Nueva falla en los cajeros automáticos que perjudica a los usuarios

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Hace pocos días transcurrió el feriado largo de fin de semana y los cajeros automáticos de la Región se vieron nuevamente colapsados, carentes de dinero. Ocurre varias veces al año y desde hace ya, por lo menos, dos décadas. Por momentos se tiene la impresión de que los Bancos oficiales y los privados –ya que estos últimos también defeccionaron a partir del sábado pasado- intentaron algunas veces adoptar fórmulas para evitar ese fenómeno tan negativo para la población, pero, por lo visto, la burocracia siempre se las ingenia para tropezar con la misma piedra.

Cualquier persona con un mínimo conocimiento de los antecedentes sabe que, de no reponerse billetes en los cajeros durante cuatro días, lo que va a ocurrir es que se quedarán sin carga alguna de dinero. Eso es, en definitiva, lo que sucede puntual y habitualmente, sin que las autoridades bancarias atinen a superar este –para ellas- dilema, al que no le encuentran solución.

Es necesario hacer una descripción de lo que pasó el último fin de semana. En ese lapso, hacer una extracción de dinero en los cajeros automáticos de nuestra zona fue una misión imposible, tal como se lo definió en la nota publicada en este diario. Los que tienen auto o los que necesitaban el dinero a todo trance iniciaron, entonces, erráticas y frustradas giras hacia otros cajeros. Los que no poseen movilidad propia caminaron muchas cuadras para probar fortuna o desistieron de todo tipo de intento.

Se ha dicho ya, en innumerables ocasiones, que el sistema disponible en la Región de cajeros automáticos no alcanza para atender a los usuarios. Asimismo, en la actualidad se advierte una cada vez mayor cantidad de cajeros que no funcionan o que lo hacen en forma deficiente.

Armarse de una gran paciencia, apostar a que se produzcan recargas azarosas o decidir, entonces, realizar una gira por otros cajeros para ver si la suerte les hace un guiño providencial, forman parte de las ciertamente desoladoras alternativas que deben enfrentar miles de personas.

El problema es recurrente y se plantea desde hace tantos años que, ciertamente, cuesta entender cómo las autoridades bancarias no lo advierten y encuentran una fórmula eficaz para evitar que se reitere. La paradoja es siempre la misma: cuánto más necesita la gente de su dinero, más se lo retacean los cajeros automáticos. Por otra parte, no poder disponer de un dinero que es propio durante cuatro días constituye un grave perjuicio y, seguramente, una privación de derechos para las personas.

Como se ha dicho insistentemente aquí, el sistema de cajeros que fue previsto como una alternativa para darle mayor agilidad al sistema bancario, no debería exhibir falencias que, lamentablemente, perjudican la confiabilidad de esa variante y se traducen en perjuicios injustificados para quienes se encuentran adheridos. Ello, sin dejar de señalar que, bien organizado, se trata de un evidente adelanto.

Se sabe que una gran porción de los clientes y usuarios de este servicio están forzados a manejarse con el sistema de cajeros, porque el pago de sueldos, jubilaciones y pensiones a través de ellos es obligatorio. No se trata, entonces, de una opción que haya hecho el usuario sino de una imposición. Con más razón entonces el servicio debería tener un estándar de eficacia.

 

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