El platense que dejó la huella de la ciudad y su amado Lobo en la Antártida: "La Plata CGE"

Por Lautaro Segura

En la Base Científica Antártica Artigas de Uruguay hay un cartel que apunta hacia nuestra ciudad y reza: "La Plata CGE 3.031 km.". El autor del mismo fue Mauro Rozas Sía, un platense de 24 años que está a punto de recibirse de Licenciado en Biología (orientación Zoología) y estuvo el último verano en la Antártida colaborando en varios proyectos científicos.

El joven, que vive en el barrio La Granja, vivió durante cinco meses en la base uruguaya gracias a una recomendación de nuestro país. "El año pasado había viajado con la Argentina a la Antártida y había hecho un trabajo mirando las colonias de pingüinos. Uruguay pidió colaboración para llevar a cabo un proyecto similar cerca de su base y me recomendaron", comenzó relatando en diálogo con EL DÍA.

Durante su estadía vio que en un poste había carteles de varias ciudades (la mayoría de Uruguay y decidió colocar una para dejar inmortalizada a La Plata y a Gimnasia, club del cuál es hincha. Eligió los colores celeste y blanco por la bandera de nuestro país.

Ante la consulta de cuáles fueron los proyectos en los que estuvo involucrado durante sus dos estadías en la Antártida, precisó: "En 2019-2020, en la Base Carlini en la isla 25 de Mayo, estuve con el proyecto de "Monitoreo del ecosistema" perteneciente al Instituto Artático Argentino. Allí trabajé con ecología reproductyia y trófica de pingüinos", y añadió: "Las especies más abundantes son dos: Papúa y de Adelia. También está el Barbijo, pero son menos"

Luego, explicó puntualmente cuáles eran las tareas: "Es hacer censos de la colonia y ver toda la información que se puede recolectar del éxito reproductivo; además que están comiendo y en dónde. Esto sirve para ver si la población están decreciendo y se observa con el tiempo, con los datos de todos los veranos"

Según recordó, la Argentina "hace más de 30 años que trabaja allá" y estos proyectos sirven para "ver el impacto del hombre y el cambio climático en esas espacies".

Un año más tarde regresó a la Antártida, pero para trabajar en la base uruguaya. "Fue un año atípico, ya que fueron pocos investigadores y fuimos solo tres los que nos quedamos todo el verano. Llevamos adelante varios proyectos de todos los que no pudieron viajar por el coronavirus", dijo.

Si bien principalmente estuvo abocado a un proyecto de pingüinos similar al que había hecho en la base argentina, ya que por eso lo habían recomendado, también colaboró con otros: "Uno de micro y macro plásticos para ver cuáles llegan a la Antártida; otro sobre la contaminación sonoras de las bases; y otro en donde se pusieron filtros de aire para ver la contimnación, las cuáles generan las bases".

Junto a sus compañeros, también trabajó con un "proyecto de Alemania de monitoreo de petreles gigantes" y colaboraron "con otro que estudiaba las especies de microorganismos que serían promotores de crecimiento vegetal".

Según precisó, los mismos "son por parte del Instituto Antártivo Uruguayo y del Centro Universitario Regional del Este (CURE) de la Universidad de la República". Los de nuestro país, por su parte, "son del Instituto Antártico Argentino, el cuál tiene convenios con CONICET y con otras instituciones como la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata".

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