

Aun en medio de la tristeza que provoca la guerra, las actividades culturales no se detienen en la Asociación Ucrania Prosvita de Berisso / Demian Alday
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Son descendientes de segunda y tercera generación que se reúnen a diario en la Asociación Ucrania de Cultura Prosvita para, en medio de sus labores, compartir lo que sucede en la tierra de sus ancestros
Aun en medio de la tristeza que provoca la guerra, las actividades culturales no se detienen en la Asociación Ucrania Prosvita de Berisso / Demian Alday
Ulana Witoszinski (48), nació en Berisso. Pero por estos días, su corazón y su angustia están muy lejos de allí, a miles de kilómetros, en los rostros de quienes viven en la tierra que desde hace más de un mes se siente arrasada por la guerra, donde descansan sus ancestros. Es que su madre, Mirta Ciuper (72), si bien nació en La Plata y también vive actualmente en Berisso, es hija de ucranianos, al igual que su padre. Ambos se habían conocido también en Berisso, en la Asociación Ucrania de Cultura Prosvita, el primer centro cultural ucraniano del país, fundada en 1924 y ya pronta a cumplir su primer centenario de vida. Hoy, Ulana es la presidenta de esta entidad que ya tiene 14 filiales a lo largo y ancho de nuestro país, todas integradas por descendientes ucranianos que, al igual que quienes están en aquel país invadido, se sienten atravesados por la guerra.
“Yo soy tercera generación de descendientes ucranianos en Argentina -relata Ulana- compuesta aproximadamente por 300.000 personas, y generalizaría que todos estamos devastados. Mi mamá está aquí en Berisso y está bien, pero tenemos primos en Ucrania, con los que hablamos todos los días, cada vez que se puede. Ellos están en la provincia de Ivano Frankivst, en el occidente de Ucrania, a unos 70 kilómetros de Polonia, que es la zona menos cruenta de la guerra, aunque cuando suenan las sirenas todos deben correr a los búnkers. Hoy hablé con mi prima Nadia, que está en Kolomeia, que es más o menos la misma región, y siempre me atiende con la misma frase, ‘gracias a Dios hoy estamos vivos’. Yo no paro de llorar cada vez que hablamos, lo hacemos por WhatsApp, en ucraniano por supuesto, y es increíble su fortaleza. Ella tiene 50 años, y me dice que en su región están más o menos a salvo, que están organizados y que en sus casas reciben a desplazados que llegan desde otros lugares del país. Yo le ofrecí que si podía salir que se vinieran para acá a Berisso que nosotros los podríamos alojar. Pero no quiere dejar su país, prefiere quedarse, creo que ese es el espíritu de todos los ucranios”.
“Mi prima Nadia está en Kolomeia y siempre me atiende con la misma frase, ‘gracias a Dios estamos vivos’”
Ulana Witoszinski
A su lado, Miguel Nykon (70), asiente y cuenta que él nació en La Plata, y que sus padres llegaron a la Argentina desde Ucrania después de la Segunda Guerra Mundial, atraídos por la posibilidad de un mejor futuro económico para radicarse finalmente en Berisso, de la mano de las salidas laborales que ofrecían los frigoríficos.
“Todos nosotros vivimos desde hace más de un mes en un estado de angustia -refiere Miguel- tengo primos allá, en la ciudad de Lviv, también en el occidente, y cuando podemos nos comunicamos por redes sociales. Ellos están en una zona de quintas, un sector casi rural, y nos cuentan que allí se sienten protegidos. Pero en el resto del país la situación es muy difícil, vivir en medio de bombardeos es algo terrible. Yo soy argentino, pero en estos momentos mi corazón está en la tierra de mis padres. El pueblo ucranio es muy sufrido, pero es un pueblo maravilloso y muy valiente que sigue resistiendo”.
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Mariana Hermanowyc (44), es también berissense y descendiente de ucranianos, y refiere que “mi papá era hijo de ucranios, y de hecho nació en un campo de refugiados en Italia, porque mi abuelo participó en la Segunda Guerra Mundial, y después pudo venirse a Argentina. Mi papá conoció aquí en Berisso a mi mamá, que también era descendiente de ucranios, y por parte de mi familia materna tengo actualmente primos que vivían en Lviv, pero que tuvieron que salir del país rumbo a Polonia. Ahora están viviendo en casa de unos familiares polacos que los recibieron, pero con la incertidumbre de lo que está ocurriendo en Ucrania, sin saber si alguna vez podrán volver, ni si encontrarán lo que eran sus pertenencias, su casa, sus amigos, sus cosas, es terrible lo que está pasando”.
“No paro de llorar cada vez que hablamos, lo hacemos por WhatsApp”
En el Centro Ucrania de Cultura Prosvita de Berisso, que luce la misma fachada que la entidad madre fundada en Ucrania en el año 1868, las actividades culturales continúan. Se enseña el idioma ucraniano a las nuevas generaciones, se bordan las “Vyshyanka”, unas camisas típicas de Ucrania, y flamean las banderas azules y amarillas, aunque todo está acompañado por la tristeza de sentir a la madre patria amenazada.
“Esto no lo esperábamos -dice Ulana- ni nosotros que estamos acá ni nuestros hermanos que están en Ucrania. Se sabía que había un conflicto, pero confiábamos en las negociaciones pacíficas. Pero esto que está sucediendo es tremendo, están bombardeando todo, sabemos que violan mujeres, y el rencor hacia los rusos ya es impresionante. Pero básicamente hay mucho dolor, mucha tristeza”.
“Acá en Berisso hay también una entidad bielorrusa, que es otra república, pero afín a Rusia -señala Miguel- y aunque ni nosotros ni ellos tengamos nada que ver con lo que está ocurriendo, ya se nota cierta tirantez. Es una lástima, porque en Berisso los inmigrantes siempre fuimos muy unidos. En mi caso, mi abuelo ucraniano llegó al país en 1948 y se radicó en Chacabuco, provincia de Buenos Aires, y más adelante mi papá se vino a Berisso a trabajar en el frigorífico. Fue aquí donde conoció a mi mamá, también descendiente ucrania, aunque en realidad fue durante una peregrinación a Luján, que es una de las actividades que siempre se hicieron en la entidad”.
“Tengo primos que vivían en Lviv, pero tuvieron que salir del país rumbo a Polonia”
“Por el lado de mi papá -recuerda Ulana- mis bisabuelos llegaron en la década del 20, después de la Primera Guerra Mundial, y se radicaron en Córdoba, mientras que por el lado de mi mamá, mi abuelo se vino solo en los años 30. Mamá y papá, ambos descendientes de ucranios se conocieron acá, y yo creo que soy la primera de la familia en romper esa tradición, porque mi marido no tiene nada que ver con Ucrania, él es descendiente de italianos, aunque también está muy conmovido por todo lo que está pasando en la tierra de mis ancestros”.
“En el caso de mi familia paterna -refiere por su parte Mariana- mi abuelo vino desde Ucrania en el año 48. El era viudo y ya tenía hijos que quedaron allá, y nunca pudo volver a su tierra, ese era su gran dolor. Por la rama de mi mamá, en tanto, mi abuelo Juan Zamojski llegó en el año 31 con un grupo de amigos y también trabajó acá en los frigoríficos. De ahí para abajo somos todos argentinos, pero ellos eran muy nacionalistas y nos fueron inculcando eso”.
“Vivir en medio de bombardeos es algo terrible. En estos momentos mi corazón está en la tierra de mis padres”
Miguel Nykon
“Yo pude visitar Ucrania cuando todavía pertenecía a la Unión Soviética -recuerda Miguel- fue en el año 80, y casi no me dejan volver. Todo fue porque una prima mía había ido al velatorio de un conocido que era opositor al gobierno de la URSS, y desde entonces comenzó a ser vigilada, y a mi, que era argentino y no tenía nada que ver, me siguieron hasta el aeropuerto. Los rusos siempre fueron iguales, pero muy distintos de los ucranios. Desde la caída del Muro en Ucrania comenzó a respirarse libertad, y eso los rusos nunca lo pudieron tolerar. Pero volviendo a la inmigración de ucranios a Argentina, hubo tres grandes olas que es de donde venimos nosotros; la inicial fue tras la Primera Guerra Mundial, la segunda después del año 45, tras la Segunda Guerra, y la tercera en el 91, tras la caída del muro”.
Todos ellos acuden a diario a la sede de la Asociación Prosvita de Berisso, ubicada sobre la avenida Montevideo en la intersección, justamente, con la calle Ucrania, para realizar sus clásicas labores culturales pero también para juntar novedades sobre lo que está sucediendo a miles de kilómetros de distancia en su otra tierra.
“Nosotros ofrecemos toda la ayuda que podemos -señala Ulana- y ya enviamos un camión de donaciones, que francamente no sabemos que destino habrá tenido. Porque estamos en Berisso, pero acá vienen descendientes ucranios de toda la región, porque también los hay muchos en La Plata. Y todos tenemos el mismo deseo, que es que todo esto termine lo más pronto posible y que vuelva la paz”.
Aun en medio de la tristeza que provoca la guerra, las actividades culturales no se detienen en la Asociación Ucrania Prosvita de Berisso / Demian Alday
Mariana Hermanowyc junto a una muñeca vestida con un traje típico de Ucrania / demian alday
Con las banderas de Argentina y Ucrania de fondo, Miguel Nykon y Ulana Witoszynski en la entidad de Berisso / demian alday
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