Vidas trans en La Plata: entre las disidencias y la discriminación

Tienen trabajos regulares, son electricistas, operarios o futbolistas, hombres o mujeres. Pero a pesar de los avances logrados, dicen seguir sintiendo ofensas y destratos por la identidad que muestran, justamente, con orgullo

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Se estima que en todo el país viven unas 40.000 personas trans, y que en nuestra región de La Plata, Berisso y Ensenada, habitarían cerca de un millar. Se trata de una minoría que acaba de celebrar “El mes del Orgullo”, en el que, como todos los años, se visibilizan estas jornadas con marchas y banderas multicolores. Sin embargo, el día a día, más allá de las fechas celebratorias, representa todavía para ellos, en nuestra región, un camino difícil en el que deben lidiar con miradas y acciones prejuiciosas, a pesar de que intenten llevar adelante una vida como la de todos.

“Se ha avanzado mucho, pero para nosotros todavía es difícil -dice Tomás Lamaizón, de 26 años, vecino de Gonnet y de profesión electricista-. La Plata es una ciudad muy conservadora, donde la religión impone lo suyo. Yo también soy creyente, pero no es lindo que te discriminen por tu aspecto. Soy un chico trans y a veces hasta es difícil presentarse. ‘Buenas tardes, buen día, buenas noches’, lo que sea por educación, y cuando decís tu nombre, ahí viene el asunto, y los comentarios desagradables, ‘perdón, pensé que eras mujer’, ‘me confundí por tu voz’, y así un millón de cosas. Sería más fácil si uno no tiene que dar tantas explicaciones, que si te digo mi nombre es mi nombre, que soy lo que soy, lo que siento ser desde siempre esté o no figurado en mi DNI. Preferiría que me dijeran que no les interesa hablar conmigo directamente y evitar los comentarios. O las miradas. Una vez estaba en una obra y un compañero, oficial albañil, no dejaba de mirarme raro. Es difícil vivir así, yo hace aproximadamente dos años que comencé mi transición, y ahora estoy siendo quien siempre fui, y esa es la mejor decisión que tomé en toda mi vida, con cada buena y mala experiencia”.

“Es difícil vivir así, yo hace aproximadamente dos años que comencé mi transición, y ahora estoy siendo quien siempre fui”

Tomás Lamaizón, 26 años, electricista

“Fue una decisión difícil, porque la gente no acepta verte con ropa de mujer, pero es el camino que elegí”

Giovanna Altamiranda Alcoba, 55 años, empleada en UNLP

Giovanna Altamiranda Alcoba, en tanto, tiene 55 años, vivió casi toda su vida en Berisso y ahora lo hace en La Plata, cerca del Parque Saavedra, al tiempo que, desde hace 35 años, trabaja en la Universidad Nacional de La Plata, actualmente en Servicios Generales de la Facultad de Psicología, y cuenta que hizo la transición en el año 2010.

“Fue una decisión difícil, porque la gente no acepta verte con ropa de mujer, pero es el camino que elegí, aunque en ese camino se vayan perdiendo cosas, amigos, relaciones, familiares. Mi mamá falleció hace mucho y no me vio así, aunque siempre supo quién era yo. Y a mi papá le costó mucho, él era albañil y yo trabajaba con él, pero hizo el esfuerzo, lo valoré y lo comprendí. Ahora son otros tiempos y se ha avanzado mucho, pero falta todavía mucho más. A veces hasta pienso que es difícil que te tengan en cuenta como persona”.

“Han habido avances -agrega Giovanna- pero hay muchas cosas que no se cumplen ni aunque lo diga la ley. Por ejemplo lo del cupo laboral: no es tan difícil darle trabajo a 40.000 personas en todo el país. ¿Es solo por ser diferentes a la mayoría que no tenemos derecho a trabajar como cualquier persona? Otra cosa son los tratamientos médicos, que por ley debieran ser gratuitos, y sin embargo eso tampoco se cumple, porque siempre te dicen que no hay insumos. Yo debo recibir hormonas, son tratamientos de por vida, pero vas a los centros de salud y te dicen que no hay suministros”.

“Y después está lo social -concluye Giovanna- que es también muy doloroso. En La Plata, digamos que de 10 personas la mitad no te acepta. Y se mezcla todo, los mandatos de la monogamia, el deseo, los sentimientos, la religión, y de ahí al odio hay un solo paso. Las personas trans somos distintas, es cierto, pero somos seres humanos y muchos parecieran no entenderlo, creen que no tenemos derechos, que no merecemos nada por ser quien somos. La nuestra es todavía una sociedad muy patriarcal, yo lo siento todos los días, en el destrato, en las agresiones, en las miradas, en que no te registren. Evidentemente, hay mandatos que son muy difíciles de cambiar, y que todo llevará mucho tiempo, cuando solo se trata de ser más libres. Pero el mientras tanto, sigue siendo muy doloroso”.

Angeles Helguera, en tanto, tiene 37 años, vive en Los Hornos, trabaja en el Servicio Penitenciario Bonaerense y juega al fútbol en la Liga Amateur Platense, en el equipo femenino del club Alumni. Y fue justamente en ese ámbito, donde recientemente denunció un caso de “transfobia”.

“Yo nunca tuve problemas ni con mis compañeras de equipo ni con las jugadores rivales -dice- pero hay dirigentes de la Liga que me vienen hostigando desde hace mucho tiempo por mi condición de trans. No quieren que juegue argumentando que saco ventajas, me piden que me haga exámenes hormonales, y me agreden de distintas formas, cuando la ley es muy clara, mi identidad es la de una mujer, no tienen porqué agredirme solicitándome estudios de testosterona. Después también están los insultos del público cuando jugamos de visitante; son cosas feas, eso es violencia. A la gente todavía le cuesta mucho aceptar las disidencias”.

 

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