Carlos G. Fasano

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El fallecimiento del ingeniero Carlos Guillermo Fasano, ocurrido a los 70 años, despertó una profunda congoja entre sus seres queridos, pues se trató del “alma mater” de la familia, de un anfitrión irremplazable dentro de un círculo íntimo tan numeroso como sólido en sus estrechos lazos.

Había nacido el 7 de febrero de 1951. Hijo de Dalmiro Carlos Fasano y Elsa Enriqueta Rodríguez Pujol, se recibió de ingeniero en Telecomunicaciones trabajando en la empresa de su padre, para luego dedicarse a gestiones administrativas en distintas escribanías de la Ciudad de Buenos Aires y la de su esposa, Virginia B. Featherston, con quien tuvo cinco hijos, y quienes, a su vez, le dieron la alegría de ocho nietos y una nieta que está en camino.

Integró una familia ampliada muy numerosa, pues él tuvo cuatro hermanos, su mujer cinco, y a su vez el matrimonio tuvo cinco hijos, lo que sumó una familia de 89 personas en contacto estrecho y permanente, presentes todas en cada casamiento de ese núcleo de parientes y con un promedio de presencias entre 30 y 40 en el asado de los domingos.

En el contexto de ese nutrido y unido grupo, con un bajo perfil absoluto, pero presente en todos los acontecimientos, aseguran en su entorno, que ahí estaba “Willy” -así lo llamaban sus allegados-.

Hombre de una fervorosa religiosidad, practicante del catolicismo, fue el eterno acompañante de familiares en las peregrinaciones a la basílica de la Virgen de Luján, un rito ineludible en las jornadas previas a graduaciones, partos, emergencias, preparativos de casamientos o cualquier otra circunstancia que ameritara realizar el esfuerzo en la demostración de fe.

Siempre dispuesto a colaborar en lo que los suyos necesitasen, era habitual en él ofrecerse a cuidar un sobrino o un nieto; preparar la casa y la reunión sin importar quienes asistieran; era de esas personas con las que se podía contar sea cual fuere la necesidad.

De un muy buen humor, tenía una sensibilidad extrema que en algunas ocasiones se escondía detrás de un gesto que parecía enojoso.

Sus escapadas eran para reunirse con sus entrañables amigos de la secundaria, aquellos con quienes egresó del Colegio Sagrado Corazón.

Se destacó por otra pasión: el Club Gimnasia.

 

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