Un encuentro que es clave para renovar en la gente la libertad de leer y de crear
Edición Impresa | 30 de Abril de 2022 | 01:48

El retorno a la presencialidad de la Feria del Libro en nuestro país, que se concretó en el predio porteño de La Rural luego de transcurridos años de la pandemia y de las restricciones sanitarias que la obligaron a suspenderla en sus dos anteriores ediciones, reitera la realización de uno de los encuentros culturales más importantes de Latinoamérica y valorado en el mundo entero, en cuyo transcurso brindarán exposiciones y presentarán sus libros prestigiosos autores internacionales y nacionales.
De este modo quedó reiniciada 46º edición de un acontecimiento que es y ha sido clave para el calendario cultural argentino, en el que el público volverá a encontrar una variada agenda de libros, nuevas tendencias literarias y lecturas de la mano de escritoras y escritores del país y el mundo, así como una ecléctica oferta editorial.
Con La Habana como ciudad invitada de honor, este año la feria -que se extenderá hasta el próximo 16 de mayo- tendrá una presencia internacional más escueta porque tras la crisis sanitaria muchos autores no retomaron sus agendas fuera de sus países.
Sin embargo, sí se espera la llegada de Mario Vargas Llosa, Javier Cercas, John Katzenbach, Diamela Eltit, Paulina Flores, Jorge Carrión, Caroline Fourest, Fernanda Trías y Miguel Gane, entre otros escritores de renombre, a los que se sumarán los argentinos.
Tal como se lo ha venido señalado en esta columna en ocasiones anteriores, corresponde, por lo pronto, hacer notar y ponderar la constancia que ha demostrado la ciudad de Buenos Aires a lo largo de más de cuatro décadas para mantener a la feria -y ahora recuperarla- como una de sus expresiones de primerísimo rango, enfrentando seguramente períodos difíciles que acaso podrían haber explicado en algunas oportunidades la eventual decisión de suspenderla.
Sin embargo, la continuidad quedó siempre asegurada, hasta que razones de fuerza mayor, impuestas por la pandemia, obligaron a esas dos cancelaciones.
Se sabe que en las últimas décadas y hasta hoy el libro se vio acosado por la aparición de los medios audiovisuales y la generalización de aportes tecnológicos, tales como las fotocopiadoras primero, luego la computadora y las redes sociales.
Frente a ello no puede menos que ponderarse la pujanza y la imaginación que ponen las organizadores de este encuentro para mantenerlo vigente y, desde luego, con una creciente repercusión en materia de público.
Es también conocido que el libro-papel enfrenta un contexto de circunstancias desfavorables. El vertiginoso avance de la digitalización, el fotocopiado de páginas, capítulos o volúmenes enteros que permiten que un estudiante pueda hasta graduarse en tal o cual disciplina o, ahora, el simple navegar por los ámbitos de Internet, todo incide negativamente como para poder garantizarle al libro una segura sobrevida en el mercado del conocimiento o de la cultura.
De modo que tanto la porteña Feria del Libro como las que se realizan en La Plata y en muchas otras ciudades del país implican un persistente acto de fe en las bondades de la lectura, sea la que se concreta en soporte papel o a través de los nuevos formatos. Está cada vez más claro que el libro -como expresión de la soberanía del pensamiento- sigue captando el interés de la humanidad, por ser, además, un acto de aprehensión individual que promueve una mayor conciencia de los valores del hombre, empezando por el de la libertad. La importancia básica de los libros es la de que enseñan a elegir.
De allí la necesidad de valorar a estos encuentros literarios como acontecimientos de enorme importancia, porque pese a la vigencia de tantas circunstancias adversas, se sabe que la lectura sólo necesita de un mínimo de promoción. El hábito y la divulgación hacia mayores franjas de la población vendrán después, inevitablemente, como lógica derivación de las virtudes intrínsecas del libro.
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