El arbolado urbano, entre la sequía y los desafíos del clima futuro

“Nubosidad variable, con probabilidad de tormentas”: el jueves pasado iba a llover. “Desmejorando, con precipitaciones”... El viernes también iba a llover, copiosamente. Pero todo lo que obtuvimos los platenses fueron un puñado de milímetros de agua y la proyectada continuidad de una feroz ola de calor que seguiría varios días más. En las pantallas de los celulares, los pronósticos de nubes grises, rayos y gotas se transforman en íconos de soles radiantes a medida que nos acercamos, como espejismos en el desierto. Mientras tanto, los árboles más frondosos de la Ciudad sueltan sus hojas para resistir una sequía inédita, y los ejemplares más jóvenes padecen, en su amplísima mayoría, la falta del cuidado periódico que podría salvarlos.

“Estamos ante un fenómeno extremo, no porque este año en particular la sequía sea récord, sino porque acarreamos cinco temporadas similares y nunca se termina de recargar el suelo” advierte Corina Graciano, ingeniera forestal, profesora en la facultad de Ciencias Agrarias de la UNLP e investigadora del Instituto de Fisiología Vegetal en el Conicet.

“Los árboles, a diferencia de los pastos y otras plantas herbáceas, tienen raíces profundas, de hasta diez metros o más, que les dan un acceso ‘extra’ al agua. Además, almacenan importantes cantidades en los troncos y raíces gruesas” precisa la profesional: “por lo tanto, requieren una sequía más extrema para estar estresados en comparación con las herbáceas. Sin embargo, en caso de períodos largos sin lluvias y con altas demandas evapotranspirativas, como los que están transcurriendo actualmente, sufren”.

“Las precipitaciones a lo largo de 2022 fueron muy inferiores a las que corresponden por el clima de la región” revela Graciano: “deberíamos haber acumulado más de mil milímetros (una capa de agua de un metro de altura), y no llegamos a los 600. Esto lleva a que el suelo profundo también esté seco, porque la humedad no alcanza a infiltrarlo en profundidad”.

“¿Cómo nos damos cuenta de que a los árboles les falta agua? Algunas especies pueden tener las hojas marchitas. Si no llueve o se riega, esas hojas morirán. En otras especies podemos observar una senescencia foliar anticipada: pareciera que el árbol está en otoño. Se van a observar hojas amarillas, y hojas en el suelo” explica la investigadora: “se trata de la ‘estrategia de volteo’ con la que el árbol prioriza mantener pocas hojas bien hidratadas, a tener todas pero marchitas. Para reducir el área transpirante cierran los estomas (minúsculos poros que tienen las hojas en su superficie, que intervienen en la respiración de las plantas y la fotosíntesis), y si este cierre se prolonga, ocurre la abscisión, es decir la caída, que a su vez va a reducir el crecimiento de la planta. Si los árboles no logran mantener ninguna hoja, y las yemas también se deshidratan, se produce la muerte de ramas o del árbol entero”.

“El caso de los retoños depende del lugar; si están en un lugar sombreado o en un corredor al reparo de los vientos, mejor. Si no, son más vulnerables que los ejemplares adultos, y algún aporte de agua, aunque sea puntual, les ayuda. Cuando se van a morir se quedan sin hojas, es el principal indicador, pero eso sería trágico; hay que actuar antes” exhorta Graciano.

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“La cuestión del arbolado urbano hay que tomársela en serio de una vez por todas; con los líos que viene provocando el cambio climático, incluso estamos llegando un poco tarde” advierte el licenciado en Ecología y Recursos Naturales Horacio de Beláustegui, docente en la Universidad Nacional de Luján y presidente de la Fundación Biosfera platense.

“Los árboles no deben ser una pavada, objetos accesorios que están o no están y es lo mismo, y a los que les hacemos lo que sea, total no hay sanciones” sentencia el dirigente: “los funcionarios a cargo, encima, nunca rinden cuentas del fracaso permanente de sus gestiones”.

En Biosfera sostienen que “es imperioso redefinir la relación de los árboles con las edificaciones y dejar de suponer que todo factor externo prevalece, desde si a alguien le ‘molestan las hojas’ a si ‘se levantó un poco la vereda’ o ‘se tapó el caño del pluvial’, o se construye un edificio nuevo ‘para que se vea’. Un ejemplo es la insólita tala de plátanos históricos que hizo la Clínica del Niño hace algunos años, con total impunidad, sobre diagonal 78. Para solucionar esas prácticas ni siquiera es necesario cambiar las ordenanzas vigentes -aunque una revisión no vendría mal-, sino hacerlas cumplir”.

“Si seguimos así, se nos viene la noche y más rápido de lo pensado” destaca De Beláustegui: “debemos instaurar un sistema de gestión de arbolado con funcionarios probos y capaces, en un municipio que logre convencer a la gente de que el bien común está afectado y es urgente tomar el tema con seriedad”.

El referente comunitario opina que “a los ejemplares se les podría asignar un valor en dinero, una especie de ‘tasación ecológica’, basada en el volumen de oxígeno que producen, el carbono que capturan, el particulado contaminante que filtran y retienen, su acción como barrera sonora... Serviría para concientizar y como parámetro para quienes los dañen o extraigan”.

Un estudio reciente de la Universidad de Minnesota, EE UU, partió de ese abordaje para revelar que el arbolado brinda un mayor rendimiento y valor económico (unos 114 mil millones de dólares anuales en el país del norte) cuando se calcula su aporte para regular el clima y la calidad del aire, que cuando se lo evalúa desde el punto de vista maderero y alimentario.

“Todo platense sabe que la gente de cualquier edad usa cada vez más las plazas y parques, es una tendencia evidente que marca con claridad una necesidad urbana de verde” puntualiza De Beláustegui: “pero las plazas no sólo se van quedando sin árboles sino que no hay una reposición consistente, o se planta cualquier cosa -el caso de las palmeras-, y las podas son salvajes e inexplicables. Hay que escuchar de una vez a la academia y la ciencia”.

“Plantar no es tener”

Con una vastísima experiencia en la silvicultura regional, como director técnico del vivero del Parque Pereyra, Fabián Alejandro Pérez explica que “estamos ante una situación atípica, en la que el equilibrio hídrico de los suelos está alterado por tres años de recarga deficitaria de humedad. Concretamente, donde no hay riego artificial ya no crece nada, y de hecho hemos ido cambiando a esa modalidad casi toda nuestra producción”.

“Plantar no es tener” agrega el experimentado ingeniero forestal: “hay que elegir bien las especies, y realizar una adecuada preparación de los suelos, hacer ‘mulching’ para no dejar la superficie a merced del sol directo, aplicar geles hidratantes si se poseen...”.

Desde el el único vivero publico provincial que abastece de manera gratuita a los municipios, Pérez hace notar que con este cambio climático, plagas que estaban en equilibrio avanzan, y otras reaparecen. “El panorama”, se esperanza, “podría cambiar, según algunos informes del INTA, entre febrero y marzo; ojalá”.

PRONÓSTICO RESERVADO

Gran “culpable” de los descalabros que estamos padeciendo, La Niña continuaría haciendo de las suyas hasta fines de marzo. Así lo estima el Servicio Meteorológico Nacional, en la actualización más reciente de su PCT (Pronóstico Climático Trimestral), informe que retoca cada mes. “Durante este trimestre hay un 50% de probabilidades de que se mantenga” la presente tendencia, anticipan: “recién para fin del verano o comienzos del otoño se espera que La Niña se debilite y comience su transición a la fase neutral”.

En materia de temperaturas, el trimestre en curso puede seguir registrando temperaturas “superiores a las normales” en la región pampeana y el oeste de la Patagonia. Y a la hora de calcular las ansiadas precipitaciones, los análisis no son alentadores: “pueden ser normales o inferiores a lo normal en el Litoral, norte y centro del país, y el sur de la Patagonia; y dentro de la media en Cuyo, La Pampa, Buenos Aires y todo el este patagónico.

El mes pasado, Argentina registró el quinto diciembre más cálido desde 1961, y entre el 4 y el 12 sufrió una extensa ola de calor de más de una semana que provocó récords en ciudades como la salteña Rivadavia (46º), Las Lomitas (45,3º), y Santiago del Estero (45,3º). “Por otro lado” se detalló, “continuó el déficit de lluvias y la intensificación de la sequía en gran parte del centro, norte y noreste de la Argentina; y ciudades del Litoral registraron el diciembre más seco de los últimos 62 años”.

Esto redundó en el octavo año más seco de toda la historia argentina, “con valores de precipitación de hasta 500 y 600 milímetros por debajo del promedio anual en sectores del Litoral y la región Pampeana”, concluyeron en el SMN.

CENSAR PARA PENSAR

Desde el Foro en Defensa del Árbol, que nuclea a representantes de ONGs ambientalistas, profesionales y vecinos preocupados por el futuro ambiental y la calidad de vida de los platenses, piden políticas públicas que precisen y permitan planificar intervenciones en las diferentes especies. En ese sentido, se propone la realización de un censo de todos los ejemplares existentes, con diagnóstico de su estado sanitario y los posibles pasos a seguir.

“Sin información fidedigna, empezamos mal” señala Alejo Berkovic, uno de los referentes del Foro: “y si le sumamos las tres temporadas de sequía, las podas sin criterio técnico que hacen daño, las plantaciones masivas sin seguimiento... estamos complicados”.

“Cada árbol maltratado o mal mantenido suma estrés, y se le hace más difícil aguantar sequías tan desafiantes y el embate de las plagas” indica el ambientalista: “en el caso de las plantaciones, más vulnerables aún, de cada diez retoños, con mucha suerte y algún vecino solidario que los riegue, sobrevivirá la mitad”.

Para Corina Graciano, “si bien en general el arbolado urbano se mantiene en La Plata muy bien sin riego, en estos años excepcionales convendría identificar ejemplares en mayor peligro y brindarles agua. No es conveniente plantar nuevos, si no se les puede garantizar un aporte de agua; si el suelo está seco, mejor no plantar. Si se opta por plantar y regar, existen geles comerciales que se disuelven en agua y se aplican en el hoyo de plantación, que ayudan a retener el agua un tiempo más prolongado. También, luego de plantar, se puede cubrir la superficie con chips de madera u hojarasca, de manera que no quede el suelo desnudo expuesto a la evaporación directa”.

“La gente, que usa cada vez más las plazas y parques, marca la clara necesidad de cuidar y ampliar el verde”

Horacio de Beláustegui, Fundación Biosfera

“Con el ‘volteo’, el árbol prioriza tener pocas hojas bien hidratadas, a todas pero marchitas”

Corina Graciano, Investigadora INFIVE (UNLP-CONICET)