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Ocurrencias: encuentros del más allá y desencuentros del más acá

Ocurrencias: encuentros del más allá y desencuentros del más acá

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Alejandro Castañeda
Alejandro Castañeda

25 de Abril de 2021 | 02:35
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El Perseverance viaja por el espacio buscando interpelar al infinito. Esta nave espacial quiere averiguar si alguna vez hubo vida en Marte. Su nombre expresa más que un disciplinado empecinamiento, una búsqueda tenaz dirigida a probar que no somos los únicos caminantes en esa inmensidad. No llegó solo. Lleva en sus entrañas un pequeño vástago que, como todo recién nacido, apenas pudo, salió a dar unos pasos por el nuevo domicilio. Es un drone que se llama Ingenuity, un helicóptero que desde su nombre promete una mirada inocente y nueva para algo tan viejo y extraño.

La historia recordará que, mientras el mundo disputaba a brazo partido una lucha contra un virus aniquilador, el ser humano estrenaba allá lejos su primer motor galáctico, un artefacto intruso que sacudió el silencio de un planeta que pasó millones de siglos esperando un ruido y una visita. No son meras coincidencias. Las dos manifestaciones reafirman que de hazañas y desafíos está hecho el espíritu de una humanidad que no es inmortal pero es invencible. El hombre siempre desafía al destino. Y elige cualquier escenario para ponerse a prueba frente a las ocurrencias de una creación que -como dice Violeta Parra- “es un pájaro sin plan de vuelo”.

De hazañas y desafíos está hecho el espíritu de una humanidad que no es inmortal pero es invencible

Ingenuidad no se propone dirimir nada. Desde su nombre avisa que su paseo es puro comienzo, pequeños gateos de una aventura juguetona que le permite explorar su entorno sin preconceptos, dejando que el azar o lo que sea le permita entrever qué es todo esto. Para eso necesita que la nave madre le arme un rompecabezas con las piezas que va recolectando. Y lo está haciendo: Perseverar es seguir en el mismo camino, apostar a una espera activa, continuar rastreando, traducir lo que va juntando ese hijo inquieto y andariego que le trae piedritas y preguntas.

Hay que buscar otra vida porque la de este lado está muy gastada y amenazada. Celebremos que las maquinas vayan abriendo las orejas y los ojos para poder escuchar y ver si en un pasado remotísimo alguien anduvo por estos desiertos deshojando un poquito de vida. El helicóptero que hoy resuena en esa desolación lleva con su murmullo la serenata de una humanidad motorizada que pretende ir más allá de sus narices y desafiar sus límites. Recogerá imágenes en blanco y negro y color que después la Perseverancia las irá ordenando y clasificando. Los aleteos de Ingenuidad son la primera manifestación ruidosa de un huésped que pone, a la altura de una riña de nenitos caprichosos, los barullos criollos entre Nación y Ciudad. Lo de Perseverancia e Ingenuidad son excursiones altivas que no buscan aplicaciones prácticas inmediatas. Están despojadas de todo propósito utilitario. Su misión viene a recordarnos los alcances de esa insaciable curiosidad del hombre, capaz de generar lo monstruoso y lo sublime. Por aquí, el virus maldito nos muestra que, entre vacunas y datos manipulados, hasta la ingenuidad y la perseverancia se han vuelto sospechosas. El canje de contagios en el AMBA sólo deja ver una borrosa geografía de desconfianza y miedo. Frente a este enfrentamiento ladino, hay que reivindicar el protocolo de la Perseverancia, destinado a enseñarnos y advertirnos que la vida, ese milagro, alguna vez anduvo por esas desolaciones. Y un día se fue.

Somos habitantes asustados de una realidad quebradiza y urgente

 

El drone saca fotos y vagabundea. Como los chicos, sólo mira y cuenta. El Perseverancia ya se las ingenió para transformar el monóxido de carbono en oxígeno del bueno, algo que en la Tierra está escaseando. Conmueve saber que allá lejos el hombre está enseñando a respirar a un paisaje sin suspiros que, de a poco, irá preparando la casa para recibir los primeros viajeros.

Este viaje inolvidable y colosal no sólo trae noticias de aquellos cielos lejanos. También nos deja un mensaje para los nubarrones de aquí cerquita. Mientras en el más allá se empieza a respirar un aire nuevo, por estos pagos los exploradores del día a día nos ahogan con sus disputas ordinarias. Somos habitantes asustados de una realidad quebradiza y urgente que se ha vuelto repetida y amenazante. Por aquí hace tiempo que no circulan más los ingenuos. Sólo se hacen ver los perseverantes. Y no con buenos propósitos.

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