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Crianza inteligente: la sana desatención

Los riesgos de la híperpaternidad: qué es y por qué es clave revertirla para que la infancia sea una etapa de disfrute y aprendizajes antes que un sufrimiento

Crianza inteligente: la sana desatención

Es común que muchos niños hablen dos idiomas pero no sepan utilizar el cuchillo

MARISOL AMBROSETTI / Fotos SEBASTIÁN CASALI Y ENTREVISTADAS
Por MARISOL AMBROSETTI / Fotos SEBASTIÁN CASALI Y ENTREVISTADAS

8 de Marzo de 2020 | 08:34
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Especialistas en crianza advierten sobre esta tendencia que pone a los chicos en carrera para ser genios. Aprenden idiomas, deportes, artes pero no saben resolver problemas cotidianos ni desarrollan habilidades sociales.

Hoy, como nunca antes, los niños y niñas pasaron al frente y nos tienen al trote: van a la escuela doble jornada, aprenden deportes, arte, idiomas, tienen cumpleaños y pijamadas cada fin de semana, y se los consulta sobre qué prefieren comer, cómo se quieren vestir y hasta dónde ir de vacaciones. Sin embargo, esas mismas criaturas llegan al primer grado sin haber incorporado saberes cotidianos mucho más básicos para su autonomía como atarse los cordones, bañarse solos, usar cuchillo y tenedor o resolver la tarea.

En nuestro medio, esta tendencia que ya es motivo de consulta a psicólogos y piscopedagogos, es cada vez más frecuente en familias con ingresos medios y, más aún, entre las de mayor poder adquisitivo. Los híperpadres tienen terror a perder la posibilidad de criar pequeños Messi, pichones de Mozart o potenciales Einstein, tal como explica la periodista española especializada en crianza, Eva Millet, autora de libros como ‘Hiperpaternidad’ e ‘Hiperniños, ¿Hijos perfectos o hipohijos?’ y ‘Niños, adolescentes y ansiedad’ (editados por Plataforma Actual).

Millet ofrece una mirada crítica sobre este modelo de crianza híperdemandante y hace foco en el concepto de híperpadres: “La hiperpaternidad es curiosa porque, por una parte, se esperan grandes cosas del niño, pero las más normales no las hacen: a los seis años saben esquiar pero no se atan las zapatillas o hablan chino pero son incapaces de decir buenos días al entrar en un sitio”. Para la escritora, este tipo de crianza tiene origen en la exitista cultura norteamericana e implica una agenda recargada de actividades, bajo la creencia de que si al niño no se le ofrecen todos esos ‘inputs’ no triunfará.

Para Millet este modelo de crianza genera altas dosis de ansiedad y malestar en todos los miembros del grupo familiar. Por eso, aconseja dejar tiempo para el aburrimiento, para la charla y para el juego libre, que obliga a desplegar la imaginación y la creatividad.

“Está claro que criar un híperhijo es carísimo: miles de actividades extra escolares”

 

A modo de ejemplo de híperpaternidad, Millet relata el caso de una joven norteamericana de 20 años que cursaba una maestría en la Universidad de Barcelona: “La muchacha queda encerrada en el ascensor y en lugar de apretar el botón de alarma como hubiera hecho cualquiera de nosotros, saca el móvil y llama a su madre, que está en Florida, Estados Unidos y ¿Qué hace mamá? Pues llama a la sede de la Universidad en Chicago, Chicago llama a Barcelona y ahí le abren la puerta del ascensor”.

Este modelo de crianza, explica la experta, está basado en una atención excesiva a los hijos: “Hemos pasado del culto a los ancestros, con casas llenas de fotos de abuelos, bisabuelos y antepasados, al culto de los descendientes: hoy solo hay fotos de niños y niñas haciendo cosas de los más simpáticas”.

¿Y POR CASA?

Lejos de ser un modelo de crianza ajeno a nuestra cultura, especialistas en psicopedagogía y psicología infantil observan con preocupación el afianzamiento de la híperpaternidad también en estas latitudes. Eso sí, circunscripto a sectores acomodados, porque está claro que criar un híperhijo es carísimo.

“Antes era habitual que el varón vaya a fútbol y la nena a baile. Hoy están sobrepasados de actividades”, corrobora la licenciada y profesora en psicología Pamela Wittmann. La especialista platense cuenta el caso de un niño de cuatro años que iba a aprender inglés, ajedrez y plástica: “Por lo que manifestaba en el consultorio le recomendé a los padres que hiciera una actividad grupal. Entonces le sumaron fútbol, pero no restaron nada a lo que venía haciendo”.

La carga horaria los supera, por eso Millet habla de niños “con agenda de ministro”. “Esto tiene efectos en el aula, con chicos que se duermen y no rinden, pero no porque tengan dificultades de comprensión sino porque están agotados”, agrega Witmann. En ese sentido, recomienda no perder de vista el deseo de los hijos: “Es clave que puedan desear hacer una actividad, que estén esperando el día de fútbol, por ejemplo, porque les gusta, en lugar de que lleguen obligados y agotados por la rutina diaria”.

A su vez, los híperpadres viven en tránsito permanente, y esto resta calidad de vida, de relación, de ocio y de tiempo compartido en casa. “Muchos niños salen de la doble jornada escolar, que arranca a las 7.30 y termina a las cuatro de la tarde, y de ahí van a hacer un deporte o una actividad artística. Si lo necesitan, toman clases de apoyo o hacen psicoterapia, esto implica ir con el chico de un lado para el otro, pero hay una falta de tiempo real con ellos”, observa la psicóloga.

Las especialistas coinciden en que, sin lugar a dudas, detrás de todo híperpadre hay buenas intenciones y la búsqueda del mejor futuro posible para sus hijos. Sin embargo, advierten que “vivir en torno de las actividades del niño es la mejor receta para criar adultos incapaces de registrar que en la vida no existe sólo lo que a mí me pasa”.

Muchos padres dicen “prefiero que aprenda un deporte o un idioma en lugar de que haga tareas de la casa que yo puedo resolver, sin embargo, es muy importante que al niño o niña se le asigne una actividad en el hogar, como poner la mesa, hacer su cama o preparar el jugo, tareas que le den una responsabilidad y un rol en la familia. Esto será decisivo en la constitución de su subjetividad como adulto y como ciudadano”.

NIÑOS LOREAL

La autora española dice que la híperpaternidad ofrece como resultados “niños Loreal”, en alusión a las publicidades de esos cosméticos en que las modelos y actrices revoleaban su envidiable cabellera frente a cámara y decían, desafiantes: “Porque yo lo valgo”.

“La tendencia es que los padres hagan las veces de guardaespaldas, asistentes, taxistas y mayordomos de los niños”

 

Ocurre que bajo este modelo, los niños dan por hecho que son sus padres quienes deben llevarles la mochila, acordarse qué carpetas necesitan o qué tarea tienen que entregar.

Las especialistas insisten en que se asentó la creencia de que los padres debemos resolver todos los problemas del niño, incluso hacer por ellos hasta la tarea escolar. En este sentido, Millet observa que “nos estamos cargando el proceso de adquisición de autonomía de los hijos porque de este modo les estamos diciendo que ellos no lo pueden hacer”.

La experta española dice, a su vez, que otra de las características de los híperpadres es la de ser “justificadores seriales”: el niño nunca se equivoca ni hace nada mal. Y si escupe, pega o contesta en malos términos es “porque tuvo un mal día”, “el maestro no lo entiende” o “tiene baja tolerancia a la frustración”. Esto último, agrega Millet, se expresa muy a menudo “como si se tratara de una enfermedad crónica contra la que nada se puede hacer”.

Al parecer, la tendencia es que los padres hagan las veces de guardaespaldas, asistentes, taxistas y mayordomos de los niños. El problema, advierten, es que “asistimos a la emergencia de una generación de niños con muchos miedos, muy preparados en disciplinas específicas pero también bastante prepotentes, híperestimulados y estresados como sus padres”.

“Hay que tener muy presente que jugar es un derecho fundamental para el desarrollo infantil”

 

La híperpaternidad es, a su vez, menos gratificante porque supone que para que el chico sea feliz hay que dárselo todo, y la oferta de mercado para la infancia es tan inabarcable que a la típica carga de culpa que acarrea ser padres y madres se suma un extra por no poder ofrecerle la infinitud de propuestas disponibles.

DEJARLOS EQUIVOCARSE

La buena noticia es que no es tan difícil reencauzar la crianza y salirse del modelo de híperpadres ¿De qué manera? Las especialistas recomiendan permitir que los niños se aburran, que regresen a sus juguetes y que jueguen sin pautas ni exigencias, “hay que tener muy presente que jugar este es un derecho fundamental para el desarrollo infantil”.

La psicóloga Pamela Wittmann apunta la importancia de escuchar a los chicos para saber qué les gusta y en qué actividades se sienten cómodos, también sugiere compartir más tiempo en casa con los hijos, asignarles responsabilidades dentro del hogar y fortalecer el aprendizaje de habilidades cotidianas y sociales como comer o bañarse solos, atarse los cordones, saludar y ayudar a los demás.

“Ir con el chico de un lado para el otro implica una falta de tiempo real con ellos”

 

La autora de “Híperpaternidad” concluye que los adultos “tenemos que relajarnos un poco y pensar que no todo depende de nuestro control. Este modelo de proyectarlos como el futuro pianista o el cirujano hace que estemos todo el día encima de él. Conclusión: les estamos arrebatando la autonomía. Yo hablaría de sana desatención, de observar sin intervenir a la primera de cambio, de dejarlos equivocarse porque de eso se trata crecer”.

 

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Es común que muchos niños hablen dos idiomas pero no sepan utilizar el cuchillo

Los padres de niños con muchas actividades no terminan disfrutando del vínculo con sus hijos

La exigencia en los deportes a veces genera mucha presión en los chicos

Es muy importante que a los hijos se les asigne una actividad en el hogar que le den una responsabilidad y un rol en la familia

Pamela Wittmann (Licenciada en psicología).- “Es clave que puedan desear una actividad y no que sea una obligación”

Eva Millet (Periodista).- “Se esperan grandes cosas del niño, pero las más normales no las hacen”

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