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Ocurrencias: "Muñequeando" la cuarentena

Ocurrencias: "Muñequeando" la cuarentena

Alejandro Castañeda
Por: Alejandro Castañeda

31 de Mayo de 2020 | 02:32
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La cosa no está para andar festejando. Dos celebraciones hicieron subir la temible curva: una seguidilla de casorios de judíos ortodoxos obligó a un incómodo contencioso en plena noche de bodas . Y un baby shower de Necochea terminó encerrando otra vez a todo el vecindario.

Una pareja desobediente del Once salió a buscar algo de jolgorio. Como tenían fecha para marzo, los novios no sabían dónde poner tanto precalentamiento. Y al final, cuando estaban en plena ceremonia, tutelados por los libros sagrados y el más allá, irrumpió el más acá con una encomienda terminante: parar el brindis y la música, suspender ceremonia y fiesta en nombre de la cuarentena, confiscar los bocaditos, ningunear al rabino y llevarse esposados a esos desposados frustrados que jamás imaginaron su luna de miel en un calabozo.

De nada valió invocar que la religión está por encima de cualquier protocolo. Aislamiento para todos y nuevo capítulo de un casamiento con demasiadas sorpresas y alargue.

Y por el baby shower contagioso de Necochea culpan a una vecina que se había aproximado demasiado a un porteño infectado y sin barbijos que, sin querer, desató una doble aparición: la llegada de un bebe y del coronavirus, nacimientos que metieron en el calabozo a toda la ciudad.

No es época de fiestas es la primera moraleja que dejan estas historias. El virus y sus administradores nos quieren encerrados y sin festejos, ocupados en gestionar el miedo y en mirar el futuro sin planes ni almanaques, atados a un devenir cada vez más largo y repetido. Pero es la única vacuna que hay.

Por suerte reaparecieron los muñecos. Que ofrecen una variante atrevida en estos días de ausencias y añoranzas. Una fábrica japonesa de marionetas está recibiendo millares de pedidos por sus modelos súper realistas. Hay para todos los gustos. Los que fantasean con una mujer hecha a medida, obediente y predispuesta, han encontrado allí, eso sí, a 2.000 euros el antojo, un catálogo de ofertas que garantiza hacerse de una señora que no recela ni se queja y que puede darle otro ánimo a los solteros sin síntomas.

Por el baby shower de Necochea culpan a una vecina que se había aproximado mucho a un porteño contagioso y sin barbijo

 

Orient Industry, una de las marcas que comercializa esto acompañantes, asegura que el tacto es casi humano, al igual que los rasgos, basados en personas de carne y hueso. Su esqueleto, similar al de un ser real, es de metal, y hasta el pelo es natural.

Por supuesto, sin entrar en detalles, dice que las zonas esenciales (la palabra clave de estos días) son lo más logrado y que el comprador se sentirá bien a gusto con esta amante que hace lo que tiene que hacer y se aquieta.

Y para ellas han lanzado unos muñecos con cuerpos incuestionables que proponen en zona de definición un repertorio de tamaños y aplicaciones que puede dejar mal parado al amante más recordado.

“No me importa que no hablen”, dijo una holandesa que elegía modelo, “ya me acostumbró el impávido que estuvo diez años en casa”.

Los muñecos como los animales han aprovechado esta cuarentena para ganar terreno. Y son convocados para diversas tareas.

En un restaurante de Milan, las mesas vacías están ocupadas por maniquíes elegantes que hasta son atendidos por el mozo para darle más consistencia a la mentira. Y ahora se vio que en un estadio coreano, los directivos colocaron muñecas sexuales en las tribunas.

Y en otra cancha apelaron al Zoon para darle al partido sensación de presencia, un efecto que se potencia gracias a un equipo de sonido que aporta exclamaciones, aplausos y silbidos pregrabados.

Estamos en manos de una virtualidad que de a poco nos va encerrando y desalojando. Los muñecos han dejado de ser un juguete para convertirse en un chiche zafado y requerido. Y la tecnología se las ingenia para que la soledad y la monotonía duelan menos. Los maniquíes platenses, hartos de no vender y no exhibirse, deben andar buscando vidrieras que puedan ayudar a reconquistar coquetería y supervivencia.

Estamos en otro mundo y con otros acompañantes. La vida se ha convertido en una adivinanza. El mexicano Carlos Monsivais, desde allá lejos, le pone letra a tanto desconcierto: “O ya no entiendo lo que está pasando o ya pasó lo que estaba yo entendiendo”.

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