La grandeza arquitectónica que aún resiste del Palacio Piria

Artesanos uruguayos revistieron el “Salón de los Espejos” del edificio ubicado en Punta Lara, que se encuentra a punto de caer vencido por el abandono

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Las dos escaleras curvas del frente lastimadas, casi derruidas. Las columnas deterioradas. Los balaustres, desaparecidos. Cielorrasos faltantes y el cielo que asoma por los techos faltantes. Baldosas supuestamente robadas y todo el edificio a punto de caer vencido por tanto abandono. Pero pese a todo, su majestuosidad resiste. Y cuesta poco cerrar los ojos y revivir la grandeza arquitectónica que lo vistió, pese a que su interior está colapsado. Hay antiguas fotos del Palacio que lo muestran en su apogeo.

El Palacio Piria fue construido a principios del siglo pasado a poca distancia del camino costanero Almirante Brown, entre 26 y 40, de Punta Lara. Hace muchas décadas que se prometió reconstruirlo, pero el edificio parece mantenerse con fuerzas cada vez más débiles y por temor a derrumbes la casa está vallada. Sin embargo, existe un proyecto para recuperarlo.

LA IDEA DE POTENCIAR LA ZONA

La historia cuenta que fue Luis Castells el que decidió construir ese Palacio que fue inaugurado tres años después. Castells quería potenciar la zona ribereña, a la que veía plena de posibilidades y consideró que una construcción semejante podía servir como atractivo para la clase alta. El edificio fue heredado por el hijo de Castells y fue adquirido en 1925 por el empresario uruguayo Francisco Piria, que introdujo cambios en el inmueble.

EL SALÓN DE LOS ESPEJOS

Piria, un gran emprendedor, con cuyo nombre fue designada la ciudad de Piriápolis, trajo grandes artesanos uruguayos que revistieron las habitaciones del primer piso con madera tallada de gran calidad y consolidaron el famoso “Salón de los Espejos”, el gran living central del palacio forrado con espejos biselados, dotándose a todo el ámbito de herrajes artísticos.

Hoy la historia es otra y decadente: la mansión está literalmente convertida en un depósito de escombros y, por lo tanto, dándole la espalda a su propia leyenda, la misma que cuenta que el empresario Francisco Piria, en su afán por hacer de Punta Lara una playa similar a lo que fue finalmente Piriápolis, compró a principios del siglo XX el palacio donde vivió hasta fines de los años 30.

Una imagen del Palacio Piria, cuando funcionaba como un hogar para chicos / EL DIA

Si bien quedan vestigios de lo que alguna vez fue el imponente Palacio Piria, allá en los primeros años del siglo XX, la suerte de uno de los edificios más antiguos de Punta Lara parece estar echada.

Aunque legalmente dependa del gobierno bonaerense, la mansión se encuentra desde hace décadas sin nadie que se haga responsable de su mantenimiento. Resultado: la histórica casona está más cerca del derrumbe que de los viejos proyectos de remodelarla.

El Palacio arrumbado, pero aún conservando signos de su antiguo esplendor, se encuentra cada vez más lejos de esos tiempos en los que, al ritmo del progreso, la Ciudad veía en las orillas del Río de la Plata un horizonte capaz de generar una importante fuente de trabajo para toda la zona.

¿Qué pasó, entonces, en todos estos años? Pasó que ese verdadero patrimonio arquitectónico de la Región se fue deteriorando progresivamente ante la mirada pasiva de numerosas administraciones comunales y provinciales, a punto tal que en la actualidad exhibe infinidad de grietas que hacen temer por su derrumbe, mientras que parte del techo y varias habitaciones de la construcción original “desaparecieron” para dejar lugar a escombros y basura de todo tipo.

Varios historiadores, entre ellos el ensenadense Juan José Garay, apuntaron en su momento que “es imperdonable que nadie quiera hacerse cargo de remodelar el palacio. Si bien la casona está en pésimo estado, todavía se está a tiempo de restaurarla y devolverle una jerarquía que nunca debió haber perdido”.

A fines de los años 30, cuando Piria comprendió que no tenía apoyo del gobierno para convertir a Punta Lara en una playa lujosa, decidió alejarse de la ciudad y volver a Uruguay, donde murió al poco tiempo.

La imagen lo dice todo. Un enorme deterioro en el interior / EL DIA

COLONIA DE VACACIONES

El 12 de marzo de 1947, entonces, los familiares de Piria donaron el palacio al Estado provincial para que, según explicaron en aquella oportunidad, los gobernadores “lo puedan usar como residencia”. Sin embargo, nada de eso ocurrió y entre los años 50 y 60 la casona pasó a ser una colonia de vacaciones para los chicos huérfanos de la región

Tiempo después, cuando comenzó a insinuarse el inicio de un paulatino proceso de deterioro y abandono, el edificio fue cedido al municipio de Ensenada, que en la década del 70 perdió sus derechos por no hacerse cargo de su recuperación.

Así, el Palacio llegó a manos de lo que en aquel entonces era el Ministerio de Acción Social de la Provincia y, de esta manera, a depender del gobierno bonaerense.

Y ahora, muchos años después de aquellas idas y vueltas, pese a los anuncios y las promesas, los vecinos de esa zona parecen condenados a ser testigos obligados del desmoronamiento lento y triste de un monumento único, que también es una porción importante de su propia historia.

 

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