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Espectáculos |EN DIÁLOGO CON EL DIA

Miguel Ángel Solá: “Celebramos o penamos por el pasado, pero no somos el pasado”

Tiene una elogiada trayectoria de medio siglo como actor pero hoy, a los 70 años, está sin trabajo y sin posibilidades de conseguirlo. “Quizá es que ya no soy tan bueno hoy", dice, desde Madrid, pero “tendría que llegar a entenderlo para rendirme”

Miguel Ángel Solá: “Celebramos o penamos por el pasado, pero no somos el pasado”
María Virginia Bruno

María Virginia Bruno
vbruno@eldia.com

20 de Septiembre de 2020 | 03:50
Edición impresa

Preguntas que viajan hacia Madrid -por donde quiera que viajen los emails- vuelven hacia La Plata con respuestas brutalmente sinceras, una sinceridad poco habitual, que se agradece en otro ida y vuelta de correos electrónicos que terminan con emojis y agradecimientos de ambas partes. Miguel Ángel Solá (70), un actor que ha desgastado estudios de tevé, sets de rodaje y escenarios en su elogiada trayectoria de medio siglo, volvió a fin de año a España, tras una temporada de cinco años en Argentina, porque quería estar más cerca de sus hijas mayores. Lo acompañaron su mujer, Paula Cancio, y su hija más chica, Adriana, con quienes acaba de terminar su enésima mudanza. Con gusto recibe la propuesta de hacer una entrevista con EL DIA. Hablaremos sobre “Crímenes de familia”, la película de Sebastián Schindel que se estrenó el mes pasado en Netflix y en el que le tocó un papel fuerte: un padre que renuncia a su hijo. Pero también hablaremos de su presente profesional: sin trabajo y sin posibilidades de conseguirlo.

- ¿Cómo viviste el estreno de “Crímenes de familia” en este contexto tan particular?

-Sí, fue muy extraño todo, pero, ¡se estrenó!, y me dicen que con mucha repercusión de audiencia en Argentina y en varios países del mundo. Felicito a Sebastián y a Netflix por la audacia, porque, aunque valiente, el tema que toca “Crímenes de familia” no es sencillo ni “amable” ni de aventuras. ¡Me alegro por todos los que trabajamos con convicción en la peli!, porque nos permite a un puñado de argentinos, mostrarnos creando aún en mala época. Hace nada, Echarri y Amman compartieron el premio a Mejor Actor en el Festival de Málaga y eso es muy bueno. Asocio uno y otro hecho porque, que algo destaque en este tiempo -un estreno mundial en 200 países o ésos premios-, tienen un valor agregado y permiten acercar más los lazos entre Argentina y el resto del mundo.

-La película parte de casos reales atravesados por temas complejos que tocan fibras íntimas. Como espectador, y no como actor parte del elenco, ¿cuál fue la lectura que predominó cuando la viste en la pantalla?

-Cuando leés un guión, vas tomando partido por personajes y circunstancias. Y no parece que pueda llegar a sorprenderte nada.

Pero, al verla terminada, ocurre que los personajes saltan de la pantalla e invaden tu espacio de lector -lleno de conceptos y preconceptos-, y te guían en un recorrido por sus almas, y todo cobra otra dimensión, aunque hayas sido, además, parte del rodaje. El lenguaje del director y su último cómplice (al editar), a veces potencia el cuento de tal manera que terminás siendo parte de zonas muy recorridas, pero no suficientemente exploradas (de ahí, el famoso dicho: “El mapa no es el territorio”). Largo preámbulo para decirte del doble mérito de la peli en mí: entendí todo al verla. Lo explícito y lo no. Y la injusticia se me reveló aún más injusta. Y el dolor más doloroso. Y la derrota de tener que admitir que -más allá de las buenas intenciones-, los humanos vivimos muy mal -y al no tener demasiado tiempo para ayudar a cambiar-, me siento frustrado. O sea: la peli me llevó de paseo por donde quiso llevarme.

-¿Qué fue lo más difícil de ponerte en la piel de ese padre?

-La renuncia al hijo es lo más bruto internamente. Aunque esta sea la “Crónica de una muerte laaargamente anunciada”.

Si te salen malos a ese punto, por mucha introspección que hagas, nunca vas a saber ni en qué fallaste, ni qué tendrías que haber “hecho que no hiciste”, ni cómo evitarlo el día de mañana con otro. Es tan difícil y angustiante y extraño, criar a un hijo… Es tan estresante colaborar en una educación de la que ellos reniegan por los resultados distorsionados que les “hacen ver y padecer” los cínicos y ruines patrones de la miseria, la mala leche, la indiferencia y la perversión, que este “mundo nuevo” destila de una manera imposible de abarcar para intentar protegerlos. Y los hoy adultos o los muy mayores como yo, peleamos además con la impotencia que es el peor desafío cuando ya no sabés de dónde sacar fuerzas. Ignacio se va, se escapa, andá a saber qué se lleva en la valija.

“Los hoy adultos o los muy mayores como yo, peleamos con la impotencia que es el peor desafío cuando ya no sabés de dónde sacar fuerzas”

 

-Tras ver la película, uno, como padre/madre, no puede evitar preguntarse cómo actuaría si… De hecho, este verano, con el caso de Fernando Báez Sosa, me lo he preguntado bastante pensando en los padres de los rugbiers: ¿Cómo actuar?

-No hay que preguntarse demasiado. Tenés que actuar tal como enseñaste a tu hijo a ser. El caso al que te referís –el de los rugbiers- es un típico caso de violencia sin retorno. Si has hecho eso con tu hijo (reflejo carcelario en el que se impone el más fuerte, o en el que se acepta un mayor sometimiento se repite). Si te ha visto ejercer con otros o con su misma madre ese “reflejo”, la bestia impiadosa que llevamos dentro, no pasará de ser un más que posible adaptado a las reglas del zoológico, y, cuando todas las rejas se abran, aplicará lo aprendido con lo que encuentre a tiro. En un mundo con ansias de ser mejores humanos, no debería extrañarte verlo entre rejas por más que te duela al ser su madre/padre y en tu fuero interno sepas que no sólo él debería penar porque es un “fabricado en casa”. Aun así, sabiéndolo, lo más probable es que calles o tires la pelota fuera y “hasta el muerto tenga la culpa, jamás el nene”. Ahora, si lo has criado con principios civiles sólidos, en defensa misma de la civilidad, lo acompañarás de alguna forma en la reparación de esos derechos quebrantados, que incluirán cárcel, un largo trabajo de reinserción y de deseo de perdón. Y sufrirás, con el espíritu triturado, pero con la plena conciencia de que jamás enseñaste a tu hijo a torturar ni a matar. Ni “moral”, ni “baja emoción” que suele confundirse con “sentimiento” y termina justificando barrabasadas infames.

Justicia, sed de convivir, humanidad, reponer tejidos. Todos nos vamos, pero no obligados porque otro u otros lo decidan.

-La película iba a llegar a los cines pero por la pandemia pasó directo a Netflix. ¿Cuál es tu opinión sobre los servicios “on demand” y la competencia -o no- que suponen para el cine tradicional?

- ¡Cómo asustan los cambios!... Si yo fuera “consejero”, de esos que cobran mucho (lo hago gratis, muy a pesar mío), le sugeriría a Netflix que comprase algunas salas de cine y que, tras sus estrenos en la pantalla chica -comprobada la repercusión de cada una-, se premiara la “aceptación del público”, con temporadas en esas salas ya suyas. De esta manera ninguna peli producida por Netflix quedaría sin estrenar y tanto las que lograran mayor contacto con el público como las consideradas “obras de arte”, podrían escalar desde las pantallas chicas a las “gigantes”, para entablar el diálogo cultural que propone el cine. Total, al ser los dueños del producto, pueden promocionar y subir y bajar a su antojo las pelis. Y podrían ayudar a mantener vivas, de esa manera, la ilusión y la profundidad de la pantalla gigante y su arte y su luz, y completar -para el cinéfilo de toda la vida- ese gran salto al vacío que provoca el cine. Y que se pueda regresar a casa lleno de él. De paso, Netflix, se convertiría en salvador ante los que lo acusan de ser un verdugo. Por otra parte, no todos tenemos ni tendremos buenos y grandes televisores. Diría que hoy, no llegan al nada por ciento los privilegiados.

“Nada rescato. Una mierda. El que te diga otra cosa, miente. Nos adaptamos. Como las cucarachas. Como los humanos”

 

-Contaste hace unos días que estás sin trabajo y sin posibilidades de conseguirlo. Esta dificultad, ¿ tiene que ver con ser un actor mayor (en una sociedad que castiga a las personas +60) o con las formas de consumo que llevan a producir contenidos para “adolescentes que follan”?

- Que yo no me quejo de eso. Digo, que los jóvenes no están solos en el mundo. Que debe haber otras versiones de la vida. Que a los cráneos onanizados de la tele los consume lo que consumen, y lo que quieren “consumar”, o les gustaría seguir “consumando”, mientras consumen y hacen consumir. En realidad, lo que escribí no da para más. En algún otro momento volveré a hacerlo, seguro. Quien entienda lo que me pasa y se apiade de la situación, bárbaro. La piedad habla del humano que la siente. Pero debo reconocer que contar la verdad, me hace parecer más débil de lo que soy ante una sociedad tan “ganadora como onanista” -a imagen y semejanza de los cráneos de las teles-, a la que ya le han podrido la cabeza con eso de que “si te ven bien, te tratan bien, y, si te ven mal, te tratan mal”. Y que desnudarme ante tanta vulgaridad no es favorable. A lo hecho, pecho. Punto. Ahora, la tristeza de ver triunfar la mediocridad de pensamiento me afirma en la convicción de que el Amor es siempre más que un sentimiento. Que para los soñadores es la única verdad -rodeada, asediada, acorralada-, en medio de esta pesadilla de “realidad” que nos obligan a vivir las mentes mediocres, dimensionadas por mediocres ambiciones. Es la ignorancia la que nos impide entrar en cualquier parte donde ella reine. A estudiar. Ellos no paran de estudiar cómo jodernos.

-Me gustaría saber cómo vivís esta etapa de tu vida. Si más allá de esta situación puntual, sos de los que disfrutan de la mayoría de edad o de los que no la viven en plenitud?

- No lo paso bien, Virginia. Aunque ame, no lo paso bien.

-En tus 50 años de trayectoria has demostrado tu gran capacidad interpretativa, entrando y saliendo de personajes, tan diferentes como los autores y directores con los que trabajaste. Has montado tus obras cuando no sonaba el teléfono. Eso habla de tu capacidad de reinvención.

-¿Somos lo que fuimos, o lo que somos? A través del pasado, quizá muchos “algunos” y “algunas”, nos fueron ayudando a llegar hasta aquí. Una vez aquí, celebramos o penamos por el pasado, pero no somos el pasado.

No se puede ni debería vivir de réditos. La vida es cada día. Y sólo así podría entenderse que lo bueno que “antes” fue, ya no sirva. Quizá es que ya no soy tan bueno hoy. Eso sí, tendría que llegar a entenderlo para rendirme.

-¿Cómo imaginás, en este sentido, el futuro si es que siguen sin llegar esas ofertas?

- ¿Para qué pensar en cosas feas? Ya tengo setenta años y no puedo producir mis obras y necesito trabajar para comer. Y trabajar, sé de lo que sé. Y sé también, que lo que no se comparte, no sirve para nada. E “imaginar”, en mi caso, no debe pasar de eso; sería insalubre, ¿no te parece?...

-¿Cómo han sido, desde lo personal, estos meses de encierro; hubo algo que hayas podido rescatar de toda esta situación?

- Nada rescato. Una mierda. El que te diga otra cosa, miente. Nos adaptamos. Como las cucarachas. Como los humanos. Lo primero es antes.

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Benjamín Amadeo, Cecilia Roth y Miguel Angel Solá en "Crímenes de familia"

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