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Cuándo es tiempo de soltar a los hijos

Las familias retardan la independencia de los adolescentes atemorizadas por un contexto cada vez más hostil. ¿Cómo encontrar el equilibrio entre el cuidado y la sobreprotección? La voz de madres, padres e hijos. El aporte de los especialistas

Cuándo es tiempo de soltar a los hijos

Juana tiene 14 años y no quiere andar sola en micro

YAEL LETOILE / Fotos GONZALO CALVELO
Por YAEL LETOILE / Fotos GONZALO CALVELO

14 de Abril de 2019 | 05:28
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“Hoy por la inseguridad los protegemos más y ellos se acostumbraron a eso”, dicen Silvina López y Martín Arozamena (45), mamá y papá de Gabina, de 13 años, y vecinos de Punta Lara. “Cuando éramos chicos, en Ensenada, íbamos solos caminando a todos lados. Nada que ver”, revive él.

“Si fuera por el papá, se hubiera vuelto solo de la escuela desde la primaria, pero a mí me cuesta, soy más sobreprotectora”, admite Laura Torrecilla (45) sobre su experiencia con su hijo mayor Mateo, hoy de 15. Oriunda de Guaminí y asentada en La Plata, sufre anticipadamente por el menor: “Con Bruno (11) veremos el año próximo que empieza la secundaria, él por su físico parece más chico y me da más temor”.

“Mucho no la soltamos por dos razones: el miedo que le generamos nosotros y la comodidad”, enumera Martín d Castro (37), papá de Juana (14), aunque su mujer Betiana Galle (36) lo contradiga. “La suelto. Le tramité la SUBE y no hay caso. No quiere tomar el micro”, se queja y enseguida reconoce “es verdad que nosotros vamos a buscar a Pedro que sale de la primaria un rato antes y no nos cuesta nada esperarla”.

NUNCA ES CUÁNDO. Si googlea las primeras 10 noticias con la palabra adolescente es probable que entre en pánico y refuerce la idea que muchos papás y mamás tienen en ésta época: cuanto más tiempo puedan acompañar y controlar a sus hijos, mucho mejor.

La inseguridad, los cambios sociales y de ritmo de vida retardan la salida de los adolescentes a un mundo exterior cada vez más hostil, coinciden los especialistas. El barrio, visto hoy como amenaza y no como lugar de sociabilidad, fue reemplazado por un espacio virtual donde los vínculos son más inmediatos y frágiles.

Los padres se debaten entonces entre permitir mayores niveles de independencia o cultivar un sesgo sobreprotector. ¿Cómo impacta eso en la constitución de las identidades de los chicos? ¿Cómo y cuándo soltarlos? En esta nota, familias platenses que se van haciendo camino en la difícil tarea y el aporte - ¡la brújula!- de los expertos.

A Betiana y Martín les cuesta ponerse de acuerdo si el miedo de su hija a manejarse sola lo generaron ellos o la realidad que les llega a través de las noticias o de Whatsapp imposibles de chequear

 

GRANDE ME VUELVO CON LOS OTROS. “A los psicólogos nos gusta decir que la hora de soltar es de acuerdo a cada caso en particular. No existe una edad cronológica, pero sí la adolescencia es el momento para ir generando mayores espacios de autonomía”, explica la psicóloga Carolina Pellon y Maison (MP 53410).

Ese proceso, que comienza a gestarse durante la niñez, ha ido variando a lo largo del tiempo. Cuando Silvina tenía la edad de su hija, el papá la mandaba a pagar la luz al banco. “En Berisso, la escuela estaba a tres cuadras, había menos autos y nosotros sabíamos las calles”, describe y contrapone: “Gabina hasta hace poco no quería quedarse sola en casa”.

Martín, en Ensenada, vivió una infancia parecida. “Después de clase nos juntábamos en el Club Alumni, éramos más de 10 y andábamos de aquí para allá todo el día. Mi viejo volvía a casa después del trabajo en Astillero y no salía más”, recuerda.

El psicoanálisis considera que un sujeto se constituye alienado a un otro y termina de constituirse cuando logra separarse de ese otro. “Ese movimiento entre la alienación y la separación se va dando en la niñez y la adolescencia”, explica Pellon y Maison y añade “si en la niñez no se logra generar espacio de pequeñas autonomías es difícil que eso se produzca en la adolescencia”.

Un ejemplo: si tengo un niño de 5 o 6 años y lo dejo unos minutos solo cuando voy a hacer las compras estoy generando un espacio de autonomía e intimidad donde el sujeto pueda valerse por sí mismo. Si al contrario, nunca propicio esos momentos, cuando llegue a la adolescencia le resultará mucho más difícil autonomizarse.

A Gabina no le gusta la idea de quedarse sola en la casa, ni caminar hasta particular que le queda a dos cuadras. A la escuela, que es en La Plata, la llevan y la traen los papás. “No me gusta manejarme en micro sola, sí juntarme en el centro con mis amigas y tener más opiniones que antes”, lanza por Whatsapp.

“Mi mamá y mi papá podían andar solos por la calle sin casi ningún riesgo, y vos ahora salís afuera y te roban. Quizás antes la humanidad estaba mejor, entrecomillas –dice– y eso no pasaba”, amplia por audio de Whatsapp.

Para la psiquiatra y psicoanalista infanto juvenil, Liliana Moneta, este fenómeno está vinculado a “una prórroga en la salida de los hogares y el grado de autonomía, por una situación socioeconómica cultural que fue variando a lo largo de estos años y que se caracteriza por un mayor cobijo frente a la desprotección en lo macrosocial”.

Mientras, Pellon y Maison hace hincapié en los tiempos de los adolescentes para transicionar: “En otras épocas era más a los ponchazos, se hacía como se podía. No estaba tan visibilizado este período de la adolescencia y tampoco la niñez”, explica, “hoy vemos al niño como sujeto a proteger y también a los adolescentes. Por eso algunos jóvenes tienen más opciones de experimentar antes de ingresar al mundo adulto”.

UNA EXTENSIÓN DEL BRAZO. La primera aventura de Mateo por el barrio de Plaza Islas Malvinas fue ir a la pollajería, el kiosco o el almacén. Bajo la mirada estricta de su mamá, claro, que lo seguía desde el balcón.

Pero eso, ya es historia. Con 15 años, Mateo es bastante independiente: se junta con sus amigos, va al centro a comer y después solo a educación física. También hacen juntadas “siempre con la tecnología, no son de ir a bailar”, aclara la mamá y cuenta asombrada la cantidad de grupos de Whatsapp que integra el chico: “de lectores, de música y no sé cuántos más”.

La independencia, asegura Laura, nunca le costó. “En 6to grado le compramos un celular para que estuviera comunicado todo el tiempo y el primer mes lo acompañé tres veces en el 214. Otras mamás hacían lo mismo. Después lo fui dejando”, dice ella, y se asume sobreprotectora.

El hecho de estar comunicados mediante el celular y la posibilidad de seguirlo en línea fue una tranquilidad. “Es una ayuda porque a veces se despista con las calles y lo puedo orientar, pero es un arma de doble filo porque es su caso es una extensión del brazo”.

Es que si antes había redes institucionales que acompañaban al adolescente en ese pasaje de lo endogámico a lo exogámico, “hoy la caída de todas las instituciones y la prevalencia de las redes virtuales sumado a la inseguridad, hace que las redes institucionales hayan sido reemplazadas por las redes virtuales”, advierte Moneta.

La especialista, miembro de la Asociación de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA), señala que el uso de la tecnología por parte de los chicos es un tema recurrente en la orientación para padres. La cuestión va más allá del control de los aparatos. “Se trata de establecer un espacio de conversación con los hijos donde se puedan fijar pautas sobre lo que es sano y lo que puede ser peligroso para que no corran riesgos”.

Pellon y Maison hace hincapié en la inmediatez. “Que los adolescentes estén tan conectados hace que todo se vuelva súper accesible en término de información y relaciones, y lo que se observa es cómo consumen el objeto sin estar mediatizado por el deseo”, destaca y agrega: “Lo virtual como espacio para el desarrollo de lazos sociales produce vínculos más débiles y relacionados con la imagen a diferencia de la identificación entre pares que se generaba antes”.

NO MIEDO, RESPETO. A Betiana y Martín les cuesta ponerse de acuerdo si el miedo de su hija a manejarse sola lo generaron ellos o la realidad que les llega a través de las noticias o de Whatsapp imposibles de chequear. “No sé si hay más o se habla más. Pero todo el tiempo te llega información que nunca sabés y te genera miedo”, dice ella.

“la adolescencia es el momento para ir generando mayores espacios de autonomía”, dice la psicóloga Carolina Pellon y Maison

 

A sus 14, Betiana iba a bailar a Metro, y se volvía sola de la escuela a la zona de 25 y 60 donde todavía vive. “Nosotros salíamos a andar en bici, dábamos vueltas a la manzana y jugábamos al carnaval”, se acuerda “hoy Pedro no va a hacer mandados porque los autos andan como locos y por la inseguridad”.

Martín coincide: “El problema es la inseguridad, no vivimos con miedo pero sí con respeto”. Cuando él era un adolescente eso no existía. Se reunía con sus compañeros en la puerta del Sagrado Corazón y andaba con ellos por todos lados sin la supervisión de los adultos.

Sin embargo, aunque no se anime al colectivo, Juana va dando otros pasos para soltar: va a fiestas matinée desde el primer año de la secundaria y les cuenta a sus papás cuando sale con un chico. “Hablamos y nos cuenta si tiene algún noviecito”, se ríe Betiana, mientras Martín se acomoda en la silla.

Ése, aseguran los especialistas, es otro aspecto clave en esta etapa “porque todos tienen curiosidad y angustia frente a la iniciación sexual”, sostiene la médica psicoanalista Claudia Amburgo (MN 51787), y recomienda: “Lo importante es que esto no se produzca de manera impulsiva, y que los padres acompañen y eviten las prohibiciones que hacen que los chicos mientan”.

 

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