El peronismo vuelve al poder y Cambiemos tendrá que reinventarse en la oposición

Alberto F. armó un Gabinete para acallar la interna del Frente de Todos y asume con una economía complicada. Macri ante el desafío de retener el 40 por ciento del electorado

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Mariano Spezzapria

@mnspezzapria

La Argentina se dispone a transitar un nuevo cambio en su conducción política. La alternancia llega muy rápido para algunos –tras sólo cuatro años del gobierno de Mauricio Macri- o es, para otros, una consecuencia lógica del fracaso económico de Cambiemos. El regreso del peronismo al poder, en formato de coalición, encierra un interrogante sobre la interna que tendrá que pilotear Alberto Fernández. La demora de más de un mes en el armado del Gabinete da cuenta de esa situación.

El presidente electo trató de conformar a los sectores que integran el Frente de Todos. “Habrá que encontrar un punto de equilibrio, porque es lo que la gente votó”, razonó uno de los principales referentes del peronismo reunificado. Pero la imagen predominante del traspaso del martes mostrará a Cristina Kirchner tomándole juramento a Alberto F. Pese a que los encargados del ceremonial todavía lo debaten, la voluntad política de ambos es que ocurra de esa manera.

De esa escena, si finalmente se consuma, se podrán hacer diversas interpretaciones. La primera es que Cristina dejará en claro así que la llegada de Alberto F. a la Presidencia es de su exclusiva autoría política. La segunda, más benévola, es que la vice electa está dispuesta a transferirle el poder que el nuevo mandatario necesitará para hacerle frente a la delicada –o “penosa”, como él mismo la calificó- situación económica a la que el Estado nacional arrastra al conjunto del país.

Alberto F. dará señales de austeridad: llegará en su propio auto a la jura en el Congreso. Y ya le avisó a los ministros que acaba de designar, que piensen bien los fondos que reclamarán para iniciar la gestión, porque el financiamiento será escaso. Pero en los hechos, el presidente electo prácticamente duplicó la estructura ministerial del Gobierno –pasará de 12 a 21- y recién enviará al Congreso el Presupuesto 2020 en marzo o abril, para cuando tendrá un panorama más definido.

La tesis del futuro ministro de Economía, Martín Guzmán, es que se requiere de una negociación corta con el FMI, de no más de tres o cuatro meses, de modo de despejar el horizonte financiero del país lo antes posible.

El propio Alberto F. reveló que sus colaboradores ya están manteniendo reuniones con los técnicos del Fondo e incluso trascendió que el premio Nobel Joseph Stiglitz participa de esas conversaciones en los Estados Unidos.

Las segundas líneas

Si bien la cuestión de la deuda será decisiva para el gobierno que está por comenzar, también lo serán otros aspectos de la economía. Por caso, el control de los números finos desde la Secretaría de Hacienda, que estará a cargo del experimentado Raúl Rigo, como se anticipó en esta columna semanas atrás.

Las segundas líneas de los ministerios explican, en muchos casos, mejor que sus líderes el rumbo de la gestión. Esa lógica podría aplicarse también para la cartera de Seguridad.

La designación de Sabina Fréderic, una antropóloga del CELS, como ministra del área, anticipa un cambio rotundo en el sesgo de la gestión que en los últimos cuatro años llevó Patricia Bullrich. Aunque todavía está pendiente el nombramiento de quien estará al frente de la Secretaría de Seguridad, desde donde finalmente se da la impronta operativa al accionar de las fuerzas federales. Eso sí: el kirchnerismo vuelve con un inocultable malestar con la Gendarmería.

También en el Ministerio de Transporte, que recayó en el massista Mario Meoni, habrá un secretario con peso político y sindical. Se trata de Guillermo López del Punta, por quien pidieron el camionero Hugo Moyano y los gremios de la Confederación de Trabajadores del Transporte (CATT).

Otro massista, Raúl Pérez, será secretario de Trabajo en una cartera laboral en la que Alberto F. colocó al abogado Claudio Moroni para no desbalancear la interna sindical.

Pero el caso más visible del poder radicado en las segundas líneas será el de Cecilia Todesca, una economista de confianza de Alberto F. que, desde la vicejefatura de Gabinete, será la encargada de regular el desempeño presupuestario del Gobierno, más allá de que la firma la tendrá Santiago Cafiero, el futuro jefe de Gabinete. En los hechos, el nieto del histórico dirigente peronista Antonio Cafiero será un ladero del Presidente en el fragor cotidiano, más que un líder de la administración.

El reparto del poder en el Frente de Todos tiene un lugar decisivo en el Congreso.

En la Cámara de Diputados quedó consagrado el tándem Sergio Massa-Máximo Kirchner para la conducción del cuerpo y del bloque peronista, mientras que en el Senado se impondrá una alianza entre Cristina y los gobernadores del PJ que garantizará la victoria oficialista en las votaciones.

El tercer estamento del poder político estará radicado en La Plata, donde se asentará la Gobernación de Axel Kicillof.

La despedida de Macri

En sus últimas horas como mandatario, Macri esbozó –ante una Plaza de Mayo colmada por seguidores de Cambiemos- el rumbo que emprenderá como referente de oposición, a la que preanunció como “firme y severa en la defensa de la democracia” y definió como “una alternativa sana de poder que representa a millones de argentinos”.

Como ya lo había hecho por cadena nacional, Macri dejó en claro que se apuntalará en el 40 por ciento de los votos que sacó en octubre.

En el futuro inmediato del presidente saliente figura una mudanza de Olivos a la quinta familiar Los Abrojos, en Los Polvorines, para luego afincarse en una casa en San Isidro. Por eso no faltan los que especulan con la posibilidad de que compita en las elecciones legislativas de 2021 en la provincia de Buenos Aires.

La particularidad del caso es que podría haber un trueque de distrito con María Eugenia Vidal, quien dejará de vivir en la base área de Morón y se instalará en un departamento porteño.

La gobernadora saliente de la Provincia actuaría, en ese caso, como una figura defensiva del macrismo en la ciudad de Buenos Aires, el bastión político-electoral del PRO que será amenazado por el “albertismo” en 2023, cuando el alcalde Horacio Rodríguez Larreta concluya su segundo mandato y no tenga posibilidad de reelección.

Ya se sabe que Vidal y Larreta juegan en dupla y también es inocultable que el jefe de gobierno porteño tiene aspiraciones presidenciales.

Pero esas proyecciones políticas quedan ahora en un segundo y tercer plano, frente a la urgencia económica del país.

Los mayores esfuerzos, en lo inmediato, estarán puestas en las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional, los otros acreedores y los inversores que tienen letras y bonos del Estado y mientras tanto, reactivar el mercado interno. Nada más y nada menos.

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