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Ocurrencias: los infieles más coronados del mundo

Ocurrencias: los infieles más coronados del mundo

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Alejandro Castañeda
Alejandro Castañeda

18 de Septiembre de 2022 | 03:35
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La muerte de Isabel II acaparó las noticias. Cada tanto le viene bien a este mundo tan furioso, permitir que la tradición, los rituales palaciegos y la pompa se pongan un ratito por encima de las calamidades del día a día. Carlos al fin pudo ser coronado. Se le había agotada la esperanza de reinar. La mami duraba más allá de lo calculado y encima había decidido no dejar el trono hasta que el más allá viniera a buscarla. Pero, al fin, Carlos y Camilla pudieron poner en el trono a un amor que anduvo más de medio siglo peleando contra todos. El destino los ayudó. La muerte del bueno del coronel Bowles y de Diana, les despejó el camino. Camilla fue la reina de la espera. Su bello durmiente, más durmiente que bello, atravesó con sus deseos somnolientos las puertas de una pasión a la que nadie aceptó y todos combatieron. Pero ellos nunca aflojaron, aunque la reina, la opinión pública y las respectivas familias se avergonzaran. Su desenlace le dio lustre cortesano a los metejones clandestinos y puso en valor a esos amores de gente deslucida, hechos de tenacidad y paciencia. ¿Qué hubiera dicho el mundo si en lugar de dos tipos sin gracia, como Camilla y Carlos, se tratara de una pareja con encanto y estilo? Pero la realidad fue distinta. El se comportó, es cierto, como un príncipe interesado y cobardón que protagonizó un falso casamiento para no perder castillos ni investidura ni viáticos. Su fastuoso desfile en carroza junto a Lady Di enseñó que las monarquías se alimentan de efectos especiales destinados a mostrar que lo que se ve no es lo que existe. En ese mundo, donde todo es irrealidad y apariencia, esta infidelidad, intensa y duradera, recordó que el amor es lo único que puede desafiar el destino de estas vidas protocolares que vienen programadas desde la infancia.

Aquí también tenemos una pareja real que se casó muy ilusionada y un trío de emergencia que viene funcionando

Tenían todo en contra. Camilla no era sexy ni soltera. Y tuvo que enfrentar, desde esa posición tan desventajosa, a fantasmas de altísimo perfil: peleó contra Lady Di, contra Isabel II y contra el imaginario de medio mundo. Camilla era menos joven, más usada, más arrugada y más infiel que la titular. Y estaba casada con el bueno de Parker Bowles, un cornudo comedido y cordial que soñó ser un swinger y se despertó en medio de un trío lastimoso. El flechazo arrancó más medio siglo atrás y los obligó a sostener una doble vida que creció entre rechazos y que perdió fuerza cuando dejó de ser clandestina y se casaron. Camilla, como tantas, parecía más feliz como amante que como señora. Aquel novio furtivo tenía un encanto que el nuevo marido había perdido. La constancia fue la bandera de esta infidelidad inquebrantable. Siguieron siempre juntos, sin aliados ni carisma. Hace cincuenta y tres años se juraron amor eterno y han cumplido. Dejaron en el camino un esposo, una viuda, una reina, una tradición y un escándalo. Su unión no necesitó ni de hijos ni de bendiciones. Esta pareja resistente se ajustó al formato de un amor de extramuros, subrepticio y maldecido, que se alimentó de sus propios pesares. Hoy Carlos, un emperador de sangre azul y fortuna de todos los colores, dejó de ser un adorno más en Buckingham: alcanzó el trono más ansiado junto a la mujer más querida. Nunca los infieles habían llegado tan lejos.

Los románticos deberían valorar el largo y accidentado metejón de estos antihéroes devaluados y sosos

Los románticos deberían valorar el accidentado metejón de estos antihéroes devaluados y sosos, que tenían como única arma su indestructible infidelidad. Su historia, sigilosa y mal vista, debió sortear obstáculos poderosos durante medio siglo. Con Diana en vida y con hijos en el medio, este vínculo clandestino vino a confirmar la saludable sobrevida de algunos tríos, esos difíciles esquemas amorosos que suelen desencadenar tormentas pero, que bien llevados, como se ha visto, ofrece alternativas triunfales a más de un indeciso/a.

Aquí, salvando las distancias, también tenemos una pareja real que se casó muy ilusionada. Y hasta una Lady Di que estuvo a punto de morir por un accidente fuera de programa. Alberto compone un Bowles resignado que no ignora que su amigo Massa quiere ganarse a ella y al castillo. El trío de emergencia viene funcionando. Sólo falta saber quién disputará el trono el año que viene.

 

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