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Deportes |ANÁLISIS

Nuestro fútbol podría estallar por el aire si no lee a tiempo lo que pasa en el mundo

Nicolás Nardini

Nicolás Nardini
nnardini@eldia.com

2 de Abril de 2020 | 02:39
Edición impresa

“Se acabaron los fichajes de 100 millones de euros”, tituló a cinco columnas en su portada principal días atrás el diario deportivo “Marca” que se edita en Madrid, la capital de España, uno de los países más afectados por la pandemia. Fue sólo uno de los cientos de titulares que inundan los medios europeos por estos días en que el coronavirus está reformulando por completo -quizás para siempre- y como nunca antes en la era moderna al gran negocio del fútbol.

En Europa, el mercado del cual depende de manera directa el fútbol argentino, el dolor causado por las miles de muertes ha impactado en el corazón del deporte más popular. El parate por tiempo indeterminado puso contra la pared a las cinco grandes ligas, hasta incluso a la indestructible Bundesliga, que pese a estar blindada en términos económico-financieros como ninguna otra, se vio forzada a conformar un fondo de garantía de 20 millones de euros, recolectados por los clubes más poderosos para que los más débiles puedan tener un salvoconducto en caso de ser necesario.

Como se viene consignando en estas páginas, en España prácticamente todos los equipos de Primera de “La Liga” se han acogido a un ERTE (Expediente de regulación de Empleo) y los asalariados de privilegio, los jugadores de fútbol, resignaron -algunos a regañadientes y otros a gusto- una porción de sus salarios para que los empleados de distintas áreas de las entidades no sean cesanteados. Lo propio ha ocurrido en la Premier inglesa y en Italia, cuyo caso paradigmático ha sido la Juventus, con un recorte salarial a su primer equipo que redundará en un ahorro de unos 90 millones de euros para la escuadra de Turín.

“Los aplausos se mudaron de los estadios a los balcones”, escribió Jorge Valdano en su columna semanal en “El País” de España. Es que el fútbol ha dejado de gravitar en un contexto catastrófico para la economía europea y por eso allí todos abrieron el paraguas porque saben que se vienen tiempos difíciles. “Habrá que olvidarse al menos por diez años de la idea de la Superliga europea. El proyecto de lograr más ingresos quedó reducido al absurdo en el marco de esta crisis”, dijo Karlheinz Rummenigge, el ex campeón del mundo teutón que preside el Consejo Directivo del Bayern Munich.

En síntesis, en Europa parecen haber entendido, a raíz de la penosa realidad sanitaria y social, que el fútbol ya no volverá a ser como fue.

Las ligas, en interminables videoconferencias, y la UEFA, buscan la manera -por ahora sin suceso- de hacer cuadrar el cierre de la presente temporada con el inicio del siguiente curso. Saben que sin bola rodando no hay TV ni se cortan tickets, por lo que la burbuja en la que está inmersa el mundo del fútbol puede explotar de un momento a otro.

Lo que pase en el Viejo Continente tendrá un impacto directo en el fútbol de vernáculo. En nuestro campeonato todos los clubes, sin excepción, son deficitarios y equilibran sus cuentas con ventas (en su gran mayoría) al mercado europeo. La pelea de unos pocos dirigentes por pagar contratos que vayan de la mano con las posibilidades económicas de los clubes ya es una batalla perdida hace rato. El tema de fondo es que ahora ya no será moneda corriente la tradicional venta millonaria de activos -los jugadores- con la que las entidades suelen oxigenar sus números en rojo. Es más, las instituciones argentinas que aún tienen cuotas por cobrar en concepto de ventas ya realizadas empiezan a sospechar que podrían producirse retrasos, por más garantías de cobro que tengan.

Se viene una inevitable contracción en el mercado global del fútbol. No son especulaciones, son datos de la realidad, ya reconocidos públicamente por los presidentes de las grandes ligas, las UEFA y hasta la FIFA, que implementará un fondo especial con sus reservas de dinero para los inevitables salvatajes que se vendrán en distintos clubes y en diversas latitudes.

Es el momento propicio para que los inflados números del fútbol argentino bajen a tierra. La locura de los resultados y las presiones, tanto en la lucha de arriba como la de abajo, lleva a la firma de contratos disparatados en el marco de una economía deprimida. Si los encargados de tomar decisiones no hacen una lectura rápida del panorama global del negocio, no son pocos los actores del fútbol local que podrían estallar por los aires.

Por el momento, a diferencia de las estrellas de Europa, ningún jugador del campeonato nacional, ni siquiera aquellos con contratos “top” -muchos superan los 3 millones de pesos mensuales de sueldo- le abrió la puerta a una reducción salarial “no forzada”. Si el panorama no se modifica, se vendrán meses de arduas negociaciones entre clubes, protagonistas, poseedores de derechos de TV, sponsors y Agremiados. Esto recién empieza. Y nadie sabe cómo terminará.

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