Trampas urbanas, un riesgo al que nuestra ciudad no escapa

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Caminar por la Ciudad ya implica el desafío diario de evitar innumerables obstáculos y riegos desperdigados por veredas y calzadas que, en muchos casos, atentan contra la integridad física de las personas y, en otros, obligan a desplazarse en modo “todo terreno” para esquivar todo lo que está roto, mal señalizado o en medio del camino.

En repetidas ocasiones, EL DIA alertó sobre las denominadas “trampas urbanas” a las que se exponen los vecinos de La Plata, con informes que las detallaron y que hicieron notar los peligros que representan. En una reciente publicación, se puso el foco en la cantidad de pozos; tapas de redes de servicios que faltan y dejan al descubierto huecos de ignorada profundidad; cabinas con cables eléctricos sueltos y obras en construcción -algunas señalizadas correctamente y otras demarcadas de forma confusa- que se suceden en la vía pública.

Pero, claro está, no son las únicas cuestiones a atender, porque también se observan tapas de medidores sueltas o directamente faltantes; árboles y postes inclinados, tanto que parecen a punto de caer; rampas deterioradas; filtraciones que forman “lagos”; desniveles formados por las raíces de los árboles; y cableados sueltos, que dejan en evidencia la falta de atención generalizada en el mantenimiento urbano.

Estas falencias no son propiedad exclusiva de un barrio o sector determinado del caso urbano. Tampoco hace falta recorrer mucho ni buscar con detenimiento para toparse con ellas y exponerse a los riesgos que implican. Son, sin más, una constante a la que, a regañadientes, los platenses se han tenido que adaptar.

Algunos ejemplos son elocuentes y los sufren miles de personas en algunas de las partes más transitadas del Centro. Como los pozos en las veredas de 7 y 50; 8 entre 49 y 50; o diagonal 73 casi esquina 10. Son cavidades que se formaron a partir de la desaparición de las cubiertas que deben tener esas cámaras subterráneas. E implican marcados peligros, dado que un momento de distracción, la falta de iluminación apropiada de noche o el avance de una persona no vidente que no alcance a detectar el desnivel en la vereda, bastarán para que se produzca un accidente.

Otro caso es una columna de alumbrado público próxima al ingreso al colegio Albert Thomas, en 1, 57 y 58, que presenta el tendido de su interior al aire libre. Vecinos no sólo hicieron notar esta situación, sino la cantidad de luminarias de la vía pública en la zona que permanecen encendidas a plena luz del día. Casos como estos también se dan en el Bosque.

En el Parque Saavedra, las trampas urbanas están a la orden del día. Del lado de la calle 64 entre 13 y 14 sobresalen del suelo caños metálicos y oxidados, que ponen en peligro a muchísimas personas que transitan por allí, especialmente niños y personas mayores.

Vecinos también temen por árboles o postes a punto de caer. Un caso es la columna peligrosamente inclinada que está en la zona de 1 y 51, que representa en riego para los peatones y para los autos que pasan por ahí.

Otro fenómeno es el de los postes a punto de caer, apoyados sobre cableados o viviendas. El temor es doble porque muchos de ellos generan peligro de electrocución, lo que hace que los vecinos convivan con situaciones de riesgo permanente. Un ejemplo se observa en 15 entre 43 y 44. Y el de los cableados a la intemperie, sin tapas que los contengan, es otro signo de desidia que acarrea serios riesgos.

Estas “trampas urbanas” resultan mucho más peligrosas en las horas de la noche, cuando la luz es escasa y advertirlas se vuelve una misión prácticamente imposible. En esa línea, no son pocos los vecinos que piden demarcar con claridad estos peligros -hasta tanto sean subsanados- para evitar accidentes.

Mientras, resulta imperioso no naturalizar esta serie de problemas ni permitir que se transformen en la normalidad del día a día en la Ciudad. Recuperar el placer de caminar sin esquivar obstáculos tiene que ser un objetivo inclaudicable para todos los platenses.

 

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