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Ezequiel Campa: “El límite del humor es que lo que hagas no sea gracioso”

El referente del stand up argentino y creador del polémico Dicky del Solar, el personaje que parodia en YouTube los valores de la familia del rugby, llega el sábado a La Plata para presentar “Cheto y Choto”

Ezequiel Campa: “El límite del humor es que lo que hagas no sea gracioso”
Pedro Garay

Pedro Garay
pgaray@eldia.com

17 de Febrero de 2021 | 01:57
Edición impresa

“A mi me ofende mucho más un chiste que no me hace reír que un chiste sobre el aborto”, tira Ezequiel Campa. Y cumple. En tiempos donde los límites del humor son diseccionados de forma quirúrgica por la marea de opinadores 2.0 ante cada chiste que camina por la cornisa (¿y no camina siempre el humor un poco por la cornisa?), Campa sigue defendiendo en el escenario su derecho a hacer humor sobre cualquier cosa. Siempre que haga reír. Es una de las razones por las que es uno de los principales referentes del stand up argentino, una de las razones por las que acaban de darle el Estrella de Mar a mejor espectáculo de stand up por “Cheto y Choto”.

Campa regresa el sábado, a las 21, a La Plata, tras más de un año sin venir por esas cuestiones pandémicas, y mostrará en el escenario de 43 entre 7 y 8, justamente, “Cheto y Choto”, show con el que ha regresado a los espectáculos con público presencial, aunque, claro, con protocolos y capacidad limitada. “Pensé que iba a ser difícil”, dice Campa, en diálogo con EL DIA, sobre actuar frente a una sala a medio llenar, con las risas desparramadas entre butacas vacías, “pero están saliendo bárbaras las funciones. Aunque esté reducida la capacidad, se siente la risa. No es lo mismo, pero estoy muy sorprendido la verdad. Estamos laburando bien, en un momento en el que es todo un desastre”.

Durante ese desastre llamado 2020, Campa, como tantos trabajadores de la cultura, se encontró de repente con las salas cerradas. Primero por dos semanas, luego un mes... con el correr de los días, se volvía evidente que el regreso se haría esperar. Entonces, abrazó las redes sociales.

“Al principio tenía mucha incertidumbre. No sabíamos cuándo íbamos a volver a laburar, hasta cuándo nos iba a alcanzar la guita que teníamos... Pero me fui organizando: soy bastante inquieto, no quise dejarme estar y me fui inventando varias cosas”, dice de aquellos días Campa, que comenzó a escribir para su canal de YouTube y su cuenta de Instagram, lanzó shows por streaming y hasta hizo “algunas cosas para marcas”.

Las redes ya asomaban como el hogar de la comedia, ante una televisión que hace rato no tiene espacio para el humor, y la pandemia aceleró el proceso. “Hay que adaptarse o morir”, afirma Campa, pero avisa que la virtualidad no es la panacea que algunos quieren imaginar. “En las redes es muy fácil hacer humor, pero es muy difícil monetizarlo”, explica. “No reemplazan a la televisión, donde laburaban los comediantes y vivían de eso. Sí, democratizó: cualquier persona tiene acceso. Pero se prostituyó tanto, a la vez, que cualquier pavada parece humor, cualquier cosa satisface las necesidades de consumir espectáculos...”, se queja.

El actor y comediante ya tenía presencia fuerte en las redes, pero, con mucho tiempo disponible, sin shows por las noches que promocionar durante los días, decidió aumentar el flujo del contenido. El público respondió, particularmente ante un personaje de Campa: Dicky del Solar, el rugbier cristiano de Nordelta de valores conservadores, emergió como una especie de profeta a medida que ciertas noticias parecían convertirlo de caricatura a reflejo realista de un sector de la sociedad argentina.

“Pasó un poco que parecía que los guiones los escribían ellos, o que las noticias las escribía yo”, se ríe al respecto Campa, que frecuentó de joven el mundo del rugby, “quizás por eso parecen tan premonitorios”.

El personaje nació ya cuatro años, y hasta tuvo su propia obra de teatro, “Dicky Del Solar, hablemos de valores”, pero no fue hasta el crimen de Fernando Báez Sosa que tomó vuelo. Campa aprovechó el freno de la pandemia para dedicarle tiempo y publicó numerosos videos, y a medida que lo hacía, aparecían nuevas noticias del mundo parodiado que parecían darle la razón. “Las pésimas noticias que vinieron de la ‘familia del rugby’ ayudaron a que la gente dijera: ‘Che, al final el personaje este no era tan personaje’. Todo lo que parecía exagerado, al final, la realidad era más fuerte”, comenta.

“Obviamente, yo hago un rugbier, un personaje, un rugbier estereotipado, que evidentemente en el mundo del rugby existe, pero no todos los rugbiers son así”, avisa, por las dudas. Y también explica que, al final de cuentas, “es un poco de humor, para también relajar un poco, que no sea solo la cosa dura del análisis: mi trabajo es ser comediante”.

EL DEDO EN LA LLAGA

El humor relaja, exorciza, y demás propiedades curativas y terapéuticas, pero, está claro, también hay en las chanzas contra la familia del rugby un dedo que aprieta una llaga en la sociedad argentina. Pero esa no es la prioridad de Campa: “Uno puede hacer humor de lo que quiera, sobre lo que le parezca gracioso: mi objetivo, cuando hago algo, es que sea gracioso. Las interpretaciones que vengan después quedan en manos de la gente: si alguien interpreta al personaje de tal o cual manera, está bien, pero viene después. Ese no es mi laburo: yo tengo que hacer que la gente se ría. No puedo laburar pensando en bajar línea, me parece que ahí estaría perdiendo mi norte”, lanza.

“A mi me ofende mucho más un chiste que no me hace reír que un chiste sobre el aborto”

Toda una declaración, en tiempos donde muchos comediantes suben al escenario a denunciar desde el monólogo humorístico. “Malos comediantes, que confunden”, opina, feroz. “No está mal el espectáculo que generan, quizás. Pero hacer comedia es otra cosa: no es panfletario, no es partidario. Tenés que lograr que la gente se ría: si para que la gente se ría te tirás mayonesa en la cara o hablás del Holocausto o el tema tabú que se te ocurra, es otra cosa. Pero el objetivo tiene que ser hacer reír”.

Y el comediante que sube con otra agenda a escena, dice, “para mi no entiende la comedia. Y muchos sacan rédito de eso. Pero para mi es una estafa, desde el punto de vista artístico: porque el objetivo tiene que ser hacer reír. Uno no es el faro moral de nada, no me puedo subir al escenario y decir ‘las cosas son así’, yo no soy académico, no entiendo nada de nada. Pero además, no podés poner el show a tu servicio para quedar bien parado, demostrar que estás en la vereda opuesta a la que juzgás”.

“Dicky del Solar parecía exagerado, pero al final, la realidad era más fuerte”

 

Es un debate que anda dando vueltas en el mundo de la comedia desde el unipersonal de Hannah Gadsby estrenado en Netflix para el mundo, “Nanette”, que comenzaba como un show de stand up y mutaba en un monólogo durísimo sobre el odio, la discriminación y la salud mental que toma por asalto a la audiencia. “No es un show que está concebido para hacer reír...”, afirma del espectáculo Campa.

“Aunque eso no significa que no tenga sentido hacerlo. No es la forma de comedia que a mi me gusta”, suaviza. “Quizás alguno puede decir que hacerte pensar es más importante que hacerte reír... Para mi es muy pedante, subir a hacer terapia al escenario, a ponerse en el lugar de víctima... Nada nos reivindica más que ser víctimas, y ahí me parece que también hay un engaño”.

LOS LÍMITES DEL HUMOR

Está claro: el objetivo para Campa es hacer reír, todo lo demás es pretensión, ínfulas. Y no importa cómo llegar al objetivo: no hay límites para el humor, “al contrario”, analiza. “El límite es que lo que hagas no sea gracioso. ¿Qué es un límite, cómo vas a hablar de una expresión artística en términos de límites? No somos un producto masivo que tiene que llegar a la mayor cantidad de gente posible, y no herir susceptibilidades: somos artistas. Jamás se le puede exigir al artista un límite, o que sea un faro moral. ¿Y aparte, por qué con la comedia? Nadie va a un escultor y le pregunta cuáles son los límites de la escultura”.

Vivimos, sin embargo, una época de mucha susceptibilidad herida, y, de hecho, en el reciente “carpetazo” tuitero, a Campa le desenterraron del pasado un par de chistes aparentemente todofóbicos (en realidad, eran parte de “tuiteatro”, algo que Campa hacía por entonces en las redes). “Es que Twitter es una cloaca del sin-contexto: la gente va ahí a vomitarse las broncas, y ver si pueden sacar algún rédito imbécil, banal...”, lanza sobre aquella experiencia.

De la ofensa del público, sin embargo, no tiene palabras tan duras: “Si la gente se quiere ofender, que se ofenda: no me parece grave. El asunto es cuando alguien cree que porque se ofende tiene razón: estar ofendido no significa tener razón, ni siquiera significa que hayas entendido. Estar ofendido no tiene ningún valor, no significa nada. Es como que me digas: ‘Con tu humor, hay mucha gente que estornuda’. Bueno, es un estornudo, no pasa nada. A mi me ofende mucho más un chiste que no me hace reír que un chiste sobre el aborto. ¿Qué preferís, ir a ver un show de comedia y salir diciendo ‘cómo me cagué de risa’, o salir diciendo ‘che, tiene razón lo que dice’? Bueno, yo para esa segunda gente no trabajo”.

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