Sigue el flagelo de los ataques a piedrazos contra micros locales

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Una vez más un ómnibus local que en este caso pertenecía a la línea Este, recibió una pedrea en las ventanas de uno de sus laterales, en un ataque protagonizado por desconocidos y en un episodio en el que resultó herido en la cabeza un pasajero que viajaba en uno de los asientos del transporte.

Este penoso episodio ocurrió en la madrugada del domingo, cuando el colectivo circulaba por la zona de 7 entre 95 y 96. A raíz del ataque el micro debió frenar su marcha en su recorrido habitual de las 3 de la mañana, momento en el que trasladaba pocos pasajeros.

Mientras que la persona herida debió ser hospitalizada para quedar en observación, pudo saberse que los atacantes lograron escapar y permanecen prófugos.

Los platenses reúnen una larga, y dolorosa, experiencia en el tema de los ataques a piedrazos a los micros, muy especialmente la zona de ingreso y egreso de la Autopista La Plata-Buenos Aires, aunque no faltaron –tal como ocurrió en las últimas horas- otros escenarios -como en zonas de la periferia de la Región- para estos hechos que exponen la irracionalidad con la que actúan algunas personas, a veces en grupo.

A lo largo de muchos años, fuentes policiales estimaron que, en su mayoría, estos incidentes responden a lo que calificaron como “travesuras de niños”, aún cuando no descartaron que también pudieran responder, muchas veces, a la intención de que los conductores agredidos –así fueran choferes de ómnibus, camioneros o particulares – detuvieran sus marchas para, así, darle curso a la concreción de un robo, en situaciones que resultan ser harto peligrosas.

En el caso de la Autopista cabe recordar que en una ocasión fue atacado a pedradas a metros de la bajada un colectivo que transportaba 40 pequeños alumnos de una escuela primaria que regresaban de un viaje recreativo, sin que afortunadamente se produjeran consecuencias mayores. En otros casos, en cambio, quedó el saldo de personas heridas.

De allí que la Policía aconseje desde siempre a los conductores a no frenar los vehículos y a detenerse sólo a distancia de los agresores, para intentar así frustrar un eventual intento de robo.

Lo cierto es que, tengan o no finalidad delictiva -pues de ambas maneras resultan igualmente peligrosos para las eventuales víctimas-, no debe aceptarse ningún tipo de acostumbramiento frente a estos episodios, tanto por parte de la fuerza policial como de la sociedad misma.

Es preciso que se actúe en forma continuada para prevenir tales actos y, llegado el caso, se detenga a los responsables y se aplique sobre ellos las sanciones previstas por la legislación.

Suficientes problemas deben enfrentar los habitantes para trabajar y educarse, como para que viajar hacia los lugares de trabajo y estudio o, inclusive, hacerlo con algún propósito de simple esparcimiento, se convierta en un desafío riesgoso, que ponga en peligro la vida o la integridad física de quienes sólo buscan utilizar un medio de transporte público para cumplir con esos propósitos.

Una vez más hay que reclamar, entonces, que se acentúen las tareas de prevención policial, sin perjuicio de rastrear en las zonas en las que ocurren estos episodios, hasta identificar a los eventuales agresores e iniciar las actuaciones del caso.

 

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