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Marta Mabel Currao: a la profe, con cariño

Lleva 34 años ininterrumpidos como docente, y por sus aulas en el Colegio Nacional de La Plata pasaron hasta ahora más de 6.000 alumnos de distintas generaciones, dándose la curiosa situación de haber sido profesora de hijos de sus ex alumnos. Los chicos de ayer y de hoy, según pasan los años

Marta Mabel Currao: a la profe, con cariño

Marta Mabel Currao, con el microscopio, en la sala de Biología del Colegio Nacional, donde recibió a el dia / Gonzalo Calvelo

Ricardo Castellani

Ricardo Castellani
rcastellani@eldia.com

7 de Agosto de 2022 | 04:42
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Por los pasillos del Colegio Nacional, todos la saludan. Pero muy especialmente, chicos de 14, 15 o 16 años, que hacen del “hola Profe” y del “chau Martita” un hábito cotidiano. Sin embargo lo más curioso es que esos saludos pueden repetirse también en cualquier esquina de la Ciudad, en un restaurante o en una gomería -como sucedió– de la misma manera, pero de parte de chicos más grandes, de más de 30 o de 40 años, para que el “hola Profe” y el “chau Martita” se haga cosa de todos los días en cualquier lugar. Es que la profesora Marta Mabel Currao fue la “Profe” de Biología de varias generaciones de platenses que pasaron por las aulas del Colegio Nacional desde 1987 a la fecha, 34 años de docencia en los cuales dio clases de ciencia y de muchas otras cosas a más de 6.000 alumnos, cuya enorme mayoría la recuerda como si estuvieran todavía en el primer día de clases. Su historia, equivalente a la de muchísimas docentes con una amplia trayectoria en la Ciudad, simboliza un legado de enorme valor construido de manera silenciosa, cuyo impacto en tantas personas trasciende ampliamente los muros de cada institución. Y hace de los educadores pilares fundamentales para el crecimiento de nuestra sociedad.

MENSAJES QUE SON UNA CARICIA

Como muestra de todo esto, vale citar algunos de los muchos mensajes que habitualmente Marta recibe en sus cuentas. “Sos la profesora más especial que tuvimos, porque en tus clases no solo hablamos de aprendizaje, sino de la vida cotidiana”, le firmaron recientemente “con mucho amor tus queridas alumnas Jaz y Clari”. También los hay de alumnos de otras generaciones, como el de “Pau”, que en un Día de la Mujer le escribió “con mucho, mucho amor, Feliz Día a la mujer que siempre me alentó a cumplir mis sueños. No sé si usted se dio cuenta de lo importante que fue en mi vida, nunca me voy a olvidar de todo lo que me enseñó. Espero que en este día celebre la mujer que es y siga brillando y haciendo brillar a los demás”.

“Es lo más gratificante que me da mi vocación, la relación con mis alumnos, es algo especial que no sabría definir, pero sucede. Me encuentro habitualmente con chicos, porque para mí siempre lo son, que en la actualidad tienen más de 47 años y me siguen tratando de ‘Profe’; me invitan a sus casamientos, a sus reuniones de ex alumnos, y con muchos estoy en los grupos de WhatsApp. Para ellos sigo siendo ‘la profe Martita’, es algo hermoso”, confiesa esta docente que en el Colegio Nacional de La Plata es toda una institución en sí misma.

Lo que podría parecer extraño de esa especial relación docente-alumno, es que se daba -y se sigue dando- hasta con alumnos a los que la profesora Currao desaprobaba, porque nunca fue de dar nota fácil ni de aprobar a todos, según aseguró.

“Para mí la docencia -dice- es mucho más que la nota final, es enseñar valores. Una vez, en un examen sorprendí a un alumno copiándose con un machete. Le saqué la hoja y le puse un cero. Le expliqué que si él hubiera firmado la hoja en blanco y la entregaba le hubiese puesto un uno, porque eso era asumir que no había estudiado, pero que copiarse era un acto de deslealtad y que merecía un cero. A los dos días, me avisan que los padres de ese alumno querían verme. Y para mi sorpresa, me dijeron que no era por el cero, que estaba bien que se lo dejara, pero que no le quitara el cariño, porque él estaba muy angustiado por eso”.

“Algo parecido me pasó, pero en pandemia -cuenta la profesora Currao-, en un zoom. Una chica, que era muy buena alumna, me entregó una prueba pero que estaba destinada a otra profesora, señal de que era un examen de otro alumno. No se lo corregí porque no era de ella y quedó como que no había presentado la prueba. Me pidió disculpas llorando y me preguntó si eso cambiaba el concepto sobre ella. Le dije que no, que eso aplicaba solamente para esa prueba, que lo importante era salir del error, y me lo agradeció, porque para ella era más importante lo que yo pensara que la nota. Le dije que simplemente se había equivocado, y a partir de allí siguió siendo una excelente alumna”.

LA VOCACIÓN DE ORIGEN

Marta Mabel Currao nació el 11 de marzo de 1963, hija de Horacio, un egresado del Industrial Albert Thomas, y de Mabel Edith Angeletti, Maestra Normal Nacional.

“Papá falleció el año pasado, a los 93. Él siempre se dedicó a la energía, trabajó en la Dirección de Energía de la Provincia, DEBA, y llegó a ser Gerente General del Área Eléctrica de Mar del Plata. Y mi mamá, que ya tiene 88, fue siempre maestra en escuelas primarias de la Provincia, en Florencio Varela, Berisso y La Plata. Creo que de ella heredamos la vocación por la docencia”.

Es que no solo Marta siguió la carrera docente, sino también sus dos hermanas.

“Somos cuatro hermanos -cuenta Marta- Horacio Rafael (64) es el mayor y es Ingeniero Agrónomo; Ana María (62) es maestra y profesora de Inglés; y María Alicia (51) es también maestra y ahora está trabajando, pero no como docente, en la facultad de Ingeniería de la UNLP”.

En el caso de Marta, quien vivió desde chica en la casa de los abuelos maternos, en 48 y 17, estudió desde el Jardín de Infantes en el Normal N°1 Mary O. Graham, hasta egresar como Bachiller con Orientación Docente, para continuar sus estudios en la facultad de Humanidades en el Profesorado de Ciencias Biológicas, título que obtuvo tras cinco años de carrera en el año 1988.

“Pero un año antes de recibirme -señala- me presenté en el Colegio Nacional como estudiante avanzada para un cargo de preceptora. Recuerdo que tuve una entrevista con quien era la vicedirectora del Colegio, Marta Duarte, quien me invitó a una reunión con la Directora, Graciela Ibarra. Yo tenía 24 años, y esa fue mi primera experiencia en el Colegio, como preceptora del primer año octava división, y mi primer amor como docente. Es increíble, pero con aquellos chicos del 1° 8°, que hoy tienen 47 años, todavía nos seguimos viendo. Y algo que todavía me conmueve, es que años más adelante fui la profesora de los hijos de cuatro de aquellos chicos”.

Según cuenta Marta, aquellos reencuentros fueron muy emotivos, “porque yo soy muy fisonomista, y reconocía en los hijos muchos parecidos con sus padres. Ocurrió en distintos años y a mí me emocionaba mucho. El primer caso fue de una chica en quien no reconocía el apellido, hasta que ella se me acercó y me dijo ‘usted fue la profesora de mi mamá, ella la recuerda con mucho cariño’. En otro caso sí reconocí el apellido, pero el chico no me decía nada, hasta que el que me llamó fue el papá para decirme que su hijo, como lo había sido él, era mi alumno. Y el caso que más me hizo llorar, fue el de un alumno que falleció, y del que fui también profesora de su hijo. Siempre los recuerdo a todos, los cuatro hijos de mis ex alumnos, de los que también fui profesora, se llaman Valentino, Lucía, Felipe y Francisca”.

Aquella unión especial que se daba entre la joven profesora y sus alumnos, se pondría de manifiesto también cuando los chicos conocieron que “la profe Martita se casa”.

En noviembre de 1987, tras diez años de noviazgo, la preceptora primero y profesora después, se casaba con Daniel Marcelo Arrien, y los alumnos organizaban colectas para los regalos. De aquel matrimonio, nacerían sus cinco hijos, Mariana (33), Licenciada en Filología Hispánica, egresada de la Universidad de Viena; Catalina (31), Licenciada en Comunicación; Dolores (29), Odontóloga; Isidoro (25), Guardavidas; y Teresa (19), estudiante de Sociología.

LOS ALUMNOS DE AYER Y DE HOY

“Siempre tuve un vínculo muy especial con los alumnos -señala la profesora Currao- y también de acercamiento con los padres. Recuerdo el caso de un chico que tenía diabetes, y los padres me habían pedido si lo podía ayudar con la toma de los medicamentos. Fue así que todos los días lo cruzaba a un bar sobre la calle 1, donde tomaba los remedios con una bebida especial, y después me lo traía de vuelta para la clase. Siempre me comprometí mucho con ellos más allá de la materia. Pero como todo, los chicos van cambiando mucho, y los alumnos de años atrás y los de hoy son muy distintos. En mi opinión son cambios positivos, ahora son mucho más abiertos que antes. Son distintas épocas, pero a mí me parece que los adolescentes de antes eran más indisciplinados y que había más distancias, algo que inclusive se daba entre profesores. Los tiempos cambian, y los alumnos también nos enseñan a nosotros”.

Entre esas enseñanzas, hay una que a la profesora Currao la marcó. Fue durante la pandemia, en una clase por zoom.

“Estaba viendo la lista -recuerda- tenía un nombre masculino, y en la pantalla me aparecía alguien con el pelo como de una mujer. Yo me quedé esperando, hasta que la chica me dijo ‘¿profesora, no me va a llamar?’. Mi silencio estaba delatando un prejuicio, y desde entonces en las presentaciones pregunto a cada alumno cómo quieren que los llame. Y hablamos muchísimo de género. Uno no se da cuenta, pero a veces un mínimo gesto puede causar un gran daño”.

Durante tantos años, más allá de la Biología, la profesora Currao debió enfrentarse a situaciones de todo tipo, especialmente por ser considerada por sus alumnos como una profe exigente, pero también una compinche.

“Siempre se dio esa situación, los chicos se me acercan mucho y muchas veces me cuentan algo a mí antes que a sus padres, aunque yo siempre me manejé en el ámbito institucional, y si hay un problema serio, recurro al gabinete que corresponda. Hubo muchos casos, un chico al que notaba triste y me contó que había fallecido el abuelo; otros que tenían peleas con los hermanos; o el caso de una chica de 4° Año que me confió que estaba embarazada y que no se animaba a contárselo a los padres. También el de una chica que, cada vez que hablábamos de nutrición en la clase, se ponía a llorar; sospechamos de un problema alimenticio, de bulimia o anorexia, y se la pudo ayudar”.

Mas allá de esa relación de confianza, la profesora Currao siempre tuvo fama de no regalar notas. “Yo les explico qué es lo que evalúo, y si la nota no es buena, les pido que se autoevalúen. Algunos discuten, pero como yo llevo todo registrado, les muestro y terminan convenciéndose de que la nota estaba bien puesta”.

Además de su trayectoria en el Colegio Nacional, la profesora Currao fue docente y vicedirectora en el Colegio Estrada de City Bell desde el año 2002 hasta 2016, cuando volvió al tradicional Colegio de la calle 1 y donde actualmente es profesora titular en 26 horas cátedra de Biología de 2° a 5° Año y Ayudante de Departamento.

En sus clases, en segundo año enseña “Los seres vivos”; en tercero, “Organismo Humano, nutrición y locomoción”; en cuarto “Sistema Nervioso y Endócrino”; y en quinto “Evolución”.

“¿Como son mis clases? Primero nos presentamos, nos reunimos en un círculo, nos conocemos, le pregunto a cada uno con qué se identifican de la naturaleza, y todos tienen algo que decir. Después hay que estudiar, todas las divisiones son distintas, en algunas desaprueban cuatro o cinco y en otras quince o veinte, es difícil que en un curso aprueben todos”.

Sin embargo, más allá del aprobado o desaprobado final, en todos los alumnos perdura el recuerdo, y el “hola Profe” o el “chau Martita” seguirá escuchándose por los pasillos del “Nacio” o por cualquier rincón de la Ciudad donde un ex alumno y su “Profe” se vuelvan a encontrar.

“Siempre tuve un vínculo especial con los alumnos y de acercamiento con los padres”

“Para mí la docencia es mucho más que la nota final, es enseñar valores

 

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