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Séptimo Día |SÁBATO Y PERÓN EN UN ENCUENTRO IMAGINARIO

El mate, “pulmón argentino de repuesto para solitarios y tristes”

La mateada estratégica de San Martín. Las referencias en el Martín Fierro y las citas de Obama, Cortázar, Borges y Arlt. Una creación de los indios guaraníes y el llamado “té de los jesuitas”

El mate, “pulmón argentino de repuesto para solitarios y tristes”

MARCELO ORTALE
Por MARCELO ORTALE

6 de Febrero de 2022 | 07:43
Edición impresa

José de San Martín comía habitualmente parado y en la cocina, salvo, claro está, cuando alguna obligación social lo obligaba a sentarse a la mesa. Pero debe verse ahora al Libertador después de haber comido, cuando salía a caminar por El Plumerillo –el campo mendocino de instrucción de su ejército- y lo hacía tomando mate.

Algunos historiadores sonríen acá y califican de amable “pillería” a ese gesto de San Martín, al que, en realidad, no le gustaba mucho el mate y entonces llenaba la calabaza con café, para simular que mateaba. “Los soldados eran grandes tomadores de mate...y de ese modo el Jefe ganaba su simpatía...”, cuentan.

Pero el mate viene de mucho antes de las guerras de la Independencia. Está en la memoria más profunda del país, cuando era colonia, y la costumbre sigue hasta hoy, vivita y coleando. En ese pasar del agua bajo los puentes, la historia y la literatura trataron siempre al mate casi con gentileza, rindiéndose ante él.

Se sabe que el origen del mate se remonta a los indios guaraníes, asentados en todo el Paraguay, pero también nativos del noreste y noroeste de Argentina, sur y suroeste de Brasil (en los estados de Río Grande, Santa Catarina y Mato Grosso del sur), sureste de Bolivia (en los departamentos de Tarija, Santa Cruz y Chuquisaca) y también con irradiación cultural en Uruguay.

Ellos fueron los primeros en utilizar las hojas del árbol de la yerba mate como bebida. Los conquistadores españoles tardaron poco en advertir que los guaraníes contaban con una ventaja “regional”, que era la mayor resistencia que les ofrecía tomar una suerte de bebida sagrada.

Barack Obama: “Me enorgullece decirles que probé mate por primera vez”

 

Es que los guaraníes decían que el mate era un “regalo de los Dioses”, entregado a través de las hojas de ese árbol. Hojas que, además, llegaron a servir como objeto de culto y también como moneda de cambio con otros pueblos indígenas. Los indios mascaban esa yerba o, bien, utilizaban una cañita ahuecada (la primitiva “bombilla”) y sorbían de la calabaza a la que le ponían agua.

Además de los conquistadores, que se sumaron al hábito, fueron los jesuitas a cargo de las misiones los que introdujeron el cultivo, lograron que sus virtudes fueran cada día más conocidas en las ciudades y que la bebida se popularizara. En algunos lugares se llegó a denominarla durante un tiempo como “el té de los jesuitas”.

José Hernández le dedicó varias estrofas en distintos tramos del Martín Fierro. Lo mismo hicieron otros autores de la gauchesca, como Ascasubi, Del Campo y Güiraldes, aunque la literatura urbana no dejó de incorporarlo a distintas obras de ficción literaria. El gauchaje no puede ser imaginado sin un mate a la vista.

En el caso de Hernández, una de las estrofas más sentidas se encuentra en la payada del Moreno con Martín Fierro, cuando el primero le dice: “Yo no soy cantor ladino / y mi habilidá es muy poca; más cuando cantar me toca,/ me defiendo en el combate; / porque soy como los mates:/ sirvo si me abren la boca”.

Julio Cortázar

MATES LITERARIOS

Resulta que el mate modesto, el mate popular, de a poco se universalizó. A tal punto que a poco de llegar a la Argentina en 2016 el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama sorprendió al declarar que al fin había logrado llegar a la tierra que le permitiría conocer el mate, al que había conocido a través de lecturas de Cortázar y de Borges.

Tales expresiones las formuló en la Casa Rosada: “Siempre he sido un aficionado de la cultura argentina. Cuando estaba en la universidad leí mucha literatura argentina. Me enorgullece decirles que probé mate por primera vez. En la universidad leí a Borges, a Cortázar, y leía que hablaban a veces del mate y yo me decía: ‘Tengo que viajar a Buenos Aires a probar mate’. Por suerte ahora lo probé y me gustó bastante. Creo que me llevaré un poco a la Casa Blanca...”

Cortázar tenía un mate enlozado y hay fotos cuando está mateando. En su obra más conocida, “Rayuela” se encuentra uno de los párrafos en los que aparece la bebida rioplatense trajinada en París: “Oliveira cebó otro mate. Había que cuidar la yerba, en París costaba quinientos francos el kilo en las farmacias y era una yerba perfectamente asquerosa que la droguería de la estación Saint-Lazare vendía con la vistosa calificación de «maté sauvage, cueilli par les indiens», diurética, antibiótica y emoliente.”

Quien haya viajado por Europa y otras partes del mundo, habrá podido comprobar las tribulaciones de los argentinos para conseguir yerba. Cortázar alude a ese grave problema: “Por suerte el abogado rosarino -que de paso era su hermano- le había fletado cinco kilos de Cruz de Malta, pero ya iba quedando poca. «Si se me acaba la yerba estoy frito», pensó Oliveira”

“Mi único diálogo verdadero es con este jarrito verde”. Estudiaba el comportamiento extraordinario del mate, la respiración de la yerba fragantemente levantada por el agua y que con la succión baja hasta posarse sobre sí misma, perdido todo brillo y todo perfume a menos que un chorrito de agua la estimule de nuevo, pulmón argentino de repuesto para solitarios y tristes”. Qué linda suena esa última frase: “pulmón argentino de repuesto para solitarios y tristes”-

Borges no le va en zaga: “He tomado mucho mate cuando era joven. Tomar mate, para mí, era la forma de sentirme criollo viejo. Me lo cebaba yo mismo y creo que lo hacía muy mal porque siempre había flotando unos palitos sospechosos. Tenía dos mates, uno común, y otro de los que se llaman galleta. Y ahora, caramba, he perdido el hábito”.

Cuando viajó a Egipto, Borges encuentra una correlación insólita entre el mate criollo y la tradicional regateada árabe: “En El Cairo uno entra en una tienda y le ofrecen, inmediatamente café, vino, frutas... Luego le dicen: ‘Bienvenido a Egipto’. Después, cuando uno pregunta el precio de algo, con toda cortesía le advierten. ‘¡No, señor! ¡Es un regalo!’. Pero se sobreentiende que esto es una convención y que no es un regalo que se deba aceptar. En seguida viene el regateo, que puede durar media hora o tres cuartos de hora. Uno ofrece cinco y ellos piden veinticinco y todo eso para que, finalmente, el precio quede en diez. Y es una maravilla porque si uno no compra nada, igual son muy corteses”.

Y remata la cita con este final: “Ellos no han descubierto el mate, pero igual han encontrado una manera, casi más simpática, de perder el tiempo”.

Don Segundo Sombra

ARLT, PERÓN Y SÁBATO

En el momento más triste de “Los siete locos”, en la víspera del crimen, Roberto Arlt describe esta escena de Erdosain a las dos de la madrugada tomando mate con Hipólita o La Coja, sentada a su lado: “Luego se callaron y un relámpago violeta iluminó los recovecos del patio oscuro. Llovía. -¿Quiere que tomemos un mate?- Sí-. En silencio preparó el agua. Ella miraba abstraída los cristales donde tamborileaba la lluvia, mientras Erdosain aprontaba la yerba. Luego sonriendo entre lágrimas, dijo: -Yo lo cebo a mi modo. Le gustará”.

Jorge Luis Borges: “Tomar mate, para mí, era la forma de sentirme criollo viejo”

 

Dijo cebar, no servir. Porque el mate democrático se “ceba”, que significa alimentar. Servir significa otra cosa. Los mitos del mate son innumerables.

Esto ocurre en un texto del autor de ciencia ficción, Alejandro Alonso: Perón va a visitar a Ernesto Sábato en 1953, porque el escritor había sufrido la pérdida de un ser querido: “-Le agradezco la visita y las condolencias- dice Sábato. -Faltaba más. En momentos como éste tenemos que acompañarnos (responde Perón). Sábato desvía la mirada. Se pregunta si no será alguna clase de reproche porque no le dio el pésame por la muerte de Evita. Se siente tentado de aliviar la culpa a través de la simple matemática del dolor: Sábato perdió tres seres queridos, Perón sólo uno. Rechaza la tentación, se refugia en cuestiones prácticas. -¿Le parece si cebo unos mates? ¿O prefiere un café? -Buena idea. Mate está muy bien, gracias. -Voy a poner el agua, entonces. -Disponga (...)”.

El mate siempre cae bien entre rioplatenses.

 

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