Falsas amenazas de bombas: la reaparición de un flagelo social
Edición Impresa | 29 de Julio de 2022 | 02:23

Con pocas horas de diferencia se registraron en nuestro país dos amenazas de bomba, la primera de ellas contra un avión de Aerolíneas Argentinas que debió aterrizar en emergencia en el aeropuerto de Comodoro Rivadavia y la segunda, en nuestra ciudad, que obligó a evacuar al personal de las dependencias oficiales con sede en la Torre gubernamental I ubicada en la esquina de 12 y 51. En ambos casos, afortunadamente, no se registraron otras derivaciones más que las del lógico temor y las alteraciones que tales denuncias suelen causar.
También los dos episodios se suscitaron a partir de sendas llamadas telefónicas anónimas, que activaron como es habitual los protocolos existentes para estos tipos de casos. En el incidente del avión actuó el escuadrón antibombas de la Policía de Seguridad Aeroportuaria, y en el de las Torre 1 la división Explosivos y los Bomberos, comprobándose que las denuncias fueron falsas.
Nada de ello, sin embargo, impidió los momentos de justificado temor que debieron enfrentar los pasajeros del avión y las personas que trabajan en la torre administrativa, justificándose entonces, plenamente, que se haya convocado también a pesquisas especializados en rastreos telefónicos, ya que en la actualidad se cuenta con equipamientos modernos eficaces para ello. Disponen, asimismo, de sistemas de entrecruzamiento de datos que permiten acelerar la identificación de los autores de estos tipos de llamadas.
Cabe recordar que en 2018 las amenazas telefónicas estuvieron al orden del día y que fueron blancos propicios de estas llamadas distintas dependencias de gobierno, escuelas y hospitales.
En ese año, en nuestra región, Berisso fue uno de los puntos más críticos, ya que numerosas escuelas recibieron ese tipo de amenazas y se debió adoptar en todas ellas los protocolos dispuestos para esas emergencias, que incluye la evacuación de los establecimientos.
Desde luego, es de esperar que estos últimos episodios sean casos aislados y que no formen parte –como ya ocurrió en épocas anteriores- de malsanas seguidillas, convertidas ciertamente en un flagelo seguramente instigado por personas que buscan tan solo causar miedo y molestias, además de crear un clima impropio de una sociedad civilizada.
Corresponde asimismo confiar en que, en estos casos, la Justicia acelere la investigación de las amenazas de bombas y que la instrucción concluya con la detención de los autores.
Cabe recordar una vez más que las amenazas de bomba activan automáticamente las alarmas en fuerzas de seguridad, bomberos y hospitales, donde deben disponerse de inmediato medidas para eventuales emergencias. Los autores de estos llamados anónimos debieran cobrar conciencia de los costos y trastornos que causan, así como de los temores que desencadenan, hasta que finalmente, en cada uno de los casos, se comprueba la falsedad de las amenazas.
Está claro que debiera existir, además, una fuerte conciencia social de rechazo a una modalidad tan lamentable, que degrada la calidad de vida de la población al crear tantos momentos de zozobra.
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