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Mochila al hombro: diseños exclusivos, ecológicos y solidarios

Fabrican todo tipo de fundas y bolsas con materiales plásticos de descarte, pero además capacitan y ayudan a los vecinos del barrio Los Coquitos de Melchor Romero

Mochila al hombro: diseños exclusivos, ecológicos y solidarios

Lili, Iván y Elías con los productos que arman en la casa Swahili / Calvelo

María Laura López Silva

María Laura López Silva
llopezsilva@eldia.com

21 de Junio de 2020 | 05:40
Edición impresa

La historia arranca un día de lluvia, hace más de siete años, con Iván Pavelic arrancando un banner publicitario de la calle para evitar que una maqueta de la facultad se le mojara. Sigue un tiempito después con el mismo joven que no encuentra en el mercado fundas que le gusten, por lo que se acuerda de aquella lona impermeable que le salvó la entrega. Así, el primer capítulo termina con la idea de diseñar accesorios con ese material.

Hoy, Iván (30) es Swahili, una empresa social local que transforma la basura en oportunidad, trabajo y acción comunitaria. Desde hace cuatro años, en el barrio Los Coquitos de Melchor Romero está el taller donde se hacen mochilas, fundas, cartucheras, materas, bolsas, correas para perros y una infinidad de productos donde la materia prima es material reciclado: banners, bolsas de alimentos para perros y hasta las mochilas que usan los repartidores de las aplicaciones de delivery.

Entre aquella idea y este proyecto que ya fue reconocido hasta por el ex presidente Mauricio Macri, hubo un proceso en el que además de generar un producto novedoso, este diseñador industrial de Gonnet entendió que podía hacer más: trabajar con y por la gente del barrio creando un espacio de capacitación y contención social.

“Está bueno que la gente compre sabiendo dónde, cómo y para qué se hace un producto”

 

“Recorría talleres en barrios muy humildes y veía que tenían un maltrato de otras marcas. Eso me llevó a investigar un poco más sobre los talleres textiles, que es un sub mundo complicado. Vi lo peor que se puede ver en esos lugares. Entre esas idas y vueltas conoci a Elías, hoy jefe de taller. Con su ayuda y conocimiento sobre el barrio alquilamos una casa en Los Coquitos. Hoy en ese espacio funciona Swahili”, cuenta Iván y aclara que esa casa colorida y rebalsada de lonas y bolsas plásticas no es sólo un lugar de trabajo: “pretendo que seamos familia, que sea un lugar participativo, que se cuide a los trabajadores. Arrancamos con una máquina que Elías tenía en su casa y una mesa de herrería. Ahora ya contamos con una mesa de corte y cinco máquinas. Antes nos quedaba grande el espacio, ahora nos queda chico”.

Y es que además de confeccionar productos, el mensaje y trabajo de Swahili tiene que ver con mejorar la vida de los vecinos del barrio y todo aquel que necesite una mano. “En el espacio se generaron talleres de capacitación de corte y confección, también la casa se usó como salita médica y se festejaron los Días del Niño, entre otras acciones. En Swahili se emplea a personas excluidas del sistema laboral por no tener la escuela terminada, experiencia o ser ex presidiarios. Cuando tenemos mucha demanda les pasamos laburo a otros talleres. Realizamos varias misiones solidarias, la más linda fue en Chaco a donde viajamos con Elías y Sabrina (otra de las trabajadoras de la marca) a dar talleres a mujeres de parajes rurales. Me voy conectando con otra gente. Hay chicos de la zona que no tienen edad para trabajar, pero sus padres se acercan para que les demos tareas o changas y así estén en un ámbito más contenido”, enumera Iván y destaca que “la parte social es la más linda porque generamos un ingreso estable para personas desempleadas y que no tienen acceso a un trabajo formal. Los vecinos que se capacitan luego dan talleres en escuelas y cárceles de la zona”.

Claro que en esto no está solo. La pareja conformada por Elías (43) y Liliana (42) son su mano derecha hace más de tres años y viven frente al taller. Con el primero dan las charlas de presentación de las marcas cada vez que tienen que presentar el proyecto y el pilar femenino del grupo es quien pone orden en el taller. “Lili no podía conseguir trabajo por la edad y porque se le complicaba donde dejar a sus hijos, Swahili le dio la posibilidad de poder trabajar, aprender el oficio y estar cerca de sus niños, además hoy junto a Elías lideran toda la producción y ella es la encargada de enseñar cuando se incorpora a alguien”, describe Iván.

Elías cuenta que le costó entender el tema de la transformación: “hacíamos fundas para tablas de surf y él -por Iván- compraba las mejores telas e hilos. Y de repente vino con una lona y no le creíamos. El genera trabajo y cambió nuestra economía. Yo lo seguía por el laburo, para poner un plato de comida en la mesa, pero me costó una banda entender lo de la transformación. `A quién le vas a vender esto, no te lo va a comprar nadie´, le decía. Me resistía pero lo hicimos y hoy la mochila es el producto más vendido. Ahora caemos en lo que estamos haciendo, es algo mucho más profundo que coser, estamos haciendo bien las cosas”.

“Él nos trata como familia y nos hizo parte de su proyecto. Acá hay que venir y trabajar en serio, ser responsable. Enseñamos las cosas para que se hagan bien”, subraya Lili mientras muestra cómo se cose la lona que una vez unida a otra no puede desarmarse porque se rompe.

“Me gustaría decirle a la gente que está bueno saber qué se compra y con qué fin. Que sepan de dónde, cómo y para qué se hace un producto. Que si tienen algo de Swahili están ayudando al medio ambiente y a varias familias. Con este trabajo a nosotros nos dieron la oportunidad de ir por más”, resalta Elías.

CRECER Y MULTIPLICARSE

La marca realiza unos 3 mil productos por mes entre mochilas, fundas, materas, collares para mascotas y bolsas reutilizables. “Muchas empresas nos dan los descartes que son para nosotros la materia prima y después nos compran ventas corporativas. Por ejemplo Glovo, que descartaba 200 mochilas por mes porque ya servían más, nos las acercó para que hagamos mochilas y cartucheras que después donaron. No es un cambio que se pueda dar de un día para el otro, pero se nota que cada vez más firmas empiezan a tomar conciencia del problema de contaminación que genera el plástico”.

“Ahora nos vamos a mudar a un lugar nuevo y esta casa va a quedar para hacer talleres y huertas”, adelanta Pavelic y se nota que está sonriente. Aunque la boca se la oculte el tapabocas, los ojos se le achinan e iluminan. De espíritu inquieto y curioso, pero más que nada solidario, busca concretar distintas acciones para mejorar la calidad de vida de los vecinos: “conjuntamente con los Directores del Hospital de Romero y la fundación Esseri hemos llevado a cabo el relevamiento de las 42 casas del plan de viviendas del barrio para poder contar con información fehaciente de necesidades puntuales y datos actualizados de sus habitantes. A cada familia se les brindó barbijos y alcohol en gel. Con ellos estamos gestionando ayuda sanitaria en un contexto de emergencia de salud y alimentaria. Lamentablemente el barrio cuenta con accesos muy deteriorados, lo que complica que la gente se acerque al hospital, a la escuela o que pase camión de residuos, sobretodo en días de lluvia. Por eso es importante que organizaciones como las fundaciones se sumen y generen un trabajo en conjunto”.

Y como si fuera poco, también colaboran con alimentos y donaciones a las ollas populares que hay en los comedores de la zona de Los Coquitos, que abastecen por día a unas 200 personas como mínimo. “Con esto se cubren seis de los siete días de la semana, para que tengan a lo sumo un plato de comida diario, además de reforzar la merienda”, explica Iván.

En Swahili se transforma la basura en trabajo y acción comunitaria para el barrio

 

Hace un mes, Pavelic se asoció para poder crecer. “Nos llaman de varios países de Latinoamérica y para exportar necesitábamos tener un equipo humano más consolidado. Ahora somos una sociedad anónima pero se desarrolla casi como cooperativa. La idea es romper con el concepto o paradigma de empresa vertical, acá somos flexibles. Las chicas que trabajan se toman su tiempo para ir a amamantar, cuidar a sus hijos y volver”.

Como cada producto tiene un diseño original y único, “la respuesta del público es increíble. Muchos nos cuentan que la gente los para por la calle preguntando dónde consiguieron las mochilas y que no pueden creer que estén hechas de bolsa de alimento para perros. Se generó una empatía re linda con la gente y, al ser una pequeña empresa, tratamos de estar en todo y cuidar la comunicación”, explica Iván.

 

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Lili, Iván y Elías con los productos que arman en la casa Swahili / Calvelo

Lili muestra el producto final: una mochila exclusiva / Gonzalo Calvelo

La casa del barrio Los Coquitos de Melchor Romero donde funciona el taller de costura

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