 142

En seis meses sufrieron dos entraderas, los desvalijaron y creen que son los mismos

Tenían conocimiento previo del lugar y “daban órdenes certeras”. Según las víctimas, actuaron como “verdaderos profesionales”

En seis meses sufrieron dos entraderas, los desvalijaron y creen que son los mismos

Se tomaron su tiempo: vaciaron placares, desarmaron soportes y huyeron en el auto familiar / Demian Alday

9 de Noviembre de 2019 | 03:23
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La segunda vez que vio a delincuentes entrar en su casa de 35 entre 141 y 142 junto a su marido e hija de 13 años, Gisela tuvo un déjà vu. El drama, nuevo pero no novedoso, se repitió casi con exactitud al anterior. La escena, los actores y el desenlace fue el mismo y, a decir de la víctima, en cierta forma desde aquella primera vez no habían dejado de pensar en que les iba a volver a pasar.

Días después de la entradera, sentada en la mesa del comedor -el único mobiliario que le dejaron en la sala-, la mujer le relató a EL DIA cómo fueron ambos casos en los que su familia fue rehén de tres ladrones durante largas horas. Por la metodología y algunos detalles particulares de cada hecho, los damnificados están convencidos de que se trata de los mismos autores. Y en ese sentido mostraron junto a los pocos vecinos que habitan ese sector de San Carlos, su preocupación ante “la falta de respuestas que obtuvimos de la Policía y de la Justicia”. Es que, luego de que el robo anterior fuera “archivado sin más”, el ocurrido esta semana decidieron denunciarlo “directamente en la Fiscalía”, explicaron.

LA PRIMERA VEZ

Ese domingo de abril la temperatura no superaba los 25 grados. Con un clima agradable, Gisela (41), Adrián (44) y sus dos hijos de 13 y 17 años se fueron a las 18 a un cumpleaños en el auto del adolescente, un Peugeot 207. Regresaron temprano, cerca de las 21. La casa está situada en un barrio incipiente que crece a buen ritmo. Linda con otra vivienda de un lado y un terreno baldío del otro. Enfrente tienen una parcela con varios pinos que debieron desmontar los propios vecinos por su seguridad. Agazapados en las sombras de la propiedad contigua y ocultos entre los pastizales, los esperaban tres sujetos. Aguardaron a que la familia entrase el auto y se sintiera a salvo. Gisela desactivó la alarma del perímetro y en ese preciso instante, al escuchar el “bip, bip”, uno de los ladrones saltó la medianera y aterrizó a metros de la menor. La chica dio un grito cuando vio a los dos restantes caer uno detrás del otro y entender lo que ocurría.

“No vimos nada antes de ingresar, ni a ellos, ni autos, nada. Nos sorprendieron por completo”, recordó la mujer. Los intrusos no perdieron tiempo, apuntaron e introdujeron a las cuatro víctimas al interior del inmueble. Todos “estaban vestidos de negro y traían pasamontañas y guantes. Actuaron con mucha calma y firmeza”, le aseguró Gisela a EL DIA. Con rapidez y a los empujones, dos los trasladaron al comedor. Allí ataron a toda la familia y les taparon la cabeza con un mantel, mientras el cómplice que quedó libre se dedicó a revisar la planta alta. Tuvieron tiempo y se consagraron a la faena con dedicación. Los damnificados no quisieron revelar con exactitud el valor de lo que sustrajeron, pero afirmaron que fue “un monto importante de dinero, oro, vinos y muchos electrodomésticos”. Para huir usaron el Peugeot 207 que abandonaron en el puerta de la Unidad 33 de Los Hornos, en 149 y 70.

Después de ese episodio “quedamos muy impresionados y decidimos no reponer nada. Nos quedamos muy mal, la nena tuvo que empezar terapia”, remarcó Gisela. En la mente del matrimonio quedó latente la posibilidad de que los desconocidos volvieran. Y no se equivocaron.

SEIS MESES Y OTRA PESADILLA

Como se dijo, el nuevo atraco tuvo características muy similares al anterior, algunas producto del azar y otras en el método utilizado por los saqueadores. En esta ocasión, que sucedió el domingo pasado, en el domicilio sólo estaba Gisela. Adrián había ido a buscar a la hija de ambos a la casa de una compañera.

Cuando el hombre retornó, a eso de las 22.30, observó la cuadra de derecha e izquierda y no notó nada fuera de lo común. Su esposa, que desde la cocina hizo lo propio, tampoco advirtió algo que llamase su atención. Entonces Adrián guardó el auto, un Toyota Corolla, cerró el portón eléctrico y al abrir la puerta para bajar se topó con dos encapuchados. Más tarde, con las cámaras de la vecina lograron determinar que se habían colado agachados detrás del automóvil. Uno portaba una escopeta tipo Itaka y su compinche una pistola 9 milímetros. En tanto, el tercero permaneció fuera de la residencia. Por segunda vez en el año, el matrimonio se encontró en el piso de su hogar atados de pies y manos, junto a la menor. “¿Dónde está el chico?”, preguntó de repente uno de los delincuentes. El joven se había marchado a un cumpleaños, pero igual lo buscaron por las habitaciones.

“Todavía estamos asustados y creemos que van a volver. No sé a llevarse qué cosa, porque no dejaron nada”

Gisela
Damnificada

 

Según detalló la mujer, “se movieron como si estuvieran en su casa, se tomaron su tiempo para desarmar los soportes de los plasmas. Ya conocían los lugares y se dedicaron a juntar lo poco que quedaba: sábanas, acolchados, toallas y toallones, toda nuestra ropa y tres televisores. También se llevaron la cava”. El mismo ladrón que habló antes, siempre con un tono monocorde y sin levantar la voz, les dijo “no se preocupen que no somos ni asesinos ni violadores”. La frase preocupó más a los rehenes pero poco podían hacer: a Adrián le habían tapado la boca con una cinta. Quisieron repetirlo con las mujeres y desistieron ante los ruegos de Gisela.

Antes de escapar de la escena, arrancaron la caja de grabación de las cámaras y se la llevaron. Y, al igual que la primera vez, se fugaron en un auto de los damnificados. El Corolla sería hallado por la Policía al día siguiente en 36 y 153, cerca de “La Palmera”.

“SON LOS MISMOS”

Las víctimas viven en esa zona de San Carlos desde hace tres años y si bien “los robos son constantes (en mayor medida son escruches)”, a ellos no les había tocado, manifestaron. No obstante, aclararon que “de entraderas como la que nos pasó a nosotros, no tenemos conocimiento que hayan sucedido”.

Por otra parte, están convencidos de que en los dos incidentes estuvieron las mismas personas. “Son los mismos. Ya entraron dos veces, tenemos miedo de que la próxima como no van a encontrar nada, nos maten”, lamentaron. “En abril hicimos la denuncia en la Subcomisaría La Unión, pero archivaron la causa y no investigaron nada a pesar de las imágenes que tomaron las cámaras de seguridad. Ahora fuimos directamente a la Fiscalía, con la esperanza de que hagan algo porque estamos muy asustados, pero aún no vino nadie”, finalizó Gisela.

 

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