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La Ciudad |Disminuir los riesgos y aumentar la rentabilidad del sector

Cambios en el campo: jóvenes a la Universidad para mejorar la producción hortícola

Hijos ayudan a sus familias que durante varias generaciones se dedicaron a trabajar la tierra con la experiencia que le dio la labor diaria. Una apuesta a potenciar la calidad

Cambios en el campo: jóvenes a la Universidad para mejorar la producción hortícola

Maura y su mamá, Policarpia, en la quinta donde producen / EL DIA

24 de Octubre de 2021 | 06:32
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Dicen que la nueva generación supera a la anterior. “M`hijo el dotor”, el clásico de Florencio Sánchez, ya sostenía esa idea a principios del siglo pasado al volcar en expresión teatral una realidad social de esos tiempos: el contraste, pensado como una línea evolutiva, entre padres trabajadores del campo e hijos que acceden a la Universidad. Aquí y ahora, más de 100 años después y en un contexto escénico muy diferente, pareciera darse un fenómeno similar con los jóvenes del cordón hortícola local que buscan, mientras ayudan a sus familias en las quintas, enriquecer su experiencia y mejorar la calidad de la producción con los conocimientos que les ofrece una facultad especializada en Ciencias Agrarias.

Gabriela Narváez tiene 29 años. Vive con sus padres, Adrián y Flora, desde hace 23 años, en una propiedad que alquilan, como quinta y vivienda, en 38 y 204, una franja medio indefinida entre Abasto y Olmos. Hija de bolivianos, la joven es jujeña, pues sus mayores cruzaron la frontera en busca de mejores posibilidades de trabajo y ella nació en la provincia del norte argentino. Finalmente, no sin complicaciones para acomodarse, toda la familia se radicó, cuando “Gaby” comenzaba la escuela primaria, en nuestra región, donde se concentra el mayor núcleo productivo de hoja del país.

“Gaby” es la menor de los tres hijos de la pareja de productores; los dos varones más grandes se dedicaron a otras actividades. Ella es la que aprendió, al lado de sus padres, los secretos de la agricultura familiar; cómo seguir, por caso, el crecimiento de las lechugas o las acelgas, cuidar que nada las arruine, y buscar después la mayor rentabilidad posible, algo que se hace difícil en esos sectores de la economía popular.

Con todo, quiso ir más allá del oficio y, egresada con muy buenas calificaciones de una escuela agraria, se dejó convencer por los y las docentes que la empujaron a seguir Agronomía en la Universidad. Ahora está terminando tercer año de la carrera de grado y cursa, a la vez, la diplomatura en Producción Hortícola y Florícola. “Mi papá no ve la hora de que me reciba de ingeniera; es su sueño que me reciba y hacia ese objetivo voy”, cuenta y explica que mientras tanto, la diplomatura la ayuda a ella y a su familia a resolver problemas específicos de la producción.

Carrera corta, salida laboral rápida

En 2019, la Secretaría de Extensión de Agronomía de la UNLP, lanzó la diplomatura en Producción Hortícola y Florícola, proyecto creado para personas sin el secundario completo que brinda en no mucho más de un año lectivo herramientas puntuales y de rápida resolución para optimizar el proceso de cultivo y la posterior comercialización. Este año egresó la primera promoción, alrededor de 30 productores y productoras que cursaron casi todas las instancias de manera virtual; ahora se forma, ya en modo presencial, la segunda camada de quinteros, por lo general hijos de inmigrantes de origen boliviano que llevan a las clases de los sábados a la mañana muchas preguntas, pero también algunas respuestas.

“Se inscribieron hijos e hijas de productores de la zona, y en su gran mayoría ya estaban estudiando Agronomía, lo que significa un enorme esfuerzo porque además, por lo general, son jóvenes que trabajan en las quintas o ayudan en la casa cuidando a sus hermanos menores”, remarca la secretaria de Extensión de la facultad de Ciencias Agrarias y Forestales, Guillermina Ferraris, quien advierte la tendencia creciente de las segundas generaciones de quinteros a profundizar, ya con el soporte de lo académico, los saberes adquiridos con la experiencia del trabajo familiar.

El plan de estudios de la diplomatura es el resultado de un intercambio del conocimiento de los docentes y las prácticas de los productores. Y es que la labor cotidiana de sembrar, cosechar, y despachar hortalizas implica el desarrollo de un proceso de meses, a través del cual así como se tropieza también se aprende. La faena rural, se sabe, es una de las más sacrificadas, y esto es no sólo por el permanente seguimiento que se debe hacer de la semilla y su fruto sino porque la agricultura, y en especial en esta modalidad de producción a pequeña escala, enfrenta todos los días al desafío de la presencia de las plagas y las contingencias climáticas, y muchas veces, como corolario de esa complicada labor, el resultado económico no es, justamente, el más favorable.

Se estima que en las quintas de la Región, distribuidas en los alrededores del casco fundacional platense, trabajan la tierra unas 5.000 familias; la gran mayoría llegó de Bolivia llamada por familiares que hicieron acá la experiencia y los alientan a venir e instalarse para producir.

Historia personal similar a la de Gabriela es la de Maura Huanca Burgos -21-. Ella nació en Potosí, Bolivia, y a los 8 años se radicó junto a su mamá y varios hermanos en Lisandro Olmos. Su papá había fallecido y llegaban a esta región para ganarse la vida. También involucrada con la actividad agrícola desde pequeña e integrante de una generación de jóvenes que busca reemplazar la aplicación de agroquímicos por estrategias más saludables para el medio ambiente, es otra de las estudiantes que combina el estudio de una carrera de Ingeniería (está en segundo año de la facultad) con una diplomatura que le enseñará, en un plazo mucho más corto, las claves de los sistemas de producción hortícola; el manejo del agua, el suelo, las plagas; los elementos a tener en cuenta de la socioeconomía: costos, comercialización, asociativismos, tenencia de tierras.

“Está como un poco más enfocado a la problemática de los productores y también a la toma de conciencia sobre el uso de agroquímicos -destaca Maura-. Con mi mamá, por ejemplo, tratamos de no fumigar, porque es un veneno para los consumidores y para los productores, pero para eso hay que buscar alternativas, como por ejemplo intercalar cultivos para evitar las pestes. A eso apunto”.

Nacido en La Plata, hijo de padres bolivianos, Emanuel Rueda -21- cursa 4º año de la carrera de Ingeniería Agronómica. “Me crié en el campo, en la quinta de mi papá, entre Los Hornos y el barrio La Armonía, arrancando tomates en verano y hojas en invierno. Y quiero especializarme, aprender, porque me gusta mucho la actividad rural”, dice el estudiante que también se apura con la diplomatura para sacarle provecho cuando planta y cosecha. Los dos estudios no le dejan mucho tiempo libre durante la mayor parte del año para trabajar; pero no bien llega diciembre y concluye el ciclo lectivo se dedica al trabajo, ya sea para la producción de su padre como para la de terceros.

Dicen también, en alusión a un viejo refrán, que “de padres trabajadores, hijos cansados.” No serían, según se ve, estos los casos.

La labor cotidiana de sembrar, cosechar y despachar hortalizas implica un proceso de meses

Capacidad
El Técnico en Agroecología está capacitado para organizar, planificar, producir y administrar unidades productivas agrícolas, haciendo uso de diversas tecnologías y promoviendo el desarrollo rural con el uso racional de los bienes naturales y la conservación del ambiente.

 

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La diplomatura en producción hortícola tuvo fuerte asistencia/ WhatsApp

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