Adoptar precauciones en las rutas frente al éxodo turístico

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El inminente inicio para el grueso de la población de la temporada de vacaciones se traducirá, también para un sector masivo, en un éxodo a través de las redes camineras hacia los centros más tradicionales del turismo, acentuándose así para millones de personas -hay que computar a quienes viajarán en colectivos y a los automovilistas- el compromiso de actuar con prudencia, en especial aquellos que asumirán la responsabilidad de conducir vehículos, ya que los flujos de tránsito se verán notablemente incrementados.

En el caso de los ómnibus, les corresponde a los pasajeros el derecho de exigir a las empresas el empleo de unidades en buenas condiciones y requerir, también, que los conductores cumplan con todos los requisitos que la ley les exige para desempeñar en forma idónea y con total responsabilidad su trabajo profesional. Y a las empresas les incumbe, por cierto, el cumplimiento estricto de las leyes que regulan su actividad.

En cuanto a los conductores de vehículos particulares, conviene reiterar un llamado de atención sobre la necesidad de extremar precauciones al transitar por caminos o autopistas de la Provincia y del país. Sabido es que, a pesar de algunas mejoras que se han venido advirtiendo en las últimas décadas, en especial un mayor respeto de los automovilistas hacia los límites máximos de velocidad, siguen experimentándose episodios de gravedad en las rutas, que suelen dejar lamentables y luctuosos saldos, de modo que no parece exagerada toda prevención que se adopte.

Lamentablemente, las estadísticas demuestran que salir a las rutas durante los períodos de vacaciones implica, muchas veces, jugarse la vida. La cantidad de accidentes y de víctimas sigue siendo alarmante y, por eso mismo, debe enfatizarse una y otra vez la necesidad de adoptar recaudos extremos y de aplicar controles eficaces para atenuar los riesgos.

Algunas conquistas legales registradas en los últimos años -como, por ejemplo, el mayor énfasis puesto en la tenencia de seguros contra terceros por parte de los conductores- siguen resultado insuficientes, frente a la inseguridad que aún impera en las rutas. Por un lado, existe una responsabilidad directa de los automovilistas, que no sólo deben ser absolutamente cuidadosos en el cumplimiento de las normas sino también asegurarse el correcto equipamiento y funcionamiento del vehículo para evitar contingencias.

Por otro, es fundamental la actitud de las policías y controles camineros, que debieran ejercer una adecuada fiscalización, destinada más a atenuar los factores de riesgo y a generar conciencia entre los conductores que a poner en vigencia un sistema preponderantemente recaudatorio.

Las infracciones deberían castigarse con todo rigor, sin caer -por supuesto- en una arbitraria cacería de automovilistas. Y, al mismo tiempo, deberían intensificarse las campañas de concientización para generalizar, por ejemplo, el uso de los cinturones de seguridad no sólo entre los conductores sino en todos los ocupantes de un vehículo.

En la medida en que se logre avanzar para instalar una cultura de la precaución, se podrán revertir los tan elevados índices de siniestralidad y mortalidad en el tránsito. A nadie escapa tampoco el dato de la realidad que ofrece el estado calamitoso de muchas rutas provinciales, virtualmente intransitables a raíz del avanzado deterioro que sufren. Pero siempre resulta primordial insistir en que conducir un vehículo en las rutas supone una obligación de extrema prudencia y, a la vez, una enorme responsabilidad. Se trata, ni más ni menos, que de cuidar la propia vida y la de los demás.

 

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