Estimado lector, muchas gracias por su interés en nuestras notas. Hemos incorporado el registro con el objetivo de mejorar la información que le brindamos de acuerdo a sus intereses. Para más información haga clic aquí

Enviar Sugerencia
Conectarse a través de Whatsapp
Temas del día:
Buscar
Información General |IMPRESIONES - Ocurrencias

La París y otro golpe a jubilados

La París y otro golpe a jubilados

Alejandro Castañeda

3 de Mayo de 2020 | 06:14
Edición impresa

Venían creciendo los índices de violencia hogareña. Y encima los muchachos han empezado a excarcelar a esos cónyuges golpeadores que están volviendo al hogar con su bolsito y su furia vengadora. Es difícil poder quedarse en casa como piden los infectólogos. Muchas mujeres le tienen más miedo al que está a volviendo que a lo que puede llegar. No hay tobilleras ni botones de pánico que atajen. Al excarcelado, lejos de repudiarlo, hay que incorporarlo de pleno derecho al protocolo de personaje bienvenido. Y no hacerlo enojar, por las dudas. Estar en casa, por eso, es todo una proeza. También para los de la tercera edad, que andan confundidos porque ven que a todos los van largando, menos a ellos. Encima cierran La París, que era el cabildo abierto de una veteranía platense que le daba a las masitas y a los de miga asomados a esos ventanales que se cansaron de ver pasar festejantes y quejosos, piquetes y celebraciones. El adiós a la vieja confitería es un golpe más a un colectivo que seguirá escondido y aislado, deseando por lo menos que la famosa curva no los haga volcar.

Un cierre más en un paisaje donde vidrieras y mostradores siguen de duelo. Es cierto que por estos pagos, como dicen en el campo, “cualquier garúa nos moja”, pero no es menos cierto que la pandemia ha transformado todo y aún no tiene fecha de vencimiento. La París dejó de amasar y se despide después de haber endulzado mucha vida platense. Siempre fue una casona de encuentros que, desde hace más de un siglo, venía dándole señorío a una venida siete que ayer fue paseo familiar y hoy, pasarela de arrebatos y empujones. Mozos vestidos como los de antes, nada de informalidad ni zapatillas, confesiones en voz baja y gente presentable fueron cautivando a una clientela menguante, amenazada por la inflación y el almanaque. Su fachada seguirá siendo el homenaje tardío a un urbanismo de capa caída que pasó de los grandes comercios a los vendedores callejeros. Sus parroquianos en retirada encontraban allí un oasis nostálgico que se fue reinventando a la par de los nuevos tiempos. Su partida nos devuelve la última imagen de un ayer que se marchó para no volver. La crisis la venía acorralando y la pandemia le acabó dando el golpe de gracia a esta catedral de dulce de leche y jubilados.

Las despedidas siempre invitan al recordatorio y al cambio. Nada permanece en un mundo que va dejando en el camino más competidores que nunca. Los cierres se hacen sentir. La sensación de ausencia convive con la llegada de nuevas expectativas. El sorpresivo final de La París forma parte de los fantasmas de una ciudad que se está yendo y que en cada cierre nos deja la foto amarillenta de una pérdida. Otro árbol caído en un bosque comercial que se va achicando entre crisis y adioses. La París nunca renuncio a su estilo. Era un ámbito más respetuoso que amable. Cerraba temprano y no admitía ni alcohol fuera de hora ni festejos altisonantes ni personajes llamativos. Cantar allí el “Cumpleaños feliz” era osado y mal visto. Nada de trampa ni citas. Ni el bullicio ni los vendedores ambulantes tenían cabida en una casona donde los juiciosos caballeros de las mesas redondas sólo deseaban reencontrar algún viejo amigo. El colosal parate de estos años la había arrinconado. Las colas domingueras eligiendo hojaldre, habían enflaquecido. Era un convento que, a sus oficiantes, les garantizaba un sereno transcurrir, mientras el afuera dejaba ver a tristes y pedigüeños tratando de zafar de esta mishiadura. Venía perdiendo facturación. Y no era sólo por la pandemia. La gente no quiere salir. Salideras, precios y entraderas fueron convirtiendo en marido casero a más de un platense callejero. El coronavirus encontró a La París sin respiradores de reserva para poder enfrentar un paréntesis que está dejando un tendal de desahuciados con ganas de cerrar más que de buscar revancha. Su adiós es una alegoría golosa a una esquina con sabor a chocolate que se despide porque no puede hacerle frente a una fiebre fatal que vino a agregarle nuevos males a un país que necesita cien vacunas para ahuyentar todas sus epidemias.

Como excarcelan golpeadores, las mujeres le temen más al que está volviendo que al contagio

La pandemia le acabó dando el golpe de gracia a esta catedral de jubilados y chocolates

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE a esta promo especial
+ Comentarios

Para comentar suscribite haciendo click aquí

ESTA NOTA ES EXCLUSIVA PARA SUSCRIPTORES

HA ALCANZADO EL LIMITE DE NOTAS GRATUITAS

Para disfrutar este artículo, análisis y más,
por favor, suscríbase a uno de nuestros planes digitales

¿Ya tiene suscripción? Ingresar

Full Promocional mensual

$650/mes

*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $6100

Acceso ilimitado a www.eldia.com

Acceso a la versión PDF

Beneficios Club El Día

Suscribirme

Básico Promocional mensual

$500/mes

*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $3950

Acceso ilimitado a www.eldia.com

Suscribirme
Ver todos los planes Ir al Inicio
cargando...
Básico Promocional mensual
Acceso ilimitado a www.eldia.com
$500.-

POR MES*

*Costo por 3 meses. Luego $3950.-/mes
Mustang Cloud - CMS para portales de noticias

Para ver nuestro sitio correctamente gire la pantalla