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Gonzalo Martínez Mosquera
eleconomista.com.ar
“La teoría monetaria china siempre fue cartalista. Esto en parte fue un efecto de tamaño: el imperio y sus mercados internos eran tan grandes que el comercio exterior nunca fue muy importante; por lo tanto, aquellos que manejaban el gobierno tenían claro que podían convertir casi cualquier cosa en dinero, solo tenían que insistir en que los impuestos fueran pagados con esa cosa”. Esa frase aparece en el libro de David Graeber “Deuda, los primeros 5.000 años” y hace referencia al manejo del dinero durante la Edad Media en el país oriental.
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Como se ve, el dinero fiduciario (por eso la referencia a la teoría chartalista) ya existe hace mucho, se trata de aquel cuyo valor de mercado excede a su valor intrínseco. Sólo basta que haya alguien tan “tonto” como para aceptarlo y, en este caso, ese “tonto” es el gobierno que da por satisfecha las obligaciones negociables.
En este tipo de dinero, el oro, la plata y otros metales eran usados como medio para “transportar” el dinero real, de la misma manera que hoy usamos el papel o los registros digitales. Como explica Graeber, solo era necesario que el gobierno lo exigiera para el pago de impuestos.
Basta pensar dos minutos para darse cuenta cuán conveniente es este tipo de dinero por su flexibilidad para ser emitido. Supongamos que, por la razón que fuera, se duplicara de un día para el otro la demanda de dinero. Si el dinero no fuera fácil de emitir (por ejemplo si lo usáramos en base a su valor intrínseco) entonces el aumento de la demanda de ahorros generaría un caída en el gasto que aumentaría el desempleo, lo cual reduciría la recaudación impositiva obligando al gobierno a bajar sus gastos. Una espiral deflacionaria muy destructiva para la sociedad que habría sido fácilmente evitada con el dinero fiduciario. Por algo Keynes hablaba de “reliquia bárbara” cuando se refería al metal amarillo.
¿Pero entonces el oro no se usaba como dinero sino sólo como un medio de transporte? No, el oro si se usaba en base a su valor intrínseco pero solo para transacciones donde no fuera aceptado el dinero fiduciario.
¿Dónde ocurría eso? Obviamente donde el gobierno no tuviera potestad para cobrar impuestos. Era típico, por ejemplo, pagar en “especie” a los ejércitos que iban a pelear en lugares remotos o para hacer importaciones. De hecho, en el libro mencionado anteriormente, también se explica que la mayoría del oro y la plata extraídos de América terminaron en China e India de donde se importaban distintos productos para la satisfacción de los europeos y los conquistadores americanos.
¿A qué viene todo esto y qué tiene que ver con el ecosistema cripto? La versión oficial sobre la cual se basa la “filosofía Bitcoin” dice que los metales reemplazaron a mercados pre existentes basados en el trueque. Sin embargo, parece obvio que la aparición del oro como forma de transaccionar no surgió de un acuerdo tácito entre gente acostumbrada a comerciar de manera habitual en base al trueque. En realidad su uso se debe a su valor intrínseco basado en fines “industriales” y otros.
¿Qué función “real” cumple Bitcoin? Ninguna. ¿Para qué sirve? Para nada. Y sin embargo tiene valor o, al menos, un precio de mercado. ¿Se mantendrá eso en el tiempo? Imposible saberlo. Tal vez una pista podemos encontrarla en las razones que menciona la gente para haber comprado y mantener Bitcoin en su poder.
No es una muestra representativa la mía pero en mi caso diría que el motivo casi exclusivo es la especulación. Hoy son muchos los que, luego de haber sufrido la tremenda baja reciente de mercado, se niegan a convalidar su pérdida y mantienen la moneda digital con la esperanza de que alguna vez recupere el precio que supo tener.
Tal vez entre los fanáticos haya quienes ven a Bitcoin como su “caja de ahorros” pero si las economías más importantes vuelven a tener baja inflación, que fue la norma en las últimas décadas, será difícil encontrar quien le encuentre una utilidad a Bitcoin. No nos olvidemos que “al lado” de esta moneda viven las stablecoins que circulan en blockchains mucho más veloces y amigables con el medio ambiente como Solana, Algorand y, a partir del merge, Ethereum.
¿Qué es Bitcoin en realidad? Pues un certificado de que alguien ganó alguna vez la competencia llamada “minería”.
Ese certificado pasa de “mano en mano” (de billetera en billetera en realidad) sin que haya un gobierno que lo demande para el pago de impuestos. No, en el caso de El Salvador el gobierno no exige su uso para la satisfacción de las obligaciones impositivas sino que es optativo y la realidad muestra que pocos lo eligen.
Si no tiene un “tonto” al final de la cola ni tampoco sirve para algo “real”, ¿qué sentido tiene Bitcoin? ¿Estamos dispuestos a usarlo a pesar del daño que genera al medio ambiente?
Me parece difícil encontrar un fundamento convincente para confiar en que esa moneda se mantenga en el tiempo. La historia del dinero no parece convalidar el relato de los bitcoiners.
Quien vaya a apostar sus ahorros a esta moneda digital debe entender esto antes de hacerlo.
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