Los servicios que se instalan en lugares públicos y la seguridad
Edición Impresa | 26 de Abril de 2019 | 02:58

Como una penosa secuela de la falta de agua domiciliaria en Gonnet, que la empresa ABSA suple desde hace casi tres años con la entrega de bidones y la posibilidad para los vecinos de recargar en grandes cisternas instaladas en puntos clave de esa localidad, se produjo en las últimas horas un accidente que terminó lesionando gravemente a una mujer que trabaja en el centro comunal de Contención Social. La empleada quiso proveerse de agua y se cayó sobre ella uno de los tanques que la distribuidora del servicio había ubicado en ese predio.
Correspondería señalar que, más allá de las características particulares de este lamentable incidente -y aún de la eventual responsabilidad de la empresa, que ya hizo saber que se ponía a disposición tanto de la víctima que es docente, como del centro educativo en el que se desempeña-, este episodio pone en evidencia la necesidad de que el mobiliario público que se instala en la calle, ya sea en plazas y paseos, o como, en este caso, en escuelas y centros educativos, disponga de todas las medidas de seguridad que resulten adecuadas.
En el caso aquí mencionado, el enorme tanque de agua que cayó pudo haber tenido como víctima a cualquiera de los niños que asisten al centro educativo. Se precisó que la cisterna de agua estaba apoyada, sin otra fijación, sobre un caballete de cuatro patas de hierro que se habría hundido en suelo flojo y que, cuando la mujer procedió a abrir la canilla, el enorme recipiente tambaleó y cayó finalmente al suelo sobre una de las manos de la víctima.
Detallar este accidente no resulta menor, toda vez que a la entrada de la República de los Niños hay tres enormes cisternas también apoyadas sobre las mismas bases, que resultan a primera vista frágiles para sostenerlas. Esos tanques son utilizados en forma continua por los centenares de personas que acuden a la República para realizar caminatas o ejercicios.
Son de sobra conocidos los peligros que implica caminar muchas veces por veredas que no disponen de tapas metálicas para cubrir las cámaras de distintas empresas, algo que suele provocar tropiezos y caídas de muchas personas con graves consecuencias físicas. Asimismo es común que en las plazas y otros lugares muchas columnas metálicas dejen al descubierto el cableado eléctrico que las alimenta, algo que se traduce en un grave peligro para las personas.
En realidad, todos estos episodios pueden enmarcarse en el contexto de un problema crónico y generalizado, consistente en el escaso valor que se le asigna al buen uso de los bienes públicos y a la mayor consideración que los funcionarios y ciudadanos debieran reservarles. Las veredas rotas –que exhiben cicatrices de viejas obras de infraestructura nunca bien terminadas- ya son un clásico, como lo son igualmente las tapas de servicios faltantes o mal colocadas o los baches.
Se ha llegado a extremos que obligan a una revisión profunda y a una pronta reacción por parte de los organismos públicos, las empresas y las personas involucradas en el mejor mantenimiento del mobiliario urbano. La mera colocación de un contenedor de residuos o, como en el caso mencionado arriba, de tanques de agua para abastecer a la población, no puede traducirse en riesgos innecesarios y graves para la integridad física de ninguna persona.
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